No
me gustan las despedidas, me desmoralizan cada vez toca pasar por algún trance
de ese tipo, cada vez que puedo las evito, en algunos casos la gente no
entendió que no estaba molesto con ellos, que la verdad es que las despedidas
me dejan un amargo en el paladar que tarda años en quitarse, que la nostalgia
me ataca y que al final lo peor es no saber si quien se despide soy yo o son
los que se van quienes me dicen adiós, hace que me sienta como quien lo hace al
borde de una fosa cuando un ser querido se muere, uno está al fondo sintiendo
cada adiós como la palada de tierra que sepulta al féretro.
Quizás
suene exagerado , alguien dirá alguna vaina sobre las redes sociales (por favor
no lo haga, evítenme el mal trago de la obligación de ser grosero) el internet,
la comunicación automática gracias a las aplicaciones que facilitan eso de la cercanía así estés al
otro lado del mundo, en algún momento se encontraran por Facebook, se mandaran
foticos bonitas por tuiter, Instagram ,
algún video por snapchat y hasta extensas cartas (al principio) vía email que
luego se irán diluyendo mientras el viajero se adapta a su nueva condición y
país, jamás será lo mismo del trago los sábados una vez por mes, la llamada
para cuadrar, el encuentro casual que se agradece y hasta compartir el escape
de las mujeres para emborracharnos como adolecentes y solo muy ebrios reírnos
de la ocurrencia a pesar de la maledicencia femenina, los rituales, la familia,
los amigos, en fin todo aquello que se pierde con la distancia.
Al
final los muertos nos quedamos y los vivos se van, ¿Por qué la analogía con la
muerte?, simple, imagínense haber muerto y poder conectarse con sus amigos vía
Facebook o cualquier red social, unas nutridísimas conversas, intercambio de
fotos, habrá quienes tuiteen o monten en
su muro hasta las veces que vayan al baño (en la tierra) o paseen por
las puertas del purgatorio, que se yo lo que se haga cuando estás muerto, se
intercambian promesas de visitas vacacionales, se analizan posibilidades de viajar
pero el 99% jamás se logran, ¿la razón? muchos no pueden, no hay pasajes, no hay
dólares, no hay donde llegar y los amigos o familiares tampoco quieren tener un
espanto acunado en el sofá, igual te vuelves un fantasma más que solo se puede
comunicar vía internet pues ya no servicio de llamadas internacionales hay en
este purgatorio tropical.
No
sé , yo me siento así, además me han tocado ya tantas despedidas que me es muy
difícil volver a encarar la posibilidad de hacer otra, cada vez que me invitan
a un almuerzo, una cena, un “festejo” para despedir a alguien que se va me
siento como si estuviese a las puertas de una cita con aquel desgraciado
dentista sádico al que me llevaban cuando era niño, algo ineludiblemente
doloroso que dejará huellas por un rato, en algunos casos ha habido despedidas
que me han dejado imposibilitado por meses detonando profundas depresiones , lo
peor es que todavía falta seguirme despidiendo de gente querida y hasta de mi
hija. No importa cuántos argumentos válidos en torno a toda gama de
posibilidades hablen, de lo bien que le va a ir, de las ventajas que tiene no
seguir viviendo en este moridero, de que allá no hay escasez, ni control de
cambio ni malos sueldos para los profesionales y si ella (mi hija) se queda
quizás termine de puta muy educada como las cubanas socialistas, no importa
igual me mata la idea aunque no tengo ninguna otra opción que dejarla ir.
Un
buen amigo a quien no le salí con una grosería pues me consta que lo hace de
muy buena fe, envió un mensaje a mi teléfono que tenía un cumulo de
recomendaciones para evitar el estrés que conlleva a la depresión, entre las
muchas cosas interesantes habían una serie de
ítems imposibles de llevar, como aquel de no pensar en la ´política y
procurar que nuestra mente esté ocupada en cosas provechosas a fin de que la
frustración no nos alcance y terminemos de pacientes de los mismos tipos que ya
no saben qué hacer pues NO HAY con que medicar a nadie, ahora me encantaría que
alguien me contase como no seguir puteando al gobierno que nos tienen así,
cuando hasta los asuntos más sencillos como lo es este de los afectos se
desmorona porque una manga de imbéciles decidió hace unos años que la
democracias era mejor hacerla cleptocracia, que no tener comida se le llama
dignidad y que un mal sueldo ha de ser el estándar , para transformar este
otrora país de oportunidades en un purgatorio donde pagar las culpas de alguna
vida pasada donde al parecer morir y vivir se parecen mucho, sobre todo cuando
te despides de quien quieres porque sabes que nunca más lo volverás a ver si no
encuentras la manera de escapar tú también, de resto te conviertes en un
espanto más que deambula esperando pasar al fin a otro plano donde por lo menos
no pasaras hambre, total ya te has acostumbrado a la idea de las despedidas
definitivas que son la parte más dura de estar muerto.
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José
Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback