Mientras busco inspiración para escribir mi reflexión dominical, siento un ligero escozor de vergüenza pues me incomoda quejarme en público, da como vergüenza la cosa. Siempre recuerdo a mi abuela que le decía a todo el mundo que ella estaba bien, que la artritis no la dejaba en paz pero que las pastillas ayudaban, no le contaba a nadie que se tomaba cuando menos quince pastillas al día para los múltiples dolores y que había que interrogarla con saña para adivinar que necesitaba, sin embargo uno que por suerte no tiene artritis (aun) ni nada de lo que usualmente ataca a la gente mayor, se queja a diario de lo duro que es sobrevivir en Venezuela.
Es complicado dárselas de duro, quizás el único momento agradable (si es que puede decirse así) es cuando ves a esa gente que dio todo por acceder a altos cargos gubernamentales y que hoy día se ven casi en la miseria, amenazados por quedarse sin empleo y sin posibilidad de cristalizar sus planes que se quejan casi al borde del llanto, cuando menos a mí se me atraganta en la garganta un par de insultos junto a un “yo te lo dije pero nunca me paraste bolas”. A esos exchavistas los detesto, me provoca ciertamente gritarles en su cara la pendejada de su vida.
Muchos me dicen que ellos creyeron, que les decían cosas bonitas y se comieron completicos los múltiples cuentos de guerras económicas, dignidad latinoamericana, independencia, potencia, imperialismo y otras pendejadas que gritan voz en cuello los bobos izquierdosos. Eso no es excusa, la historia grita desde todos lados la falsedad de tales consignas, además están las pruebas más que fehacientes de la mentira absoluta y el mal fon de tales aseveraciones, no me vengan con cuentos de caminos, que si saber mucho del asunto, hace 20 años ya me daban piquiña los gobiernos militarizados, peor aún es cuando los civiles se meten a creerse gentuza armada, eso jamás termina bien.
Quizás lo más impresionante es ver a muchos que en algún momento hicieron negocios, llevaron votantes, eran miembros del partido, usaban su camisita roja, administraban mercales y hasta tenían en alta estima como amigotes a gente del al gobierno que le facilitaba los negocios, hoy son furibundos opositores, tengo la impresión de que la alegría de la revolución les tocó hasta que se quedaron sin su cambur, otros en cambio arrancaron de la nada hasta llegar a lo máximo que podían, tampoco pudieron lograr nada y comparten este destino miserable de todos los ciudadanos, estos últimos ni siquiera son opositores pues creen que todavía un golpe de suerte los puede colocar otra vez en la palestra.
Mientras me tomo mi café sin azúcar, agradeciendo que todavía tengo algo de café y pienso que le voy a dar de comer a mi hija que está conmigo el fin de semana, no hago más que pensar en tanto imbécil en el gobierno, en esos que lo mantuvieron allí, los que hablaban de integración, inclusión y humanización del estado mientras apoyaban la razia de los opositores de cualquier cargo público, que aplaudían las peroratas imposibles del difunto , que aun apoyan al imbécil y a los criminales que lo acompañan, buscando explicaciones lógicas para sus ilógicos discursos, ignorando olímpicamente esta realidad de balas , puñales, pranes, ladrones, narcos con las demás “sutilezas” de la revolución.
Sentirse el más desdichado no tiene sentido, cuando menos existimos 35 millones de desdichados en este país, el resto están muy felices como los cerdos en sus porquerizas, asumen que la peste a excremento es lo más normal del mundo, mientras que otros (como uno) saben que eso no es así. Alguna vez trabajé para el gobierno, un buen amigo me dio un cargo ornamental que terminó en depresión medicada y demás, donde pude apreciar, desde adentro la sarta de estúpidos que nutren el estado, adivinar en muchos casos cosas que hoy día son del dominio público, sin embargo muchas siempre son sospechas, una cosa es pretender que pueda suceder, otra muy distinta constatarlo. Hubo desfalcos, robos institucionalizados pero todos sin culpables, muchos de aquellos hoy viven en oros países pues alegan que su vida corre peligro.
Para cerrar, nunca creí en la fantasía militarista, así como no creo en la idiotez de la que se mienta extrema derecha pues son la misma vaina de los de la izquierda solo que con otra excusa, jamás me agradó el discurso del difunto ni las excusas de sus seguidores, de hecho siempre me he burlado muy frontalmente de la izquierda que pretende usar su discurso de aire para que quien les reclame se quede perdido, esa estratagema les resulta con mucho opositor pues tampoco entre estos la inteligencia es muy abundante. Sigo recordando a mi abuela con su negativa a quejarse, sin embargo también aplico mí ya mítica desobediencia para quejarme en voz alta y recordarle a los que alguna vez colaboraron con esta peste que también ellos son culpables de esta situación, aquí nadie puede sacudirse la culpa, la parte mala es que tanto descreídos como creyentes sufrimos el mismo incordio, la esperanza es que su purgatorio sea mayor que el mío.
José Ramón Briceño, 2015
@jbdiwancomeback