El
padre que me tocó en suerte siempre fue un soñador que buscaba atajos para
obtener mejores medios de subsistencia, alguna vez intentó ser pescador a
tiempo completo, luego que en una de esas temporadas donde no tenía empleo se enroló
como parte de la tripulación de un bote pesquero, quince días después
volvió buscando la manera de tener su
propia embarcación para escapar de la
monotonía que implica ser técnico radiólogo sin grandes estudios ni capital
para tener equipo propio que le ahuyentase el mal trago de ser asalariado de
sueldo mínimo mientras los jefes nadaban en dinero, la medicina siempre fue buen
negocio e intuyó que si en esa campaña de pesca que los compañeros calificaron
de no muy abundante, haciendo cálculos a vuelo de pájaro el capitán se había
ganado el equivalente a tres años de sueldo, bien podría hacer el intento de
lanzarse al mar para volverse un potentado menor, con el incentivo ver a su
esposa una vez cada mes, lo que en su situación conyugal algo caótica no era
mal negocio.
Haciendo
malabares para solicitar un crédito, una año después se hizo con un barco de
madera que tenía 15 metros de eslora, con un peso estimado de 40 toneladas, lo
que no calculó era que el tal barco lo estaban vendiendo tan barato porque
estaba mal construido para travesías largas, si acaso para transportar turistas
entre la cosa y alguna isla cercana. El Papagayo (así se llamaba la
embarcación) tenía tres motores fuera de borda de 75 HP que devoraban gasolina
a raudales, cualquier marino sabe que el combustible es un asunto de vida o
muerte en alta mar y cualquier motor que consuma tanto como el de gasolina iba
a desangrar las finanzas de la embarcación por lo costoso y además no rendiría
la cantidad de millas náuticas que debería cubrir el tal barco para poder realizar
las campañas de pesca, en segundo lugar, no era marino, tampoco sabía nada de
navegación, razón por la cual se perdió la carga en la primera campaña pues al
no trazar la derrota (ruta) con exactitud , terminaron muy lejos del puerto con
lo que hubo que botar carga para aligerar el bote y permitir moverlo con un
solo motor, en fin, hubo tantos errores de novato que la empresa fracasó antes
de un año, con tanta suerte que el banco que había dado el préstamo para la
compra del barco quebró de manera estrepitosa y por alguna razón “extraviaron”
todos los archivos, sin documentos probatorios la junta interventora jamás pudo
cobrar el crédito, lo que fue un milagro pues de otra mi pobre viejo hubiese
perdido hasta su casa.
Años
después yo era un muchacho joven a quien de verdad lo único que le gustaba era
hacer nada, perseguir mujeres, cabello por los hombros, odio feroz por el
estudio formal y una habilidad asombrosa para encontrar parrandas gratuitas con
amplias cantidades de licor, lo que invariablemente me hacía llegar borracho a
casa con mucha frecuencia, una tarde tuve un encontronazo bastante fuerte con
mi abuela, cuando la pelea estaba en pleno apogeo llegó mi padre quien de
inmediato tomó cartas en el asunto, cuando la discusión bajo de nivel me puso
en una disyuntiva, tenía que aprender un
oficio que me permitiese emplearme en alguna cosa útil para el futuro o me unía
a prestar el servicio militar además amenazó con hablar con un tío político
quien para la época era oficial activo de alto rango para que me buscase con la
policía militar, casi inmediatamente encontré cupo en un instituto para
estudiar administración, craso error, las matemáticas nunca fueron mi fuerte y
la financiera es un galimatías, casi como aprender a hablar ruso con un diccionario
de bolsillo, abandoné.
Un
fin de semana en que papá vino de visita, comentábamos lo espantoso de las
clases y mi decisión por abandonarlas, mi padre sacó una botella de ron que
tomamos en el jardín, al quinto trago trajo a colación la tragedia del barco,
habló con tono lastimero de como fracasó de manera terrible con aquella
iniciativa y achacó muy certeramente ese fracaso a la ignorancia en materia de
navegación, dijo que si yo estudiaba algo de eso, él gustosamente vendería lo
que tenía para volver a comprar otro barco y fundar una empresa pesquera
familiar, pintó un escenario de ensueño que nos resultaría de gran provecho en
el futuro, al yo preguntarle donde estudiaría eso pues ni idea, él sacó un
recorte de prensa donde publicitaban una pequeña escuela al norte de la ciudad,
apenas a dos autobuses de distancia, era semi-internado y mataba dos pájaros de
un tiro, le daba gusto y huía con éxito de la recluta que para aquel tiempo era
el terror de quienes no estaban en la universidad pues la policía cobraba un
bono por cada recluta entregado a los militares, dos años de cuartel eran el
equivalente a diez años de cárcel.
