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Me encontré con mi amigo venezolano, la señora se nos va a unir más
tarde pues se ha quedado en el hotel para asistir a una sesión de yoga, una
manía que tiene para eso de la vejez y la paz, no la entiendo, pero cada quien
se rasca las pulgas como mejor le parece. Veo al amigo, los abrazos, los gritos
acallados por lo solemne del espacio, las preguntas de rigor, los comentarios sobre
la calva, la panza y las arrugas, las otras menos discretas antes que la mujer
del amigo obligue mesura, en fin, el ritual de machos venezolanos que no se
pierde ni con el exilio, más bien se resalta pues hay siempre el deseo
inconfesado de volver a la adolescencia.
Nos fuimos al café venezolano, esta vez no pedí Grappa, pedimos una
botella de un Ron Guatemalteco excelente, a falta del criollo bien vale uno de
gran precio y excelente sabor, que no da resaca ni afecta el colesterol, como
corresponde a los señores cuarentones, la primera hora la dedicamos a hablar
mal del gobierno venezolano, de los militares y su extraño gusto por ser
sodomizados por los cubanos, de la guerra soterrada de mi país o de como en
otras latitudes se recupera la paz
Le confesé que hui buscándola, pero no la he encontrado ni con pastillas
mágicas, le dije las razones de mi colapso nervioso que detonó en la orinada al
ilustre obispo, la cárcel, el divorcio, el viaje y hasta mi tratamiento
psiquiátrico con pastillas mágicas incluidas, que además, de vez en cuando
combinaba con cannabis sativa para hacer más placenteras las tardes del ocio
Romano, la yerba me la facilitaban un par de doctorantes latinos, los mismos
con los que me metí en la fuente de Trevi el día que conocí a Ramiro.
Mi amigo me cuenta que en su exilio se ha vuelto si no adicto, si
bastante regular consumidor de esa yerba, al final la esposa que era reacia a
eso se consoló al saber que estando drogado era más dócil que de costumbre,
además en una ciudad bella pero extraña, sin amigotes, sin espacios de
distracción, era preferible que lo hiciera a que en algún acto de furia
reventase toda la casa, hicieran maletas y se devolviera a Venezuela para
encontrar un poco de distracción entre balas y miedos.
Me contaba que tenía un distribuidor que le llevaba yerba de la mejor
calidad, había convencido a la señora para que hicieran el amor en estado
alterado, ella le había tenido que confesar luego de una sesión particularmente
intensa de sexo, que entre el yoga y la marihuana había encontrado nuevas cotas
más allá de su imaginación, lo gracioso es que las drogas habían salvado su
matrimonio mientras al mío lo había matado la virtud, que cosas tan graciosas
tiene la vida.
Superado el tema hablamos de los amigos que se quedaron, los que andan
regados por el mundo, el futuro y por supuesto, volvimos al pasado, el me habló
de una mujer hermosa con la que tuve la suerte de salir, pero de mi casa a la
de ella, todavía me pregunto por cual razón me escogió a mí.
Comentando con mi amigo llegamos a la conclusión de que fue porque era
el que menos posibilidades tenía de inventarse nada serio, pero ella al verse
cercana a otra cosa, se espantó y me dejó, sorpresivamente no hubo despecho ni
llantos, fue tan abrupta la cosa que no me importó mucho, a decir verdad a ella
tampoco, al poco tiempo se casó con un novio con el que volvió, según mi amigo
ella hoy día muestra varios kilos de más, un aspecto de descuido más por
incomodidad que por otra cosa, quizás el asunto del matrimonio no cuajó, pero
eso ya forma parte de un pasado tan lejano que se comenta solamente por el ocio
y el cotilleo, creo también para constatar que por más jodido que uno se sienta
siempre hay alguien que la pasa peor, la naturaleza humana que es así de cruel
para con los demás, también debe tener algo que ver con esta costumbre de
repasar el pasado solo para constatar que el presente es mejor, a pesar de
todo.
El amigo hace contacto con la esposa vía internet y me avisa que la
mujer va a llegar en dos horas, mientras se acicala en el hotel, me cuenta que
están en trámites de tener un hijo, ya están con los cuarenta en pleno y el
reloj biológico les está presionando, además en la calma del exilio se pueden
dar el lujo. En Venezuela era impensable para ellos, a pesar de que ambos
tenían buenos empleos, mejores sueldos, un ritmo de vida ciertamente holgado,
la calle, la escasez, el hampa, la política, la devaluación, ese tercer mundo que le tiene a todos un rancho en
la cabeza no les permitía ser responsables de una vida traída a ese manicomio,
lo asumían como un acto de responsabilidad, en cambio, en ese nuevo apartamento
de cinco habitaciones más estudio, despensa llena, índice de criminalidad con
estampa nórdica, sueldos en moneda dura y posibilidad de contratar niñera, escuela
cara, futuro por adelantado, hasta de traerse a la abuela para colaborar en el
cuidado del niño, les permite soñar con un hijo a quien criar enemigo de los
militares, de los curas, las mentiras, los comunistas y la incultura para que
alguien los recuerde en el futuro, quien quita, hasta los quiera cuando sean
viejos.
