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lunes, agosto 24, 2015

Desde esta esquina

Las vacaciones son añoradas, no conozco a nadie que le desagrade estar sin la obligación de ir a trabajar y aun así cobrar su quincena de manera normal, en un país donde la economía es algo normal debe ser una maravilla salir de vacaciones y planificar cualquier plan, desde visitar los lugares interesantes de su región hasta unos días fuera del país en cualquier parte donde le provoque y su bolsillo le alcance, muchas veces hasta vale la pena endeudarse con la tarjeta de crédito para lograr tal fin, pero estamos en Venezuela, donde ir a la playa es todo un drama por lo que significa para el resto de la quincena tal gasto.

Estando de vacaciones  (quizás la única ventaja que tenemos los profesores sea la de tener largos periodos vacacionales) no he podido ni siquiera ir al cine con mi hija, es muy caro hacerlo, sobre todo si la quincena no da ni para el mercado y ciertas cosas del vivir hay que comprarlas en el mercado negro. Con eso del mercado negro me llama la atención una cosa. Un buen amigo me comentó que se fue de viaje para cuba, iba a hacer un documental sobre no sé qué cosa, como es costumbre recibió petitorios de cosas para traer, entre esas cosas que le pidieron, su novia le pidió por favor que le trajese toallas sanitarias ya que se supone que allá los turistas tienen acceso a ciertas cosas que para los ciudadanos están vedadas fuera del racionamiento perenne, al final le pidió a otra persona que iba desde Suiza que le llevase  el producto pues quería evitarse el viaje y le pareció más sencillo, el asunto se pone curioso cuando en el hotel donde se alojaba, el administrador ve cuando el amigo Suizo le entrega lo pedido y este se ofrece a conseguirle más, en cuba también hay un mercado negro bastante común, cual es la sorpresa de mi amigo al ver el empaque que dice “HECHO EN VENEZUELA”, mientras acá las mujeres tienen que hacer largas colas o buscar en el con los bachaqueros ese producto (e imagino que otros también) en cuba se encuentran sin gran problema cosas hechas acá pero que ni aquí se encuentran.

Lo único que puedo pensar es en quien se está enriqueciendo con tales negocios, ¿Cómo alguien en nombre de una fulana solidaridad apuesta por la miseria de sus coterráneos? ¿Qué maldición gitana nos ha caído encima?.

Buscando respuestas más o menos coherentes me topo con una pared, no existen conclusiones lógicas más allá de la escatológica. Cualquier conclusión se queda corta frente a la realidad local, el hecho de que un dólar cuesta ya ochocientos bolívares y sumando, que la canasta básica esté por encima de los setenta mil bolívares y un sueldo estándar sea de apenas siete mil quinientos, puede dar una idea a los lectores de cómo va el asunto acá.

Tengo que confesar que estoy deprimido, hasta hace unas semanas era una suposición, ahora es una realidad diagnosticada por un psiquiatra. Es complicado no estarlo cuando la pobreza se instala en tu casa, cuando no se ve salida por ninguna parte pues hasta la del aeropuerto internacional está cerrada gracias a que con tu sueldo no puedes ni siquiera pagar el taxi que te lleve a la terminal, cuando se aproximan las compras de uniformes escolares y te das cuenta que al comprar apenas una muda te vas a quedar sin comer quince días, pero por ser tu responsabilidad no puedes evitarlo, los hijos van primero.

Una de las peores cosas en este país es no saber a ciencia cierta nada, solo son suposiciones sobre lo que va a pasar o lo que está pasando, por ejemplo, tengo un par de semanas sin servicio de internet, razón por la cual estoy desconectado del acontecer nacional, ningún medio dice nada, todos son vitrinas de la maravilla revolucionaria, quienes se atreven a señalar están presos, los medios cerrados, las concesiones eliminadas y hasta el papel periódico limitado so pena de dejar de venderles materia prima para que no se metan con la revolución, estamos cercados, quien sabe hasta cuándo seguirá esta situación, el miedo es mucho, de ambos lados del espectro, el poder sabe que ha hecho y le teme a las represalias, buena parte de la oposición ha hecho negocios con el gobierno lo que lo hace parte del mismo problema, estado y hampa ya se confunden pues en un error de cálculo se hicieron socios para el control social sin darse cuenta de que malandro no respeta ni obedece, la miseria está insertada de manera muy profunda en la sociedad sobre todo si contamos que el 98% está en pobreza crítica ganando menos de un dólar diario, esa suma da un panorama desolador, cuando todo explote, si es que explota se llevará a muchos por delante sin distinción de nada.

La calle se siente rara, a las ocho de la noche están casi desiertas, el miedo se huele, ellos lo saben (el gobierno), todos lo sabemos, lo que no es para cuando se terminará la pesadilla, quizás lo único que tengo claro es que estaremos peor antes de estar mejor.
José Ramón Briceño, 2015

@jbdiwancomeback


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