El
lunes siguiente estaba en el instituto haciendo el papeleo para la admisión,
fue tan fácil que al instante ya me parecía una estafa, al final si lo fue y
jamás utilicé esos estudios, es más, cuando terminé el curso no fui a la parada
de graduación por negarme a comprar uniforme, los que tenía los vendí al día
siguiente de haber terminado con éxito las clases, tampoco hice las pasantías
por lo que el titulo no tiene validez. Todo eso trajo muchos problemas en casa,
otra vez a buscar empleo, me dejé crecer el cabello y apareció la escuela de
artes visuales donde hoy día trabajo.
En una reunión familiar, tiempo después, papá
hablaba con mi abuelo sobre mi inconciencia por no aprovechar los estudios,
estaba triste pues pensaba que yo no serviría para nada jamás y que sería una
carga para el futuro de la familia, el viejo contestó con una de sus sentencias;
decía que se quedase tranquilo pues nada de lo que uno aprendía sobraba, en
algún momento la vida mostraría la manera de utilizar ese conocimiento extra
curricular alguna vez, el hombre era sabio realmente.
Con
los años he podido comprobar la certeza de sus palabras, pues la verdad he
hecho cursos de muchas cosas, desde fabricación de productos de limpieza,
cocina (ese de modo autodidacta) , fotografía, contabilidad (no aprendí nada en
ese y me retiré) y al final ha resultado que el que complementa mucho de mi
filosofía de vida actual fue aquel periodo inútil de uniformes y gritos que
duró dieciocho meses en los que se suponía sería “Marino mercante” un eufemismo
para nombrar al capitán de una
embarcación menor de 40 toneladas , que en términos náuticos es poco más que
una lancha de esas que usan los pescadores y quienes por cierto de casualidad
escriben, así que como formación académica poco vale.
Era
un instituto pequeño, el cuerpo docente estaba lleno de fulanos que ciertamente
no sabían mucho del asunto y que disfrutaban con cierto placer sádico el cuento
ese de la estructura militar, los uniformes , las ordenes, los castigos y las
necedades propias de quienes usan algún traje lleno de insignias con galones
que les de la ilusión de poder, los alumnos en su mayoría eran así también,
exótica penitencia, las clases eran muy aburridas y hasta me gané la sospecha
de ser homosexual por no asistir a los burdeles con mis compañeros quienes se
gastaban sumas groseras en complacer a unas “señoritas” que les halagasen el
uniforme blanco que usaban por pura necedad pues la verdad ese fulano uniforme
náutico lo puede usar cualquier dueño de una embarcación así esta sea un bote
inflable para pasear por el lago o un peñero, si eres el “patrón” se vale
utilizar el uniforme de capitán sin que ninguna ley más que la de no hacer el
ridículo en público te lo prohíba, lo de mi negativa al burdel aparte de la
lógica razón económica se basa en que nunca he entendido el placer de pagar por
algo que debe ser gratis, además las muchachas no eran ningún problema para mí,
no necesitaba disfrazarme para conquistar, en cambio mis compañeros de clase
sufrían una suerte de complejo de inferioridad que los obligaba a utilizar un
disfraz que atrajera mujeres incautas que creían conquistar un futuro cuando al
final solo eran un prospecto de obreros con permiso de utilizar uniforme
vistoso, hasta el jorobado de nuestra señora de París se vería bien con
uniforme blanco .
Hasta
hace muy poco pensaba que en esa escuela
solo aprendí a dar órdenes, luego que un fulano oficial se diera cuenta que yo
no me metía con los alumnos de menor rango, lo que causó arresto severo con castigo físico para que
aprendiese a ser malvado con los más débiles de la estructura. Eso me asqueaba
la cosa pero le había prometido a mi viejo hacer lo posible por aprobar ese curso
que al final la verdad tenía un nivel de exigencia académica como para
retrasados mentales lo que no supuso esfuerzo alguno en esa área, cosa
diferente en lo de la disciplina “militar” que si me costaba un montón, por un
asunto de supervivencia terminé ladrando como mis superiores además de
agarrarme a golpes con algunos compañeros equivocados que confundían amabilidad
con mariconeria y educación con debilidad, tarde se enteraron que lo que me
sobraba era calle, ahí lo primero que uno aprende (a la mala) es a defenderse.
