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viernes, febrero 20, 2015

Vivir en revolución

Escribir lo que pienso sobre la situación nacional sin acudir a los verbos escatológicos y poco elegantes que se me ocurren para expresar toda la rabia que tengo es complicado, amén de tener que confesar que tengo miedo. Las razones para temer sobran, desde tener miedo por amigos, hija, querencias y familiares que andan por las calles hasta por mi persona, creo que estos tiempos son para temer hasta de la sombra.

El hampa está desatada como todos sabemos, ahora hasta secuestran a los niños para exigir como rescate el pago íntegro de un mercado que equivale a bastante dinero, sin hablar de la angustia. Hay bastantes personas presas por decir cosas a través de las redes sociales, han matado a yo no sé cuántos políticos “menores” como sindicalistas y concejales de la bancada opositora cuya muerte se la ha atribuido al hampa común, sin embargo la duda flota en el aire como hedor de animal muerto.

Los alcaldes no se salvan de la cárcel, han puesto entre las rejas a unos cuantos solo porque hacen su trabajo a otros les sabotean la gestión llegando incluso a quemar bienes del estado sin que tampoco existan culpables, lo que sigue apestando a rata. Anoche pusieron preso a una de las cabezas más visibles de la oposición, casualmente a un hombre que sacó más votos en su elección que el presidente de la AN, además imagino que deben haber sido tantos votos que los hackers del CNE no se atrevieron a ponerlo a perder por ese pudor malsano que tienen todos los sátrapas de cualquier dictadura.

No escapo al terror, siempre le he temido a las rejas, quizás ese temor me salvó de cometer las tonterías propias de cualquier adolescente realengo aunque tuve más suerte que otra cosa pues siempre me tropecé con policías hasta buena gente, esos que lo encontraban a uno caminando a altas horas de la madrugada y en vez de llevarte detenido te llevaban hasta la puerta de tu casa, esos mismos que te defendían de los malandros de la zona sin que uno tuviese que rebajarse a pedirles protección o pagar alguna coima para eso, ahora pues la cosa es distinta.

Ser opositor, disidente o cualquier otro adjetivo calificativo es cosa peligrosa en estos tiempos, el gobierno está a la caza de cualquier disidente para dejarlo sin empleo, ponerlo preso y si la cosa es muy urgente , mandarlo a matar y luego declarar que dos fulanos en una moto de alta cilindrada te dieron dos disparos para robarte el Smartphone de 20 dólares (como el mío).

Decir “No vale, yo no creo, estás exagerando” ya es bastante mérito para cuando menos decir dos mentadas de madre al interlocutor, estamos en una dictadura, donde disentir es pecado y quejarse sobre las burradas de los jerarcas es causal suficiente para cárcel, la lógica ha desaparecido y el miedo ahora es una cuestión de supervivencia para muchos.

Lástima pues alguna vez tuvimos una nación de gente brava, que no se dejaba amedrentar y que a pesar de las circunstancias y de los distintos esbirros siempre estuvo al día con defender lo que se considera libertad y progreso, hasta hubo militares inteligentes, no como estos de ahora que se cuadran ante un extranjero por orden superior para acallar su conciencia con fabulosas cuentas en moneda dura. No me quiero meter con lo del narco pero cuando el río suena tan duro es que alguna cosa de cierta ha de tener el rumor.

Amanezco triste, con rabia y susto, mi futuro lo miro más gris que de costumbre pues la pobreza se ha instalado (casi) definitivamente frente a mi puerta, como los inquilinos molestos que ni pagan ni se quieren ir, salir a la calle parece un paseo por las líneas enemigas, uno tiene que mirar constantemente a todos lados, evitar a quienes se miran sospechosos no tanto por su indumentaria como por su actitud, no dejar salir a los niños a jugar, evitar llevarlos al supermercado o a cualquier aglomeración pues uno nunca sabe, acostarse a dormir temiendo que en algún momento te tiren la puerta abajo para llevarte detenido en medio de la noche y en el mejor de los casos terminar en un limbo de rejas pues ningún cuerpo de seguridad asumirá tu detención y en el peor aparecer en otro estado maniatado y con un tiro en la nuca sin que nadie sea culpable tampoco.

En fin, el gobierno revolucionario de los bárbaros gorilas de verde oliva ha fusilado las leyes por decreto y de manera sumaria, los ciudadanos aténganse a las consecuencias, pensar es un delito, reclamar también y su condena será directamente proporcional al rastrerismo de tu captor.
José Ramón Briceño, 2015

@jbdiwancomeback

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