En
este país uno está acostumbrado a desconfiar hasta de las sombras, no sé si es asunto
de la crisis, desesperación o alienación colectiva, es que todos parecen querer
sacar ganancia por todo y de no ser así, en el peor de los casos atracarte o
alguna cosa similar, el asunto es que nada es gratuito ni de “amigos”. Eso es
palpable en todas partes, desde los sitios de trabajo, las escuelas, las
calles, los autobuses y hasta en el abasto del portugués que si te distraes te
cobra de más.
Hace
un par de semanas andaba con mi novia y el carro comenzó a fallar, nos quedamos
accidentados, mientras recibíamos cornetazos y de seguro algunas mentadas de
madre por estar deteniendo el tráfico en una avenida, era un viernes a la seis
de la tarde, yo empujaba y mi novia maniobraba el carro, se acercó un
motorizado, cosa que me puso en guardia, al final el hombre me ayudó a empujar
el vehículo de puro amable que es, pero la costumbre dicta que toca tenerles
miedo, uno jamás sabe cuándo el diablo anda suelto.
La
verdad no sé nada de mecánica, es más, no tengo licencia tan siquiera pues no
me agrada el estrés de cargar con la responsabilidad de no poder entretenerme
en lo que me provoque, pero así uno no quiera con el paso de los años algo se
aprende, a primera vista descubrimos el fallo, llamamos a alguien que nos
pudiese auxiliar y guardamos el carro. Al día siguiente salimos al peregrinaje
por la pieza que se dañó. Lo primero que me llamó la atención fue que en tres
cuadras y siete ventas de repuestos
automotrices tenían diversas versiones del mismo repuesto pero misteriosamente había
una diferencia notable en precios entre el primer local y el ultimo, algo así
como un 50% en promedio entre uno y otro local, más un recargo del 10% por usar
la tarjeta de crédito para pagar, lo más impresionante de todo es que la fulana
pieza “viene sin tornillos”, los vendedores de repuestos o sus empleados los
retiran de los empaques para luego venderlos en 300 bolívares que representa
casi el 20% del total del valor de la pieza mecánica, todo un atraco.
Llamamos
a un mecánico que va a domicilio, el hombre cobró su tarifa normal para moverse
a hacer reparaciones, en este caso solo tenía que quitar un par de cables y
reconectar el fulano repuesto, ajá, no hay tornillos, es sábado, son las cuatro
de la tarde (todo está cerrado) así que toca esperar al lunes, cuando el mecánico
me da la pieza dañada, descubro que está marcada por un lado con una palabra
muy fea (shit, en inglés creo que saben lo que significa), le pregunto a mi
novia si esa pieza no la había comprado hace unos tres meses cuando mandó a
reparar el motor de su carro, ella me contesta que si, por lo que deducimos que
el mecánico le puso la pieza nueva a otro carro y a este le colocó una
reconstruida por lo que con los días explotó, pero no es solo eso, casi estoy
seguro que la conectó con un par de alambres pues de los tornillo originales no
quedó ni el rastro.
En
resumen, lo único bueno de toda la
aventura fue descubrir que no todos los motorizados son unas bestias
desagradables, también hay gente amable entre ellos, lo peor fue descubrir que
la gente supuestamente honesta (vendedores y mecánicos) que viven de prestar un
servicio, son unos viles ladrones, no puede ser que un mecánico sea tan
descarado de robar el dinero de sus clientes colocándole piezas dañadas a pesar
de cobrarlas como nuevas y los vendedores ávidos de ganar más “comisiones” se
roben cosas como los fulanos tornillos, tan “insignificantes” en apariencia y
tan necesarios en la realidad. Quizás a algunos les parezca una
insignificancia, sin embargo si en mínima escala todos quieren robarte una
igualmente mínima porción, a gran escala explica mucho de lo que nos sucede
como nación.
No
sé, a veces pienso que es que uno es en exceso exigente, luego recuerdo que yo
me niego a robar a nadie de ninguna manera, hasta si me dan un vuelto de más lo
devuelvo, así como he devuelto sin pedir recompensa una cantidad considerable
de celulares sin importar cuan lujosos son.
La
cosa es que estamos llenos de gente pero no de ciudadanos, mientras no seamos
un país de ciudadanos, el carnecito, la palanca, la corrupción, la comisión y
el pillaje seguirán siendo los anhelos de muchos, mientras la minoría en la que
me encuentro sufrimos los embates de vivir en este país y de seguro
terminaremos adictos a alguna “pastilla mágica” que nos baje el estrés de todas
maneras acá si no te jode el chingo lo hace el sin nariz.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
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