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martes, marzo 18, 2014

La comparsa de los gorilas


La juventud es usualmente un periodo de ajustes, de descubrimientos, de rebeldías. Algunos hay que su tiempo lo pasa de manera “normal”, hacen deportes, son excelentes hijos, no experimentan con alcohol ni tienen amigotes con los cuales emborracharse es la norma  bueno, yo fui un joven de esos últimos, con amigotes y amigas incluidas, larga cabellera, la alergia a los deportes de la que aun sufro, con una tendencia a la lectura que me hizo una suerte de hibrido de nerd con tipo popular, por supuesto odiaba el bachillerato, de  suerte que aun hoy esos amigotes de esa época todavía nos frecuentamos, claro ya no nos emborrachamos tan seguido, ustedes saben el colesterol, la tensión arterial, los achaques que se aparecen a los cuarenta y se instalan a placer en el organismo de los más reticentes, también de suerte esos mismos amigos somos hoy día todos profesionales, exitosos según la medida de inteligencia de cada quien, de paso ninguno ha pasado jamás una noche en la cárcel ni mucho menos, una vez quizás y fue porque se nos mojó el campamento y la policía del pueblo nos prestó unas celdas para dormir que agradezco desde aquellos tiempos, lástima que entre los efectos de aquel infernal anís y su resaca no menos virulenta no me dejen recordar ni los nombres ni la fisionomía de aquellos benevolentes agentes que hasta café nos invitaron.

Recuerdo una tarde de tragos, debió haber sido como en el 90, en un local de la ciudad, donde por burlarnos del dueño, quien dejó caer una bandeja de vasos y copas, nos llevó un piquete de policías hasta una estación móvil, una suerte de autobús acondicionado para ser espacio de detención en los operativos móviles, adentro nos catearon, revisaron billeteras y pronto se dieron cuenta que solo éramos unos muchachos con ganas de fiesta, sin mayor culpa ni penas. Mientras esperábamos al oficial que comandaba ese puesto, otros agentes trajeron a dos muchachos, de muy mala catadura, los mismos habían arrancado el bolso a una señora para robarla, la dama según nos contó el policía sufrió severos golpes, eso por supuesto enardeció a todos los presentes, un sonoro “que bolas” sonó en el breve espacio de la celda, los policías (imagino) envalentonados por nosotros golpearon al muchacho mezclando bromas con golpes, patadas, bofetadas y hasta peinillazos, la verdad estaba muy asustado pero ni modo, tocó quedarse callado hasta que salimos y por mera venganza acabamos de tomarnos las cervezas prometidas en el bar cercano.

Todo esto viene a colación pues los días en los que estamos viviendo en Venezuela, son de bomba, peinilla, rolazo y hasta balas contra piedras y gritos de los que protestan, también se ha hablado muchísimo de torturas y vejaciones, cada vez que leo algo al respecto recuerdo a los dos carteristas aquellos que atraparon, esos de hace años, si bien creo que se merecían algún castigo ejemplar por lastimar a una señora mayor, no creo que la solución haya sido golpearlos sin juicio ni procedimientos legales que de seguro nadie hizo y al día siguiente estaban fuera.  

Si eso fue hace casi 25 años, se consideraba normal golpear a los detenidos por cosas fútiles, no quiero imaginarme lo que les harán hoy día con la excusa de ser “terroristas” por tener piedras, los fulanos “miguelitos” (trozos de goma atravesados con clavos para desinflar cauchos de vehículos), por gritar en la vía publica pues hasta señoras mayores de 60 años se han llevado detenidas, por cualquier cosa que les apetezca a los esbirros te pueden tumbar la puerta y llevarse a todos presos sin orden ni legalidad, que horror.

Imagino que la defensora del puesto defiende las torturas ya que seguramente su asesor en materia de seguridad le debe asegurar que todo es un procedimiento normal, además los agentes se sienten muy felices de actuar sin la espantosa intervención de las asquerosas leyes de la república que les mantienen las manos atadas para defender la revolución, al final la tortura siempre ha sido la norma, solo se la saltan cuando el detenido es tan educado que se hace sospechoso de ser hijo, sobrino, ahijado, amigo de algún “chivo” que les puede poner la vida de cuadritos con una llamada, solo esos se salvan, aunque en estos días la verdad no creo que nadie esté a salvo, cualquier cosa, te matan y la culpa es del motorizado que te quería robar el teléfono celular y le echan tierra al asunto.

De tanto odiar a la derecha fascista la imitan muy bien, gracias a ustedes estamos más cerca de nuestra originaria África, esa de países ricos pero con ciudadanos pobres, gracias por tirarnos al saco de los agraviados, muchas gracias por ponernos en el mapa de las desgracias, gracias por nada, sobre todo gracias por enseñarnos una vez más que el poder enceguece y pervierte, sobre todo gracias a la bronca de abstinencia que tengo pues hace más de tres días no tengo café en casa, no se ve en ninguna parte, imagino que es culpa del imperio y seguro los GN y la PN andan tan escasos de café que su jaqueca de abstinencia la pagan todos los detenidos, por eso no es tortura, menos mal que tuve la juventud que viví y ahora se que junto con el uniforme viene un halo sádico que recién ahora es de notoria importancia pues le sobraran ascensos y honores sobre la sangre y el dolor de los jóvenes de mi país, lástima que también tenga el incordio de pensar en ustedes como compatriotas, que lástima que respiren mí mismo aire, si no se han dado cuenta los desprecio, quizás no y lo que está tipeando esto es mi alter ego incomodo en grado sumo por la mala situación y la otra peor que se avecina.
José Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback




  

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