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jueves, octubre 02, 2014

El que siembra tormentas cosecha tempestades



Esta mañana pasé frente a un quiosco de periódicos y por costumbre ojeé los titulares a ver si alguno me motivaba a comprar uno de los diarios nacionales o locales, cual será mi sorpresa que veo que a un diputado, muy joven lo mataron anoche en su casa junto a su “compañera”, lo peor (si es que hay cosas peores que un asesinato) es que me importó poco, no me conduele ni un poquito y eso la verdad me horroriza más que la muerte del fulano, quisiera compartir con ustedes la razón de mi desinterés.

Voy a comenzar por decir algunas cosas que pienso suceden a diario y por invocación de las mismas políticas que ese fulano apoyaba. La guerrilla y el narco al parecer son aliados incondicionales del estado, es complicado sentir afinidad por esas dos industrias que viven apoyadas en plomo y sangre, cuando no es que el crimen en sus más variadas formas apuntala sus actividades, ¿Cómo lo sé?, no se estresen que no tengo informantes no nada por el estilo, ellos mismos se han encargado de propagar esas noticias. Hace unos años el galáctico abogó por convertir a las FARC en un cuerpo beligerante a fin de que se acogieran a la convención de Ginebra como si de un país en guerra se tratase y no de una banda de malandros apoyados por cuanto sátrapa izquierdoso e imbécil hay por ahí, es más, el año pasado no se cual ministro aseguró que se habían entrevistado con más de dos mil bandas armadas en todo el país.

Todo eso apunta a que todos saben quiénes son y donde están los grandes jefes de los diversos carteles del país, quizás hasta (exagerando) podría asegurar que muchos de los jerarcas del estado son cómplices y beneficiarios de esa gran industria del hampa que es lo único que sigue funcionando en esta moridero de pobres, no me atrevo a acusar directamente a nadie pues cuando quien hace la ley es el mismo que la quebrantan de paso es amo y señor de eso que llaman “justicia” que como todos sabemos quién más plata tiene mejor saldrá parado en cualquier caso y yo señores gano un sueldo de maestro que no alcanza ni para una consulta de abogado popular, de esos que asaltan a los posibles clientes a las puertas de los tribunales tarjeta en mano, de esos que uno confunde con testigos de jehová que andan propagando la buena nueva de que algún día Jesús vendrá látigo en mano y acabará con todas las miserias del hombre.

En fin, mataron al diputado, quien sabe por cual razón lo hicieron, el cual negocio raro estaba metido, a quien le metió una zancadilla, que pran se incomodó con él, cuáles de sus “amigotes” se sentían molestos, extrañamente en ninguna de las notas por la noticia hablan de robo o de secuestro, no hay historias de guardaespaldas abaleados, policías enfrentados, nada que apunte hacia otra dirección que no sea el sicariato, pero ¿realmente fue gente de otro bando?, no sé.

Lo que me espanta, como dije líneas arriba es que me importe un carajo su muerte, pero si me importan los cientos de compatriotas que matan a diario en las calles, los que se mueren de mengua porque no tienen un medicamento, los que matan por quitarles un teléfono “inteligente” , esos miles al año que nade investiga, esos que se mueren, los entierran y hasta allí las investigaciones, mi abuela que era muy sabia decía que “Quien siembra tormentas cosecha tempestades” a ese hombre se lo llevó el tsunami que el mismo ayudó a  crear y que ahora amenaza a todos con llevarnos por delante y lo más seguro es que nadie pague como nadie paga por ningún crimen en este país.
José Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback


1 comentario:

Miguel Megias dijo...

Leí su articulo y coincido con su posición. No es cuestión de ser insensible ni odiar por odiar, es que la verdad ya no hay espacio en nuestros corazones para quienes tanta tragedia y dolor han causado al pueblo venezolano