La
juventud es usualmente un periodo de ajustes, de descubrimientos, de rebeldías.
Algunos hay que su tiempo lo pasa de manera “normal”, hacen deportes, son
excelentes hijos, no experimentan con alcohol ni tienen amigotes con los cuales
emborracharse es la norma bueno, yo fui
un joven de esos últimos, con amigotes y amigas incluidas, larga cabellera, la
alergia a los deportes de la que aun sufro, con una tendencia a la lectura que
me hizo una suerte de hibrido de nerd con tipo popular, por supuesto odiaba el
bachillerato, de suerte que aun hoy esos
amigotes de esa época todavía nos frecuentamos, claro ya no nos emborrachamos
tan seguido, ustedes saben el colesterol, la tensión arterial, los achaques que
se aparecen a los cuarenta y se instalan a placer en el organismo de los más
reticentes, también de suerte esos mismos amigos somos hoy día todos
profesionales, exitosos según la medida de inteligencia de cada quien, de paso
ninguno ha pasado jamás una noche en la cárcel ni mucho menos, una vez quizás y
fue porque se nos mojó el campamento y la policía del pueblo nos prestó unas
celdas para dormir que agradezco desde aquellos tiempos, lástima que entre los
efectos de aquel infernal anís y su resaca no menos virulenta no me dejen
recordar ni los nombres ni la fisionomía de aquellos benevolentes agentes que
hasta café nos invitaron.
Recuerdo
una tarde de tragos, debió haber sido como en el 90, en un local de la ciudad,
donde por burlarnos del dueño, quien dejó caer una bandeja de vasos y copas,
nos llevó un piquete de policías hasta una estación móvil, una suerte de
autobús acondicionado para ser espacio de detención en los operativos móviles,
adentro nos catearon, revisaron billeteras y pronto se dieron cuenta que solo éramos
unos muchachos con ganas de fiesta, sin mayor culpa ni penas. Mientras esperábamos
al oficial que comandaba ese puesto, otros agentes trajeron a dos muchachos, de
muy mala catadura, los mismos habían arrancado el bolso a una señora para
robarla, la dama según nos contó el policía sufrió severos golpes, eso por
supuesto enardeció a todos los presentes, un sonoro “que bolas” sonó en el
breve espacio de la celda, los policías (imagino) envalentonados por nosotros
golpearon al muchacho mezclando bromas con golpes, patadas, bofetadas y hasta
peinillazos, la verdad estaba muy asustado pero ni modo, tocó quedarse callado
hasta que salimos y por mera venganza acabamos de tomarnos las cervezas
prometidas en el bar cercano.
Todo
esto viene a colación pues los días en los que estamos viviendo en Venezuela,
son de bomba, peinilla, rolazo y hasta balas contra piedras y gritos de los que
protestan, también se ha hablado muchísimo de torturas y vejaciones, cada vez
que leo algo al respecto recuerdo a los dos carteristas aquellos que atraparon,
esos de hace años, si bien creo que se merecían algún castigo ejemplar por
lastimar a una señora mayor, no creo que la solución haya sido golpearlos sin
juicio ni procedimientos legales que de seguro nadie hizo y al día siguiente estaban
fuera.
Si
eso fue hace casi 25 años, se consideraba normal golpear a los detenidos por
cosas fútiles, no quiero imaginarme lo que les harán hoy día con la excusa de ser
“terroristas” por tener piedras, los fulanos “miguelitos” (trozos de goma
atravesados con clavos para desinflar cauchos de vehículos), por gritar en la vía
publica pues hasta señoras mayores de 60 años se han llevado detenidas, por
cualquier cosa que les apetezca a los esbirros te pueden tumbar la puerta y
llevarse a todos presos sin orden ni legalidad, que horror.
Imagino
que la defensora del puesto defiende las torturas ya que seguramente su asesor
en materia de seguridad le debe asegurar que todo es un procedimiento normal,
además los agentes se sienten muy felices de actuar sin la espantosa intervención
de las asquerosas leyes de la república que les mantienen las manos atadas para
defender la revolución, al final la tortura siempre ha sido la norma, solo se
la saltan cuando el detenido es tan educado que se hace sospechoso de ser hijo,
sobrino, ahijado, amigo de algún “chivo” que les puede poner la vida de
cuadritos con una llamada, solo esos se salvan, aunque en estos días la verdad
no creo que nadie esté a salvo, cualquier cosa, te matan y la culpa es del
motorizado que te quería robar el teléfono celular y le echan tierra al asunto.
De
tanto odiar a la derecha fascista la imitan muy bien, gracias a ustedes estamos
más cerca de nuestra originaria África, esa de países ricos pero con ciudadanos
pobres, gracias por tirarnos al saco de los agraviados, muchas gracias por
ponernos en el mapa de las desgracias, gracias por nada, sobre todo gracias por
enseñarnos una vez más que el poder enceguece y pervierte, sobre todo gracias a
la bronca de abstinencia que tengo pues hace más de tres días no tengo café en
casa, no se ve en ninguna parte, imagino que es culpa del imperio y seguro los
GN y la PN andan tan escasos de café que su jaqueca de abstinencia la pagan todos los detenidos, por eso no es tortura, menos mal que tuve la juventud que
viví y ahora se que junto con el uniforme viene un halo sádico que recién ahora
es de notoria importancia pues le sobraran ascensos y honores sobre la sangre y
el dolor de los jóvenes de mi país, lástima que también tenga el incordio de
pensar en ustedes como compatriotas, que lástima que respiren mí mismo aire, si
no se han dado cuenta los desprecio, quizás no y lo que está tipeando esto es
mi alter ego incomodo en grado sumo por la mala situación y la otra peor que se
avecina.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
No hay comentarios.:
Publicar un comentario