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lunes, febrero 23, 2015

Venezuela, guerra, silencio e impunidad

Desde muy joven he sido un lector omnívoro, me he leído casi todo lo que ha pasado por mis manos, lo malo o lo bueno y así poder distinguir literatura de lo que no lo es, luego la universidad me afiló el discurso, aun así sigo leyendo todo lo que puedo. En todas esas lecturas, he realizado algunas para intentar vislumbrar que se siente estar en combate, que tanto miedo tendrán esos hombres y mujeres que se aprestan a cualquier cosa bajo las balas, esa gente que se batía a espada, machete y fusil en la época de la independencia o en otras guerras más modernas, donde lo más cercano son las pavorosas bayonetas que ahora lucen algunas veces los ejércitos.

Lo que he podido concluir me llena de espanto. Imagino que si sales vivo de una escabechina así debes sentirte inmortal, casi dios por poder seguir caminando después de tantísimo peligro, de eso viven los militares y la izquierda no puede ser menos, señal clara de eso es el alto índice delincuencial, los “colectivos” apoyados por la guardia nacional y los guardias mismos que son los grandes capos en estos tiempos. Seguramente todos se creen un emulo de algún héroe de acción jolibudense, más allá del discurso pavoso ese de “patria, muerte y servilismo” hay un ego desmedido en la creencia de sentirse invencibles, lo que me deprime más es al parecer lo son.

Ciertamente estamos solos, nadie nos defenderá, lo único que se ven son palabras, jamás acciones. No me malinterpreten no estoy pidiendo guerra, muy al contrario, pero nadie puede decir que no debo indignarme por los jóvenes muertos, los del año pasado, los de esta semana, los de todos los días, donde jamás los culpables existen, hay hasta un comité de víctimas de las guarimbas, lo triste del caso es que son supuestamente apoyados por el mismo estado que mató a la gente en las mencionadas acciones de calle, lástima me da esa gente que por un mendrugo ha vendido a sus muertos.

Más tristes aún son las acciones del gobierno que por “lavarse” la cara internacionalmente publica una lista de supuestos escritores que apoyan al presidente, donde el único nombre conocido es el de un antiguo ministro cuyo único libro fue una gran jalada de bolas que le hizo su gente publicándole los garabatos que hacía mientras escuchaba al presidente anterior en sus interminables peroratas, tristes desconocidos que quien sabe con cual promesa se hacen pasar por escritores, a lo mejor sí lo son y sus libros se venden a dos bolívares en las piras de las fulanas librerías del sur donde al parecer nadie compra por otra cosa que no sea lástima o fanatismo religioso-político tan común entre los ilustrados del caletre pesuvista/comunista.

Volviendo al tema de la guerra, acá solo faltan los morteros y los ejércitos, todos los días se mueren decenas de compatriotas víctimas de una extraña envidia, esa del dinero fácil y la búsqueda de bienes de consumo, en una economía tan endeble como triste. He visto en varias casas de conocidos y gente de mi familia, depósitos de alimentos no perecederos anteponiéndose a una posible hambruna, algo realmente nunca visto, solo leído en los libros de historia. La guerra está en los autobuses, en las calles, las escuelas, las casas de la clase media, la clase alta, los barrios, en las playas, los hoteles  y hasta en las iglesias, para el hampa no hay sitio imposible.

En algunos hay víctimas mortales, en otros pues  son de otra índole, como en los ministerios y en los cuarteles donde el hampa funciona de otra manera, siempre buscando la riqueza súbita que los libre de todo mal. Si llega o no la guerra a mi país, si es de manos de algún militar con tropa y cojones, si llega de manos de los colaboracionistas, si nos invaden de otro país que no sea Cuba (ellos están incrustados acá desde hace rato), si la guerra es popular, de clases, de soldados o de narcotraficantes, lo que hará es hacerse (más) publica pues está entre nosotros hace años y la situación económica no hará más que acentuarla hasta un nivel desconocido por nuestra sociedad ya que, al contrario de otros países, tenemos más de 100 años sin  un (serio) conflicto armado.

La guerra está entre nosotros y las morgues son la prueba fehaciente de que sucede, cientos de casas se enlutan a diario en este pequeño país de menos de 50 millones de habitantes, todos tenemos un miedo que no nos cabe en el alma, todos los días, cuando salgo a la calle obligado por las obligaciones del vivir, me siento como cuando era niño y me tocaba una escuela nueva, bravucones nuevos y siempre en desventaja, pero no había de otra más que buscarle la vuelta a los “matones infantiles”, uno que otro moretón y al final lograr que me dejasen quieto, con que no me molestaran más yo era feliz, algo así sentimos todos pues el enemigo viste de mil maneras y simula ser gente para no ser reconocido, lo peor es que los ciudadanos siempre estamos en desventaja, en este país donde nunca pasa nada, hasta que pasa.
José Ramón Briceño, 2015

@jbdiwancomeback


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