En
términos laborales ese curso solo ha
servido para dos cosas, la primera fue esgrimir el titulo como la gran cosa
cuando en un empleo me ofrecieron sueldo de obrero pero el cargo era de
fotógrafo y al final me dieron sueldo de técnico titulado que era tres veces lo
que pagaba cualquier periódico local, con el agregado de que no habían guardias
nocturnas ni de fin de semana además de horario de oficina con horas extras ,
los que han trabajado para periódicos pequeños en Venezuela saben lo que se
agradece eso. La otra es en este momento
histórico donde la supervivencia sin terminar loco por la desesperanza es un
asunto de aguante más que de cualquier otra cosa, para ello me enfoco en
utilizar parte de lo aprendido en la clase de supervivencia en el mar que no es
más que un seminario para sobrevivir en caso de naufragio.
Como
se suponía que todo el pensum iba dirigido a formar personal para embarcaciones
menores que harían si acaso tráfico de
cabotaje entre las islas cercanas y tierra firme, en caso de salir de los
límites territoriales serio si acaso un grumete con sueldo de obrero en
embarcaciones de mayor calado, las clases no eran la gran cosa pues se supone
que si haces cabotaje y naufragas estarás siempre en rutas náuticas bastante
transitadas, por tanto lo único que tenías que hacer era flotar y tener toda la
calma del mundo pues en algún momento alguna embarcación te vería flotando para
rescatarte a ti y a tu tripulación que tendría necesariamente que estar a la
deriva en alguna balsa salvavidas.
Lo
primero que cualquier capitán medianamente responsable tiene que verificar es
que las balsas salvavidas estén debidamente equipadas y preparadas para uso
inmediato pues la maniobra debe ser hecha con rapidez, no hay tiempo de
vacilación ni para recoger nada, todo ha de estar en la balsa para el zarpe de
emergencia, incluidos claro equipos de primeros auxilios, agua, comida y algún
arte de pesca por si el rescate tarda más de lo debido. En otras latitudes se
integrarían al equipo alguna boya GPS, un radio y un compás magnético, en
Venezuela si acaso agua y galletas para no ser tan exigente.
Si
ya caíste en el agua, trepaste a la balsa y te gradúas de hombre valiente al
flotar a la deriva en la oscuridad de la noche sin llorar ni maldecir en
exceso, te toca pensar con calma en lo que vas a hacer desde ese momento, luego
debes hacer es un arqueo de recursos, saber exactamente con que cuentas para
sobrevivir la mayor cantidad de tiempo posible, cuidar especialmente el agua
pues el cuerpo humano puede sobrevivir muchos días sin comida pero no sin agua,
sin ese liquido te mueres en horas apenas y la temperatura del sol tropical no
colabora mucho para evitar la deshidratación , ese detalle es primordial para
la vida.
Lo
próximo es verificar que todos los alimentos estén distribuidos de manera
eficiente entre los sobrevivientes, recordemos que es muy importante alargar la
existencia de comida más allá de lo que considere posible , si están en
condiciones y son lo bastante hábiles deben pescar para alargar más la vida de
las provisiones, proteínas extras siempre se agradecen así provengan de algas
flotando o de alguna gaviota distraída, la prioridad es alimentarse, si no
queda de otra por ahí he oído que muchos náufragos se han comido compañeros de
desgracia que no sobreviven, hay veces que la necesidad obliga a hacer cosas
extraordinarias que jamás pensaste como el caso no es ser sibarita si no
sobrevivir pues todo vale.
Mantener
la mente activa es otro de los secretos de los marinos para sobrevivir a la
soledad del mar, en muchos casos son gente gregaria a quienes no les agrada
mucho el bullicio, eso ayuda, pero el abandono total tampoco es aconsejable,
como no hay cines, televisión, libros, licores, mujeres, drogas, comida ni
posibilidad inmediata de ayuda pues toca hacer un gran esfuerzo para no caer en
la desesperación o peor, en el suicidio que en casos de desesperanza se
transforma en una salida plausible para el náufrago, la manera para hacerlo
menos doloroso se las ingenian los suicidas, casos sobran pero no es objeto de
este texto dar pistas en ese sentido.
