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martes, febrero 17, 2015

Martes de Carnaval

Es martes de carnaval, por primera vez en muchos años me levanto sin resaca ni malestar, quizás algunos pensaran, claro, el profesor Briceño ya es un señor de 43 años que no debería estar pensando en alcohol y fiesta a estas alturas del partido, toca dar buenos ejemplos a los hijos y sobrinos, nada de excesos por aquello del colesterol, la tensión, el colon irritable y hasta la novia regañona aplica. Lo más seguro es que quienes piensen así no viven en Venezuela, ni han estado en la situación de 32 dólares mensuales de sueldo desde que allá en su temprana adolescencia vendía baratijas en el recreo para poder comprar las barajitas para el álbum de esa temporada.

Otra de las razones para que estos carnavales hayan sido de mesura estiba en que la mayoría de los amigotes de toda la vida, esos con los que uno se emborracha sin pudor y con quienes la vergüenza ya no aplica pues cometimos todas las barrabasadas posibles hace muchos años, están viviendo fuera del país, los pocos que quedan prefieren estar sanos para poder correr ante cualquier eventualidad, han dejado de fumar, de beber y hasta de trasnocharse, no para ser más sanos, tengo la certeza de que es para no morir de un infarto cualquier quincena cuando la cajera del supermercado, antipática como la mayoría, le obligue a usar la tarjeta de crédito para llevarse las tres cosas que podrá comprar sin endeudarse la gran cosa con el banco. Además de aquellos que por ser reiteradamente victimas del hampa se ha  vuelto reclusos voluntarios de su casa o esclavos del televisor para beneplácito de la esposa.

Inventar cualquier tontería en estos días equivale a gastarse el sueldo de un mes en malos licores, ya no comprar disfraces a los hijos se puede, afortunadamente mi hija ya está en esa nebulosa edad donde comienzan a tomar conciencia de que no son tan niños ni son adolescentes por lo que eso del disfraz no le va, además ha sido contagiada con el virus del miedo razón por la cual salir a dar una vuelta por cualquier sitio donde la gente pulule no es de su agrado, a decir verdad del mío tampoco.

Antes quienes no tenían para inventar grandes planes de hotel, piscina, restaurante y playa los días de asueto, se conformaban con el simil de carpa, cava, mosquitos y alcohol para estos días, sin embargo la más factible es que cualquier invento de esos termine en tragedia con tanto malviviente suelto y la excesiva impunidad que impera por acá, la verdad aquí uno nunca sabe quiénes son peores, si las autoridades o quienes las ignoran, hasta acampar en el jardín es complicado por la misma razón.

Tengo la impresión de que los únicos que celebran el carnaval con comparsa, disfraces, humor y hasta teatro son los políticos de uno y otro lado, hacen lo posible para que nadie tome conciencia que estamos, económicamente hablando, peor que en cualquier país africano asolado por las guerras tribales, los mercados parecen sacados de alguna escena de película apocalíptica, las farmacias iguales pero la sensación es peor gracias a la función que deben cumplir, hasta tenemos zombis que se pasean con su uniforme rojo, esos que hasta en las redes sociales muestran su nulidad cerebral celebrando las “gracias” de sus ídolos, pero los políticos siguen recitando sus pendejadas que solo los zombis aceptan como verdades, todo un carnaval.

Mientras, los afortunados que tenemos café y aún podemos fumar, pensamos en cuan diferentes son los carnavales de estos nuevos tiempos en comparación con los de apenas hace tres años donde, siendo miserables, éramos millonarios en comparación a esta de estos días, donde lo más simple es lo más costoso y la preocupación mayor está solamente en terminar vivo al caer la noche, feliz martes de carnaval.
José Ramón Briceño, 2015

@jbdiwancomeback


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