Siempre
me ha llamado la atención el cine, últimamente he estado atento a esa relación
entre la película y sus espectadores, por ejemplo, con el asunto ese de las 50
sombras casi me caí de espanto, sobre todo por ver cuanta mujer “normal” se
declaraba sumisa y fan del fulano libro, me dio por pensar en cuanta tinta,
papel, gritos y consignas han perdido las feministas durante el siglo XX para
que en el siglo XXI la acefalía haga explosión, así, sin vergüenza ni reconcomio,
muy al contrario, con mucha honra.
Otro
fenómeno son las fulanas películas de “terror”, esas donde los malos hacen
picadillo a los buenos de las maneras más crueles, de verdad me espanta ese
tipo de cine pues no le encuentro explicación al morbo de disfrutar las miles
de maneras de matar a un semejante, sobre todo porque al minuto 10 ya puedes
saber como terminará y de los cientos de clichés con las que esas películas están
construidas. Tengo la creencia de que quienes van a los cines a ver ese tipo de
filmes lo hacen pues se sienten ajenos a esas realidades, es decir, no hay
ninguna posibilidad de que le sucedan a ellos esas cosas espantosas que los
argumentos narran.
Ahora
bien, he visto con curiosidad que esas películas no las pasan en las salas de cine
nacional, no es que la gente ahora piense más o se hagan menos películas de ese
genero pues en cualquier puesto ambulante de películas piratas se pueden ver
cientos de títulos por ese estilo, yo creo que las han retirado de las carteleas
locales pues ya no so realidades ajenas en este país.
Si
a eso le sumamos que ya la gente no va mucho al cine pues andar en la calle a
las diez u once de la noche es una temeridad que pocos cometen, no creo que a nadie
le guste mucho recordar que en cualquier esquina te pueden destripar y que ese
fulano destripador siga impune hasta que alguien le haga eñ favor de
destriparlo a él (o ella) .
Quizás
exista una comisión de censura que procure limpiar las carteleras para que
nadie recuerde la maldad imperante en este territorio, aunque nadie me ha
contado nada similar es perfectamente factible esa posibilidad. Así como nadie
habla de la guerra entre algunos estados del occidente de Venezuela que se
puede sentir cada vez que pasas frente a alguna empresa de encomiendas donde
hay anuncios que prohíben terminantemente enviar medicinas, productos de
cuidado personal y alimentos a esos estados, alegan que ni escondidos o
camuflados pues las fuerzas del orden hacen requisas constantes en las
encomiendas con ese destino y quienes al final pierden son las empresas pues
entre multas o cierres fácil pueden ir a la quiebra, tampoco se habla mucho de
la públicamente expuesta relación entre los grandes jerarcas del crimen en
Venezuela, los Pranes, y el estado, pues en los últimos años se ha construido
todo un imperio criminal que es manejado desde las cárceles de máxima seguridad,
ahí se manejan desde los asesinatos por encargo hasta los secuestros, extorsiones
y según me cuenta gente de mi absoluta confianza los custodios hacen de
mandaderos, todo eso a plena luz del día y en muchos casos ante los acordes de “artistas”
de moda que son contratados para dar conciertos privados o en las discotecas
que existen allá donde la compañía femenina es pagada en efectivo y manejada
como agencia de acompañantes de alto nivel.
Total,
cualquier película de terror se queda corta ante la realidad nacional, el cine
es para perderse en la ficción durante un rato, sabemos que se acaba al
encender la luz y abrir las puertas, comer cotufas, olvidarte de cualquier
atisbo de realidad, hasta es una excusa perfecta para apagar el teléfono sin
que exista alguna consecuencia pues todos aceptan eso de “estaba en el cine,
disculpa pero tenía el teléfono apagado”, sin embargo ante lo que sucede en las
calles, cuando reúnes dinero y valor para ir al cine (preferiblemente
acompañado) no creo que nadie quiera ir a confirmar que las fantasías más espantosas
de los guionistas se quedan cortas ante la maldad que este siglo XXI nos ha
legado en esta esquina que alguna vez aspiró a ser del primer mundo, que sin
embargo se ha degradado a ser un pedacito del inframundo del que solo se sale
en avión y con visa.
José
Ramón Briceño, 2015
@jbdiwancomeback
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