Estos
días han sido de confusión total, puro rumor, pura guerra de Facebook, tuitter,
cadenas, gritos disparos, carreras, gases lacrimógenos, acusaciones,
desmentidos, mentiras y demás ingredientes normales para estos tiempos pero
maximizados por la histeria colectiva, los tirios reclamando su justa molestia
y los troyanos defendiendo su incapacidad desde la palestra del poder y las
armas, sin importarles mucho ni las formas ni las leyes.
Llama
la atención lo revuelto del espectro, mientras los medios de comunicación están
amordazados por la espada de la censura so pena de cierre, la única vía libre
que queda son las redes sociales, un milagro del siglo XXI con el cual los
humanes (prof. Flores dixit) se comunican entre sí. Estas redes se han vuelto
la única manera de monitorear y de dar cobertura a los hechos y situaciones que
se dan en este tiempo amargo de marchas y rabias, sin embargo tienen su lado
oscuro, por un lado unos (entre los que me cuento) andamos pescando verdades,
por el otro regalan mentiras que por la necesidad de información pasan por
verdaderas hasta que el tiempo las desmiente.
Por
obra y gracia de las redes sociales los cuerpos de (in)seguridad del estado han
quedado desnudos ante la opinión pública mundial, no importa cuántas ruedas de
prensa, cadenas, gritos, órdenes y contraordenes, ya todos saben que los
policías o algo parecido mataron a los dos jóvenes, así mismo nos enteramos
casi al momento de cuando sucede alguna barbaridad de esas tan cotidianas, como
las bombas lacrimógenas, los disparos de
balas de goma y las otras de plomo y cobre, al final hasta los homicidas,
abusadores de oficio, malandros disfrazados de revolucionarios, todos quedan al
descubierto en la maraña de videos, fotos y textos que a cada momento afloran
por la red.
La
parte mala es que igualmente las redes sacan rumores a granel, matan a gente
mientras cena, cuentan de viudas llorosas que denuncian fusilamientos secretos,
sacan fotos de hace años o de otras latitudes como si del patio trasero se
tratase, en fin, toda una estrategia de desinformación dirigida a hacer más
patente la histeria y con ello forzar alguna situación que desencadene un baño
de sangre que a su vez justifique la salida por la puerta del medio, de tropas
de asalto con acento antillano y aroma de ron con yerba buena que sumado a los
ya animalizados criollos seguramente les aseguraran una buena cosecha de
cabezas pensantes, así se aseguran el sustento en petróleo y dólares que con
tanta ansiedad nos quitan de la boca.
Hasta
el humor lo han pervertido, los oficialistas, esos que reclaman respeto, son
los más groseros con sus imágenes, memes y mensajes, no creo que ningún humorista
o ciudadano serio esté de acuerdo en hacer tales cosas, solamente quienes
carecen del más mínimo sentido de la decencia además de exhibir una condición
mental deplorable acepte tales cosas como “normales”, cuando menos yo sería
incapaz de hacer comentarios escatológicos a pesar de que la tentación es
mucha, el humor así como la vida debe ser llevado con algo de seriedad para que
tenga el efecto, ahora, la ramplonería y la chabacanería habla peor de quien la
ríe que de quien la piensa.
Creo
que este momento es para intentar, en la medida de lo posible ser serio,
delimitar lo cierto del simple rumor y el chisme de la información seria, no es
fácil, lo sé, las fuentes están secas o simplemente fueron cortadas de raíz,
entonces toca hacer acopio de sentido común, ver todo con ojos de incredulidad,
no alarmarse hasta cotejar la información de la manera que podamos. No hacer
caso de rumores o de chismes nos hará más fuertes, ignorar la desinformación
generada por los agentes del estado, los del G2, los de los afectos al
oficialismo a quienes por cierto es mejor ignorar, caer en la tentación del
insulto es muy fácil, darle alas a la ignorancia también, entonces, así como
exigimos se nos respete, respetemos a los demás, no divulguemos de manera automática,
primero veamos, cotejemos y si al final la cosa resulta cierta publiquémoslo
hasta en los asientos de las paradas de bus, en las bolsas de pan, en las redes
sociales y hasta en los postes de electricidad, que la censura se aburra y los
otros se cansen, somos más, somos inteligentes, queremos futuro, construyámoslo
desde nuestras esquinas sin caer en tentaciones vanas, no nos dejemos llevar
por los nervios o la rabia, que esta carrera es de resistencia, no de
velocidad, allá los que se desesperan y aportan bala y brutalidad, no olvidemos
la bronca pero esa toca administrarla
para que sea efectiva, de otra nos perderemos el rumbo.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
@neurocaotico
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