Hace unos días tuve un episodio
de gastritis, parecería algo muy normal en estos tiempos de mala alimentación y
alto contenido de estrés debido a los mil problemas con los que toca lidiar, si
lo vemos desde una óptica más amplia pudiéramos decir que son normales de
cualquier ser humano más allá de los cuarenta años, la casa, los hijos, las ex
(solo aplican con las que se tienen hijos), los jefes, en fin todos aquellos
pequeños dramas naturales del vivir, ahora, en Venezuela son algo más delicados
pues solo con la supervivencia propia ya hay bastante estrés hasta para
regalar.
Tenía catorce años que no sufría
episodios de esa naturaleza, menos en estos últimos donde los excesos casi
nunca incluyen la ingesta de alimentos prohibidos para quienes sufren de esta
condición estomacal. Mientras estaba adolorido pensaba en las posibles razones
de tal dolencia hasta que caí en cuenta que llevo un par de años en modo
Indiana Jones, solo para llegar a un empleo mal pagado pero que a fin de
cuentas es lo único a la vista , me explico, levantarse a las cuatro de la
mañana no tiene gran drama, historia distinta es andar en metro, una vez que
logras llegar pues hay un desdoblamiento espacio temporal entre la parada de
autobús en mi casa y la estación más cercana, en vehículo privado (taxis
incluso) hay diez minutos apenas entre
la puerta de mi casa y la estación, en autobús son entre treinta minutos y dos
horas dependiendo del tiempo que pases en espera, pero caminando es hora y
media, de todas maneras como pagan tan mal tampoco merece el esfuerzo de la
caminata así que sale aguantarse la ruta de autobús.
Llegas al metro y hasta la
primera estación de transbordo todo fluye más o menos bien, por lo general en
este primer tramo la cosa fluye normal como si de un país organizado se tratase
quizás si lo cobrasen uno podría confundirse, cuando llegas a la estación de
transbordo el asunto se pone álgido, comienza el estrés, al llegar no sabes si
habrá retraso, se irá la electricidad, el tren tendrá aire acondicionado ,
habrán pastores evangélicos haciendo su apostolado apocalíptico a gritos entre
el tren, vendedores ambulantes gritando de igual manera que venden tres
chocolates por un dólar, chupetas a cientos de miles de bolívares la unidad o cinco por un dólar,
mendigos varios con serios problemas , unos inventados y otros con toda la
estampa de ser algo normal, hijos enfermos sin medicación por falta de dinero,
eso en un país donde un blíster de penicilina vale un par de sueldos básicos,
donde el tratamiento mínimo para la hipertensión vale fácil entre cuatro y seis
sueldos dependiendo de la marca o la farmacia donde compres hace factible que un
desesperado salga a pedir limosnas para completar la cura para cualquier cosa.
Ya en muchas ocasiones me ha
tocado caminar por los túneles del metro al lado de rieles energizados pues no
se va la luz si no que el tren se dañó, he andado en trenes que por error
humano transitan por el riel equivocado, he visto asaltos, peleas, apagones
llegando incluso al extremo de tener algún producto comestible no perecedero en
mi puesto de trabajo para poder canjearlo por efectivo en caso de necesidad ya
que no hay cajeros automáticos y de haberlos funcionales jamás dispensaran lo
suficiente para volver a casa en autobús. Volver se ha vuelto un ejercicio de
sagacidad, toca identificar el comportamiento del metro pues a veces quince
minutos de espera por un tren que no llegará ya que por lo general en las
estaciones solo hablan de retraso nunca de suspensión por lo que fácil este
retraso puede ser de apenas unos minutos hasta horas enteras, no tomar la
decisión a tiempo bien te puede valer dormir en la calle , así mismo esa
decisión incluye hasta la ruta a tomar para llegar a la parada de autobuses más
cercana, ya ha sucedido que por tardar ha tocado caminar media ciudad capital
pues hay paradas donde los autobuses funcionan hasta las tres de la tarde, si
se pasa de la seis puedes fácil gastar la quincena entera porque luego de la
seis de la tarde el precio se duplica, igual aplica si llueve así que la
rapidez es la clave, de paso tener media quincena en efectivo es complicado, en
mi caso últimamente tengo por costumbre cargar al menos dos dólares escondidos
en la billetera para casos excepcionales , aunque debo admitir que aún me estoy
acostumbrando a verlo solo como 2 dólares y no como la mitad de mi sueldo
mensual.
