Es
martes de carnaval, por primera vez en muchos años me levanto sin resaca ni
malestar, quizás algunos pensaran, claro, el profesor Briceño ya es un señor de
43 años que no debería estar pensando en alcohol y fiesta a estas alturas del
partido, toca dar buenos ejemplos a los hijos y sobrinos, nada de excesos por
aquello del colesterol, la tensión, el colon irritable y hasta la novia
regañona aplica. Lo más seguro es que quienes piensen así no viven en Venezuela,
ni han estado en la situación de 32 dólares mensuales de sueldo desde que allá
en su temprana adolescencia vendía baratijas en el recreo para poder comprar
las barajitas para el álbum de esa temporada.
Otra
de las razones para que estos carnavales hayan sido de mesura estiba en que la mayoría
de los amigotes de toda la vida, esos con los que uno se emborracha sin pudor y
con quienes la vergüenza ya no aplica pues cometimos todas las barrabasadas
posibles hace muchos años, están viviendo fuera del país, los pocos que quedan
prefieren estar sanos para poder correr ante cualquier eventualidad, han dejado
de fumar, de beber y hasta de trasnocharse, no para ser más sanos, tengo la
certeza de que es para no morir de un infarto cualquier quincena cuando la
cajera del supermercado, antipática como la mayoría, le obligue a usar la
tarjeta de crédito para llevarse las tres cosas que podrá comprar sin
endeudarse la gran cosa con el banco. Además de aquellos que por ser
reiteradamente victimas del hampa se ha
vuelto reclusos voluntarios de su casa o esclavos del televisor para beneplácito
de la esposa.
Inventar
cualquier tontería en estos días equivale a gastarse el sueldo de un mes en
malos licores, ya no comprar disfraces a los hijos se puede, afortunadamente mi
hija ya está en esa nebulosa edad donde comienzan a tomar conciencia de que no
son tan niños ni son adolescentes por lo que eso del disfraz no le va, además
ha sido contagiada con el virus del miedo razón por la cual salir a dar una
vuelta por cualquier sitio donde la gente pulule no es de su agrado, a decir
verdad del mío tampoco.
Antes
quienes no tenían para inventar grandes planes de hotel, piscina, restaurante y
playa los días de asueto, se conformaban con el simil de carpa, cava, mosquitos
y alcohol para estos días, sin embargo la más factible es que cualquier invento
de esos termine en tragedia con tanto malviviente suelto y la excesiva
impunidad que impera por acá, la verdad aquí uno nunca sabe quiénes son peores,
si las autoridades o quienes las ignoran, hasta acampar en el jardín es
complicado por la misma razón.
Tengo
la impresión de que los únicos que celebran el carnaval con comparsa,
disfraces, humor y hasta teatro son los políticos de uno y otro lado, hacen lo
posible para que nadie tome conciencia que estamos, económicamente hablando,
peor que en cualquier país africano asolado por las guerras tribales, los
mercados parecen sacados de alguna escena de película apocalíptica, las
farmacias iguales pero la sensación es peor gracias a la función que deben
cumplir, hasta tenemos zombis que se pasean con su uniforme rojo, esos que
hasta en las redes sociales muestran su nulidad cerebral celebrando las “gracias”
de sus ídolos, pero los políticos siguen recitando sus pendejadas que solo los
zombis aceptan como verdades, todo un carnaval.
Mientras,
los afortunados que tenemos café y aún podemos fumar, pensamos en cuan
diferentes son los carnavales de estos nuevos tiempos en comparación con los de
apenas hace tres años donde, siendo miserables, éramos millonarios en
comparación a esta de estos días, donde lo más simple es lo más costoso y la
preocupación mayor está solamente en terminar vivo al caer la noche, feliz
martes de carnaval.
José
Ramón Briceño, 2015
@jbdiwancomeback
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