Así que luego de establecer las raciones
diarias de agua y comida tiene que mantener
la mente positiva, inventarse entretenimiento, hacer malabares mentales para
olvidar a ratos la desgracia que están viviendo, la lucidez es importante cuando
estas en situaciones extremas, el abandono o la locura si bien son salidas
sencillas no son en ningún caso posibilidades exitosas, quizás sea usted
religioso, en ese caso sea cual sea su religión ninguna deidad le perdonará que
se quite la vida por su propia mano y cualquier infierno siempre será peor que
el que está viviendo, aparte ese será eterno, en cambio el náufrago sabe que
apenas son unos días, si es que las corrientes no terminan llevándolo a otro
país, en cuyo caso podría ser un paseo aterrorizante pero paseo al fin
(recordemos a los balseros cubanos), si no es religioso tampoco la incertidumbre
de la muerte trae consuelo, no se a ustedes pero a mí me aterroriza la idea de
terminar siendo abono orgánico después de tantos años pensando que puedo estar
equivocado y el cielo existe, así que prefiero la inevitabilidad de una muerte
tranquila que inventar alguna artimaña para dejar de pasar trabajo.
Si
es supersticioso y piensa que el accidente es causado por algún mal de ojo,
brujería u odio por parte de algún exsuegro, exmujer, examigo, compañero de
trabajo, rival, enemigo jurado o simplemente algún familiar que lo odia tanto
como para recurrir a eso, tampoco le dé el gusto, sobreviva e intente ser feliz
que ese sería el peor castigo para quien haya inventado eso de echar maleficios
por necedades y en último caso sea más necio que el diablo (o a Dios, uno nunca
sabe), sobreviva aunque sea para sacarle la lengua cuando se muera de manera
natural o por manos ajenas a su conocimiento y sin su consentimiento, hasta
donde se nadie se va al infierno por ser asesinado a menos que el que lo mate
lo haga en defensa propia, en ese caso el castigado será usted por mala gente y
se merece su paila de aceite hirviendo por toda la eternidad. Hay excepciones
claro, pero en un naufragio los enemigos son una cosa muy lejana, sus
verdaderos enemigos son el hambre, la sed, la desesperanza y el desgraciado sol
que se ensañará en su contra, así que entre otras cosas procure dormir vestido
mientras está a bordo (por si naufraga), eso lo agradecerá cuando el mediodía
tropical lo cocine vivo sin posibilidad de escapatoria.
Debe
pensar mucho en su familia (si la tiene, de no existir las mascotas aplican),
usualmente los hijos son un buen incentivo y si ama a su esposa también se vale
imaginar volver a estar con ella, quererla aún más, quizás después de tanto
pelear por sobrevivir, matar tiburones con sus manos, comer tortuga cruda,
merendarse a los compañeros muertos que seguro serán un manjar secado por el
sol sazonado con agua de mar y si no
pasa nada de eso no importa, invénteselo que le servirá para escribir un libro
que quizás se venda y así nunca jamás volverá a ir al mar a menos que sea en la
playa de algún hotel de lujo donde nada sea peligroso, toda su familia lo
agradecerá , incluyéndolo a usted.
En
verdad escribir un manual sobre las maneras para sobrevivir a un naufragio
llevaría muchas páginas, sin embargo creo que esas pocas instrucciones son
suficientes para organizar más o menos un plan viable de supervivencia en el
mar.
A
más de 25 años de aquellas clases que asumí como inútiles pero que ahora
encuentro bastante importantes para la supervivencia, si bien es cierto que las
últimas veces que me he embarcado ha sido para ir a alguna playa donde no hay
carretera o si acaso una visita a mi hermana en la llamada “Lancha Rápida” que
zarpa de Cumaná hacia Margarita, sumando que desde hace varios años me he
dedicado sin extraordinario éxito a la fotografía y la docencia , últimamente
me ha dado por sentir que soy un náufrago que vive al borde entre la depresión
y la desesperanza, tal como un náufrago cualquiera del tercer mundo, aquel
somero entrenamiento se agradece.
José
Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback