Casi
se ha vuelto un mantra eso de quejarse por la inseguridad, que crece
exponencialmente a nuestro sentimiento de desamparo ante la arremetida del
crimen, tengo que ser sincero, salir de mi casa se ha vuelto un acto de valor,
volver a ella es igualmente otro acto similar pues creo que en cualquier
momento e veré con las puertas forzadas y las dos cosas de valor desaparecidas
por manos que prefieren lo fácil antes que ganarse sus cosas (como yo he hecho)
, ciertamente Venezuela se ha vuelto un campo de batalla sin frentes ni
enemigos claramente diferenciados, todo extraño es sospechoso de ser sospechoso
hasta que demuestre lo contrario o siga de largo, lo que suceda primero igual
se agradece.
¿La
solución? Organización, quizás sea difícil organizar nada en las calles pero si
comenzamos por nuestros hogares y espacios de trabajo creo que algo se puede
avanzar, si los vecinos se organizan para combatir el hampa con sus propios
recursos tengo la certeza que la voz se irá regando hasta que cada uno de los
que quieran meterse a robar en los hogares de la gente (ellos, los ladrones no
califican de gente) se encuentren con una cantidad considerable de ciudadanos
que, luego de propinar su merecido lo entreguen a las autoridades, que quizás
los dejen libres al día siguiente pero moretones o fracturas tardan lo suyo ,
obligando al indiciado a meditar sobre sus acciones, seguramente volverá a las
andadas pero también es seguro que su cuadra no la visite más.
Lo
más seguro es que algún lector se espante con la solución pues no solo exige
organización, también una cuota bastante grande de valentía así como estomago
para poder “castigar” a un ser humano, pero si lo vemos desde otro ángulo, algo
más personal, a esos seres no les interesa su vida (la suya no la de ellos, esa
la valoran mucho) ni la de sus familiares, en segundo lugar el valor no es un
asunto opcional en estos tiempos, toca tener bastantes agallas para vivir acá
este eterno rosario de miedos y carencias. La familia es la única cosa real que
todos tenemos y toca cuidarla, en este caos donde nadie viene al rescate a
menos que seas fulano de tal, amigo, compadre, primo o hermano del comisario,
el coronel, el general o el diputado, hay que buscar otras alternativas de
supervivencia.
No
pido que nadie salga a la calle a quemar al primer sospechoso que se le
atraviese, tampoco a linchar a cuanto transeúnte vea a deshoras por su urbanización,
barrio o pueblo. Pero si algún vecino está bajo el acecho del hampa es deber de
todos los demás auxiliarlo y de ser posible capturar al criminal de la manera
que sea, no creo que debamos soportar por más tiempo este azote que no tiene
salida visible al menos, todos los días sabemos de historias de horror gracias
al hampa que de paso se pavonea impune bajo la egida de un estado que impulsa
bajo cualquier excusa la patente de corso que se expide desde los reclusorios
nacionales, donde para nadie es un secreto se giran las instrucciones para
motorizar el hampa y la muerte en las calles.
Tengo
la impresión de que los hampones se solazan en el pavor que la gente de bien les
tiene, en el momento que ese pavor desaparezca se reducirán sus acciones, tengo
la certeza de que si cada barrio, urbanismo, caserío, pueblo, edificio o donde
sea que un núcleo humano se desenvuelva, se organiza frente a esa gente, sin
parar mucho a sentimentalismos ni a ventajismos o cacicazgos podríamos avanzar
cualitativamente a una drástica reducción del vandalismo tan común.
En
los lejanos noventas y ochentas, al sur de mi ciudad los vecinos tuvieron que
apelar a esas acciones, las viví y alguna vez hasta fui participe, pero entre
todos los vecinos logramos reducir los asaltos, atracos y robos
considerablemente pues en un momento dado nadie estaba seguro, tal como ahora
solo que es en todas partes y no localizado como hace años.
José
Ramón Briceño. 2014
@jbdiwancomeback
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