Los felicito, pido a la señora dueña del café que enfríe una botella de
champan para brindar apenas llegue la señora, para ese momento ya nos hemos
tomado más de la mitad del ron, pido una ración de cosas para picar, no vaya a
ser que la borrachera se decrete antes de tiempo, comemos mientras esperamos,
volvemos a la política y por medio del amigo descubro que soy perseguido
político, mi blog ya es un clásico con más de diez mil lecturas al mes, me
cuentan que hace horas salí en los noticieros de los canales del gobierno de
Venezuela.
La policía política me busca, pero son tan brutos que no se han dado
cuenta que no estoy en el país, seguramente ya interrogaron hasta al gato, cuando vuelva al país tendré que buscar
abogado, mañana me ocupo de eso, lástima que mis viejos tengan que pasar por
ese mal trago, menos mal que mis hijos me conocen, estoy seguro que ya saben y
están orgullosos de mí, las mujeres seguramente me relacionaron hasta con el
KuKluxKlan y los imbéciles de boina lo
han de haber publicado en los periódicos, que vaina cuando la política está en
manos de cerdos, que graciosa es la vida cuando ya nada importa.
Cuento al café en pleno, a
gritos, la novedad y todos brindan por eso, la disidencia se celebra en el
exilio, cualquiera que le haga daño al gobierno es bien recibido en todo el
mundo pensante, le comento al amigo eso y nos reímos a dúo, él se asusta, yo le
digo que no lo haga, al final con lo que gano por mis libros puedo mudarme a
donde me plazca, llevarme a mis hijos, al gato y hasta alguna amante que me
encuentre por ahí, le conté de la secretaria con quien todavía converso vía web
a pesar del exilio, mi cama prestada todavía la recuerda.
Dice mi amigo que no cambio, que a él todavía le cuesta entender eso de
la mecánica del amor, yo le respondo que eso no es ningún misterio, solo es
asunto de mirar alrededor con cierta atención, siempre hay alguna dispuesta,
más en Venezuela que quien no la da la presta, el me describe cierto prurito
que le da el sexo femenino, yo le respondo que eso tiene que ser invento de su
madre, él lo asimiló e internalizó pero que al final solo es asunto de dejarse
llevar, en mi caso nunca he tenido bienes de fortuna ni un gran empleo como
para decir que soy un playboy, pero jamás me ha faltado alguna amiga bien
dispuesta, él se ríe, yo me burlo, llega su esposa.
Ella es una mujer de buen ver, se mantiene bella, es un poco loca como
todas las mayores de treinta, ya anuncia sus manías, nos saludamos, nos
halagamos, ella por mis kilos menos, mi ausente calva, mi aspecto rejuvenecido
a pesar de todo, yo le halago la figura, su estampa de menos de treinta, su
cabellera y su sonrisa radiante, ella comenta lo de los periódicos y noticieros
de Venezuela que me nombran, reitera su ofrecimiento de asilo en su
apartamento, nos reímos, me burlo del gobierno, les digo que más tarde pasaré
por el consulado a gritarles un poquito, así
voy a enterarme de los cargos, claro, iré con mi nuevo amigo, Ramiro el
cura primo de los hermanos Valera, ellos se sorprenden, les relato la historia,
descorchamos el champan, nos explayamos en detalles jocosos de borracheras
épicas, en un momento en que la señora se ausenta para ir al baño aprovecho
para llamar a Ramiro e invitarlo a la tertulia, él responde que en una hora estará con nosotros para
saber más del tema.
En ese momento caigo en cuenta
que no les he preguntado sobe sus respectivos empleos en el exilio, él me
cuenta que trabaja en la empresa
multinacional que comercializa celulares
donde lo ascendieron a un cargo que suena como latinoamerican manager, ella que
montó una escuela de yoga que tiene más de cien alumnos en cuatro turnos
interdiarios, contrató más profesores, ahora
solo la administra, también
dictan clases de Thai Chi, así se ganan la vida, al terminar de explicar la
situación laboral, ella reconfirma la
búsqueda del hijo, motivo que aprovecho para confesar la razón del champán, que acabamos entre
risas y aplausos pues los hijos siempre han de ser bien recibidos.
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