Dos amigos se
encuentran en un centro comercial en Miami, uno es emigrante y el otro anda de
paseo, el emigrante es ingeniero electricista, graduado con honores en una
universidad de las más prestigiosas del país de origen, el otro pues solamente
culminó el bachillerato y de ser taxista se convirtió en uno de los hombres más
importantes del régimen.
El emigrante trabaja en una cadena de comida rápida, allí
hace de todo, en las noches además trabaja en un bar cercano a su casa
sirviendo tragos, total como doce horas diarias más las que gasta en ir y venir
de su casa a los trabajos, agotadora la cosa, el día que ambos se tropiezan,
resulta ser un lunes cualquiera en que mi amigo el emigrante está libre, esos días
usualmente se queda encerrado en casa chismeando por internet y disfrutando la
dicha de no hacer nada, sin embargo le dio por salir a comer alguna cosa
afuera, ya estaba harto de la comida precocida en casa y como en su casa
materna no hizo más que estudiar pues nunca aprendió ni a freír un huevo, razón
por a cual su nevera rebosa de pre cocidos, de esos para calentar en el micro
ondas.
En fin, cuando mi amigo hacia su cola para esperar mesa en
un pequeño restaurante venezolano, oyó una voz bastante familiar a su espalda,
esa que le recordaba sus tiempos de adolescencia cuando salía de la universidad
y con cualquier pretexto se quedaba con algunos amigos fumando marihuana y
bebiendo cualquier vaina que su escaso presupuesto de estudiante mantenido le
procurase, en efecto era su pana de la lejana ya adolescencia quien regañaba en
un español muy claro, no exento de un sonoro “coño” acompañado de “nojoda
carajito tu si jodes”, así voltea y se encuentran, saltándose las reglas de
urbanidad que tanto respetan los norteamericanos se gritaron y abrazaron,
encontraron mesas conjuntas , se presentaron con los miembros de la familia del
hombre que iba de visita a ese país.
Acto segudo se pusieron al día, eran más de diez años sin
hablarse, por supuesto tenían bastante que contar, el emigrante inocente de la
ocupación y fiel a su creencia de que los panas están tan o mejor que él, le
pregunta sobre la situación del país, el otro fiel a su costumbre le cuenta que
todo está de maravilla, que fíjense, si el, un pobre taxista se permite un
viaje a Miami con la familia en pleno , hotel de lujo, carro alquilado y hasta
niñera para que cuide a los niños mientras el matrimonio sale de farra pues el
país no podía estar mejor.
Cuando el emigrante le cuenta no sin vergüenza que el tiene
dos empleos que distan años luz de su preparación académica, el visitante con
un sonoro “que bolas” lo regaña y le
dice que se vaya otra vez a Venezuela, que el tiene contactos arrechísimos para
encontrar empleo muy bien remunerado y que le permitirá aparte hacer ingresos
extras en vista de que hay7 toda la posibilidad de encontrarle trabajo como
alto gerente de una empresa estatal, que como ´plus se le permite hacer compras
sobre preciadas para poder redondearse la quincena.
En ese instante se ensombrece la faz del emigrante y como
por encanto endurece la mirada, le pregunta a boca de jarro, si eso es cierto
que es una hecho aceptado lo de la corrupción, el otro que anda distraído con
los niños le dice muy alegre que sí, que eso no es gran problema, que si le está
diciendo eso es porque realmente se puede hacer y en virtud de que están lejos
de los cuerpos de seguridad el se permite hacer ese comentario, el emigrante
más molesto le dice que “que bolas” y lo dices así tan tranquilo, el otro le
responde , claro mi pana, es mejor andar en esa que ser pelabola como esos apátridas
que hablan mal del legado de mi comandante, que el no ve mal alguno, ¿si otros
lo hacen por qué razón él no puede?.
El emigrante que ya está cansado de la tensión, se toma un
jugo de mango para refrescarse los recuerdos de su casa allá en Venezuela y cambia
el tema, preguntando si eso de la inseguridad es cierto, el otro dice que son
patrañas para desacreditar al gobierno, sin embargo y por si las moscas el
contrató un servicio de escoltas y una alambrada buenísima en su casa, para
estar tranquilo pues para él la familia va primero.
Francamente molesto, el emigrante le espeta que si la vaina
es tan buena en Venezuela por qué carajo de venia al imperio que tanto dicen
odiar, el otro aun desconcertado con la molestia del amigo responde que no
tiene nada que ver, pero que sin embargo con eso del dólar negro y las
limitaciones para importar, el aprovechaba de salir y comprar lo que necesitan
para vivir allí pues con todo y el sobrepeso en las maletas le salía más barato
que en su país, además el como buen gerente nacional tenía unos negocios con
empresas de allí que le reportaban sus comisiones en dólares razón por la cual vivía
bastante holgado.
En es e4instante pierde la paciencia mi amigo el emigrante y
a pesar de su costumbre, le grita que mejor está allá pelando bolas pero seguro
que en su querido país inseguro pero pelando bolas de igual manera pues el no
estudió tanto para andar de jala bolas y si la plata vale más que sus estudios
y su honra pues a la mierda, en ese momento se hizo un lio inmenso en el
restaurante pues muchos de los que allí estaban oían la conversa con la misma
repulsa, sin embargo por un asunto de cortesía no se metían, pero en vista de
que la cosa se salió de control intervinieron.
Al final dejaron de ser amigos, llegó la policía y se acabó
el problema, sin embargo queda la reflexión en el aire, esa es la razón (dice
mi amigo) por la cual no vuelvo, acá tengo casi todo lo que soñé, allá aun lo
estuviese soñando.
José Ramón Briceño. 2013
@jbdiwancomeback
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