Salir de casa cada mañana exige
una alta dosis de aguante y resignación, es lo que toca hacer para vivir y de
paso seguramente es la vida de las mayorías , en pandemia la cosa se pone
álgida porque los precios del transporte (ilegal y pirata) hacia la ciudad
donde vivo se duplican de inmediato, el metro bien es una forma pero en ningún caso la solución , el
viaje dese mi ciudad hasta la capital de la republica fácil puede durar hasta
cinco horas por lo que la jornada laboral no puede pasar del mediodía lo que
termina siendo un par de horas en la oficina para salir a la carrera esperando
llegar a la ciudad antes que el transporte público acabe y termine caminando un
par de horas a casa, la vuelta es más forzada porque requiere un par de
kilómetros en subida permanente atravesando barriadas donde fácil puedes ser
víctima del primer desocupado en busca de posesiones ajenas para vender.
Mientras estaba adolorido por la
molestia de la gastritis caí en cuenta de que esa rutina del madrugonazo, el
salto entre autobuses, metros , calor, gente , pobreza, mal dormir que sumado a
la atención constante a las señales de la calle para evitar no solo ser víctima
de asaltos que incluye el esfuerzo de calificar a todos los caminantes por si
alguno tiene trazas de enamorarse de mi teléfono, la pc portátil o lo que se
les ocurra donde hasta la policía aplica pues luego de detenerte bien pueden
quitarte tus pertenencias bajo la excusa que al no tener facturas de nada tampoco
puedes justificar la posesión, una pc o móvil
son tesoros cuyo valor es superior por varios ceros a lo que devengan por
sueldo, todo eso suma para que un habitante de cualquier otra parte del mundo
comience a escupir sangre por una ulcera, si acaso a mí me toca una simple
gastritis que se cura con dieta y protector gástrico, lo más cumbre fue
descubrir que al parecer a todo el mundo le ha dado, cuando coloqué en una red
social que estaba sufriendo de eso la avalancha de recomendaciones que iban
desde la preparación de sumo de papas crudas hasta la ingesta de lechosa
licuada con conchas y semillas más el jugo de al menos dos limones en ayunas,
cosas que agradezco un montón pero que me niego a consumir por no ofender al
paladar por suerte tenía una reserva grande de protectores gástricos.
Al final, al descubrir que todo
era por estrés tomé cartas en el asunto y bajo
una terapia cannabica desaparecieron todos los síntomas , aunque no
mejoran los modos de vida tomé la decisión de mandar al carajo a todos, ahora
voy una vez a la semana al trabajo explicando a los jefes que trabajar para
mantener a los conductores de autobuses no tiene sentido alguno y por suerte no
me despidieron, encontré otro empleo que tampoco exige tanto y al final por más
que me angustie nada va a cambiar, lo que obliga en todo caso a bajar la
intensidad de la exigencia, quizás seguir escribiendo para liberar estrés
esperando que de alguna manera milagrosa algo cambie más a nivel personal que nacional, hay quienes lo pasan peor en este país
donde Nietzsche sería feliz comprobando que su eterno pesimismo se quedaría
corto, lo suficiente como para terminar siendo
parte de cualquier horda pro new age , hoy estoy en rebeldía , mientras escribo me tomo un par
de tazas de café negro y dulce acompañado de dos cigarrillos de tabaco rubio lo
que espantaría a cualquier médico especialista en gastroenterología, estoy convencido de que si aún nada me ha
matado, una gastritis por estrés tampoco lo hará, amanecerá y veremos, total,
en medio del apocalipsis nada es tan grave como lo sentimos.
José Ramón Briceño
09/11/20