En estos días hablaba con un grupo de amigos y caímos
en el tema de la educación, ciertamente, en teoría cuando menos, hoy día somos
más educados que nuestros padres y abuelos, no me refiero a niveles académicos,
más bien a la forma en que vivimos todos, ya saben los adelantos tecnológicos
que cuando éramos niños parecían cosas de ciencia ficción y hoy pues son cosas
tan normales que a nadie sorprende por ejemplo, los celulares que hasta como máquinas
para escribir funcionan, demás hacen fotos, te conectan a las redes sociales,
sirven de agenda y hasta te sacan de apuros por obra y gracia de la Wikipedia, fíjense
que hace solo veinticinco años lo más parecido era el zapatofono del súper agente86.
En cuanto al trato entre humanos y su lenguaje hemos avanzado
cuantitativamente, ya nadie le dice a nadie enano, los homosexuales son
tratados como gays de manera pública, respetados y hasta admirados, ya no se
esconden como hace años, nadie habla de negros, habla de afro descendientes, en
las escuelas tampoco existen los castigos físicos o denigrantes a los niños, ya
los padres no le dan correazos terapéuticos a sus hijos, nadie fuma en lugares públicos
para respetar el espacio vital de los no fumadores, hasta inventaron darle
nombre al acoso escolar que en antaño costaba golpes, mordiscos y arañazos en
las escuelas por parte de todos los jóvenes, era una suerte de iniciación por
la que todos pasábamos, la diferencia es que hace 30 años eran solo puñetazos y
ahora los niños han de darse por bien servidos si no hay plomo y acero en
cualquier tangana escolar, cosa mala. La sociedad al parecer ha tomado
conciencia y ya no venden cigarrillos a menores de 18 para cuidar los pulmones
y la vida de los muy jóvenes.
Ya no hay recluta obligatoria, es decir que quienes
cumplen el sagrado deber de cuidar la patria lo hacen por razones muy
personales y no por que un policía redondeo su quincena levantando muchachos en
las calles para entregarlos en los cuarteles para que estos hicieran una pausa
de dos años en sus vidas, la educación básica no es un tormento para nuestros
niños, ahora tienen derecho a repetir los exámenes de reparación tantas veces
como sea necesario para así no reprobar el año escolar y alcanzar pronto el tan
ansiado paso a la universidad, ya los
anticonceptivos no son un tabú y pueden ser adquiridos por cualquiera para poder
alcanzar su futuro sin que los niños no planificados se lo trunquen, la cultura
está al alcance de un click con la popularización del internet y la televisión
por cable.
Muchas universidades dejaron de lado las pruebas de
admisión para que cualquiera tenga acceso a la educación, en fin, somos en
estos tiempos un país con muchas diferencias del aquel que vivieron nuestros
padres y abuelos, lo que debería ser, en líneas generales un avance en todos
los niveles del vivir.
Sin embargo y a pesar de todo lo descrito anteriormente,
a diferencia de aquellos tiempos ahora la violencia tiene límites de película clase
B, niñas embarazadas en los liceos, todos los días matan a la gente por
pendejadas, por robar desde un par de zapatos hasta el teléfono celular arrechísimo
de esos que cuestan unos cuantos sueldos básicos, los profesionales salvo
contadas excepciones no tienen el gran nivel, los muchachos no solamente se
toman su tradicional anís con limón, ahora se meten cualquier cosa (Cocaina, heroína,
extasis, pastillas, marihuana y cualquier otra cosa que les de “algo”), los
bachilleres pues en su mayoría pasan de largo en el liceo.
No es que antes no hubiese nada de violencia, pero
no recuerdo haber leído cuando menos tan seguido los relatos de horror que a
diario se cuelan desde los periódicos y las redes sociales, no sabía que
matasen a mansalva en las calles, ni que los hijos matasen a sus padres o
abuelos por gusto, ahora al parecer , en ciertos estratos sociales es un honor
haber pasado por la cárcel y ser amigo de los malandros más peligrosos, la
prostitución era casi un tabú, ahora es un oficio con columna propia en los
clasificados de los periódicos físicos y digitales, las drogas eran mal vistas
por todos, ahora raro es el que no se fume aunque sea un porro por aquello del estrés
lo cual no es el gran problema a menos que terminen en piedra y se vuelvan un
peligro para ellos y sus familias.
El lenguaje ha cambiado, pero se han inventado
nuevas formas de insulto público, emanados e impulsados desde la cúpula política
del país, lo que ha degenerado en una suerte de apartheid con la diferencia que
no está afianzado en el color de la piel si no en el color de sus ideas
políticas.
En contrasentido, las escuelas se han ido
humanizando sin embargo la inversión cultural en los museos y salas de teatro
han mermado hasta casi vivir con asignaciones de menestral, abandonados y sin
apoyo estatal, los espacios culturales están en un estado de letargo total y
abandono increíbles, por tanto ese esfuerzo de quienes hacen cultura se diluye
dejando a esa gran masa emergente a merced del vallenato, el regeton y
cualquier otro género que ensalza cosas que no deberían ser arte de la
formación de una generación, me explico, si un joven desde sus primeros años
oye insistentemente que ser malandro no es malo y que drogarse es un escape,
considerará que no es la gran vaina hacer esas cosas, si primero sabe del
perreo que de la poesía, pues no hay mucho que decir.
A pesar de todos los adelantos mi país, por no decir
el planeta y dejar de lado la joda de ayudar al avance de la humanidad, estamos
cada día peor, la brecha entre quienes se forman de manera correcta y quienes
se dejan pervertir por las presiones del medio, la formación de las nuevas
generaciones está en manos de la televisión y al gobierno le interesen más las estadísticas
que la calidad educativa , así como la calidad de vida de sus docentes,
merecemos un holocausto con hornos de cremación y todo pues hacia allá vamos,
ya que vivimos en un eterno estado de guerra, los Venezolanos seguramente viviríamos
tranquilos en cualquier país en guerra ya que desde hace unos años salimos a la
calle mirando hacia todos lados, intentando descifrar las intenciones del peatón
que cruza la calle, del motorizado que viene por un lado, del colector en el
bus, la desconfianza por todos es una cosa que se cuenta y no se cree, eso sin
hablar de que ya en las ciudades el sonido de las chicharras y las luces de las
luciérnagas fueron sustituidos por el de las armas y sus luces al ser
detonadas.
Ojalá los grupos contra la violencia crezcan, el
discurso oficial cambie, la economía prospere y el malandraje desaparezca para
que mi país, mi ciudad, mi entorno sea el que quisiera para mis hijos y dejar
de ser el país de los emigrantes en potencia por obra y gracia de la educación
y su ausencia.
Jose Ramon Briceño Diwan, 2013
@jbdiwancomeback
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