La
verdad soy calvo sin solución, aunque tengo algo de cabello la verdad he
decidido hace años no dejarlo crecer y tener la cabeza rapada para evitar el
incordio de tener una franja de piel donde debería estar cubierto de cabello,
al contrario de muchos congéneres me siento bastante cómodo, de paso ahorro
buen dinero al año en cortes que me hago en casa sin tener que recurrir a ningún
barbero. También debo admitir que la costumbre se me está haciendo cuesta
arriba pues gastar una invaluable afeitadora es un asunto complicado en esta
tierra de escasez, donde una buena afeitadora desechable a veces toca buscarla
en el mercado negro pues lo usual es que te vendan unas porquerías que no
sirven ni para quitarse la barba de un día sin que te irrites la cara de tanto
apoyarla ya que se mella con la primera pasada.
Ciertamente
mi condición de calvo desprejuiciado me permite no tener que pensar en comprar
champú ni ningún producto de cuidado capilar, sin embargo eso no quita que me
indigne leer como un funcionario público dice con desparpajo y el caradurismo
natural de su condición que “Si tenemos que dejar de lavarnos el pelo, lo
haremos” (http://globovision.com/si-tenemos-que-dejarnos-de-lavarnos-el-pelo-lo-haremos/)
, hablando
a su vez de una fulana guerra económica que ya no se creen ni ellos, cuando
sabemos de sobra que el estado es quien supervigila todo lo concerniente a la producción
nacional y que entre sus virtudes nunca jamás se ha podido comprobar probidad
alguna en sus gestiones.
Si
todo fuese normal, y quizás tuviéramos algún bloqueo tipo Cuba, podría pensar
en que hubiese algo de cierto, pero cuando todos los medios internacionales
reportan que Venezuela es el peor país para hacer negocios, además sabes que no
hay divisas pero por si fuese poco se roban descaradamente una millonada en dólares
por parte de “empresas fantasmas” que “casualmente” dirigen varios capitostes
de la fulana revolución, sabes que la cosa no es nada de guerra económica, es
estupidez supina, aumentada desde un poder que está amparado en la impunidad
más descarada de nuestra historia republicana, dejando a cualquier otro
desfalcador de las arcas nacionales como simples rateros de terminal de pueblo.
Si
se pudiera considerar algo gracioso, las declaraciones de los funcionarios lo
serian, pero en vista de la seriedad de las consecuencias la verdad que más que
reír provoca llorar, una extraña mezcla de rabia, descontento, impotencia y
tristeza.
Al
final da como pena incomodarse por que tal o cual marca de algún producto de
cuidado personal no existan en los anaqueles, pero es una advertencia de lo que
tenemos acá. Sí, soy calvo y no uso nada de eso, pero tengo hija, novia, tías,
familiares y amigos que no son calvos, no sé ustedes pero a mí me gusta que mi
hija luzca su cabellera cada vez que puede y mi novia también, además se supone
que uno trabaja para poder tener las cosas que bien prefiera en su casa y verse
tan bien como se pueda, no es posible que entre tanta porquería ahora también
nos tengamos que aguantar andar mal olientes y desaliñados porque una sarta de inútiles
ha destrozado nuestra economía, además tengan la desfachatez de dar
declaraciones culpando a terceros.
Si
les soy sincero ya casi que ni me importa quien gobierne, al final los
políticos en su mayoría buscan lucrarse del producto del trabajo ajeno, como
decía el General Gómez “El problema no es que meta la cuchara en el erario
nacional, el problema es el tamaño de esa cuchara”, estos “amigos” tienen una
pala mecánica y a nosotros nos toca lo que se desprende de ella, como despojos
y miserias que no saben de estudios universitarios ni de empleos decentes, más
bien se premia la mezquindad, la rapiña, el saqueo del erario nacional y como únicos
requisitos son el de la fidelidad perruna y la cara dura para asegurar
cualquier estupidez como si un discurso de recepción del premio Nobel se
tratase.
Para
terminar me gustaría saber si los hijos, esposa, novia, amante, amiga, hermana
o lo que sea que tenga el fulano ministro se lava el cabello con jabón azul, de
ese que huele a grasa rancia y que uno ya ni usa para bañar a su perro, o es
que el cupo cadivi le da para importar el galon de Pantene a tres dólares cincuenta
junto a toda la línea de cuidado personal que en otros países es casi que
regalado, seguramente las mujeres de su entorno usan “Kerastasse” como lo hacían
mis tías en la época en que eran “ricas y famosas”, mejor lo dejo hasta acá
pues la sarta de insultos que se cuela entre mis neuronas dejarían muy mal a mi
formación como profesor de Lengua y Literatura, pero ustedes queridos lectores
pueden imaginar con absoluta libertad y acomodar los insultos que mejor les
convengan a la sarta de disminuidos mentales que “trabajan” para el estado de
este país donde la patria ya huele a excretas y es sinónimo de miseria.
Saludos
desde mi esquina.
José
Ramón Briceño, 2014
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