Hace
unos años, cuando por fin se corrió la noticia de que el galáctico tenía
cáncer, yo trabajaba en una dependencia gubernamental con un cargo ornamental
gracias a las intrigas de aquel infierno pequeño, como yo era un jefe más para
muy pocos indios, por lo general drenaba la frustración del día de trabajo con
algunas cervezas al salir de la oficina. Esa tarde no fue la excepción pues era
el anuncio de que en poco tiempo terminaríamos desempleados (cosa que sucedió
pero para los otros yo renuncié por hastío) al salir de la oficina me fui con
unos compañeros a beber y uno de ellos, profesor universitario con cátedra fija
y además especialista en historia, muy buen amigo pero su único gran defecto
fue su creencia casi religiosa en “el proceso” además de ser fanático de
cientos de teorías conspirativas cada cual más imaginativa que la otra. A la
onceava cerveza me dijo, muy sereno y con cara de sobrado “no se preocupe jefe
ni se alegre, los presidentes del mundo tienen una clínica secreta donde curan
el cáncer, el comandante sobrevivirá, este es otro alarde electorero”, como
estaba más que achispado no aguanté la risa y le solté una imprecación de
grueso calibre que por la calidad del bar a nadie importó, por supuesto la
historia es otra y hasta ese momento caí en cuenta de tanto loco suelto con
estampa de cuerdo que anda por esas calles, eso fue hace varios años.
Para
esos cuerdos que no lo son tanto me he creado una categoría que he dado en
llamar “Lado B” de la locura, donde están incluidos todos aquellos individuos
que parecen muy normales, pero en verdad están en franco deterioro emocional y
algunos pues están más allá de toda salvación. Se de personajes ilustres que
llevan una dieta de dos miligramos diarios de ansiolíticos para poder vivir,
también de otros que no salen de sus casas por fobias que no les permiten bajo
ningún concepto caminar por las calles bajo el temor de cualquier atentado por
parte del hampa y en ese lote entran los que corren por instinto cada vez que
escuchan el sonido de una moto (transporte común de los malhechores nacionales),
saltan al escuchar algún sonido que les recuerde a un disparo o se esconden al
ver cualquier individuo de estampa dudosa. Los casos de depresión están cada
día más a la vista e imagino que mucha de la violencia imperante comienza como
derivados de la carga emocional mal distribuida gracias a la imposibilidad de
tener alguna dosis de calma en este país.
Entre
ese catálogo de nuevos (casi) locos están muchos politólogos aficionados de
ambos bandos, hay unos cuyo delirio de grandeza no los deja en paz, por
ejemplo, hoy me tropecé con uno quien aseguraba que Venezuela era el centro de
una conjura internacional donde las grandes potencias harían aliviaderos de
presión en caso de una hipotética guerra, que por eso lo del dialogo y la
suspensión del juicio político, amén de la intervención del vaticano. Seamos
sinceros, Venezuela en lo único que es potencia es en malandros, corrupción y narcotráfico, eso sin
hablar del hambre, la escasez y la hiperinflación que sumada a la brutalidad
con la que se maneja el tema económico nos tienen en la banca rota más
espantosa desde el siglo XIX, cuando 90 años de guerras dejaron el país en
ruinas, lo curioso es que el hombre lo decía con erudición total, cuyo énfasis
pretendía convencerme en que este país es la clave de muchos conflictos
internacionales , de ahí la supresión de las medidas en contra del régimen pues
las grandes potencias hacen presión para evitar roces innecesarios. Sigo
creyendo que muchos de los males nacionales tienen su génesis en esa manía de
creerse el ombligo del mundo cuando la realidad pareciera decir que podríamos
hacer otro símil menos elegante para ejemplificar nuestro poderío en contraste
con naciones más fuertes.
No
soy psiquiatra ni mucho menos, sin embargo al intentar una conversa más o menos
coherente alguien me sale con alguna explicación de ese tenor, donde se entremezclan
las teorías conspirativas con justificaciones políticas que intentan explicar
la dislocación de la realidad venezolana, se hace complicado no pensar en una
suerte de epidemia de locura, quizás causada por hambre, desesperanza,
esperanza , desesperación y vaya usted a saber cuántas cosas más pasan por la
cabeza de la gente .ya ni importa el bando en que milite alguien, muchos
parecen sucumbir a las manipulaciones de algún “dirigente” que basado en
sesudos estudios políticos a partir de los no menos sólidos argumentos
expuestos en las novelas de espías publicadas por el difunto “Círculo de
lectores” en los años ochenta y noventa, hacen diatribas para que los distintos
coordinadores políticos hagan rodar la información al grupo de electores que
viven ávidos de cualquier cosa que les de ánimos para soportar el rigor de esta
pobreza .
Estamos
en un país donde la locura está tomando las riendas, los pocos cuerdos que
quedan están huyendo como pueden por donde pueden para buscarse una mejor vida,
mal nos veo, la lucidez una vez perdida jamás se recupera del todo, una nación
enferma tiene futuro incierto, ojalá los genios de la política me leyeran y
comparasen mis textos con algunas estadísticas serias que están rodando por
ahí, les aseguro queridos lectores que las decisiones serian otras, el
escenario aunque cruento por lo menos acortaría el calvario de esta locura que
nos carcome cada mañana sin café, cada día con sueldos más tristes a pesar de
los aumentos, pérdida de peso, desnutrición generalizada y lo peor, una
depresión colectiva cuyo signo es la rendición total a la miseria como forma de
vida.
José
Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback