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martes, enero 06, 2015

Reflexión desde la indigencia promedio

Enero siempre ha sido árido, mes de deudas, kilos extras y la resaca navideña, lo usual es que sea una suerte de inicio de ciclo económico. La verdad no sé si veo la calle más paupérrima que de costumbre bien sea por mi depresión y desesperanza o es que realmente está así, uno mira como a las cuatro de la tarde todos los negocios que no están en centros comerciales cierran sus puertas, es más tengo casi toda mi ropa sucia pues no encuentro lavandería abierta. Las noticias que se cuelan no son para nada alentadoras y el futuro inmediato es de una desolación complicada de explicar sin caer en el lugar común del insulto escatológico, cosa que de verdad quiero evitar, ya hay bastante negatividad flotando en el aire como para que uno se ponga a cargarlo un poco más.

Intento ser ecuánime, sonreír y ser feliz, sin embargo cuando consulto mi oráculo personal, la cuenta bancaria, miro los precios de todo y hasta pienso en lo que toca pagar para medio vivir se acaba el entusiasmo, la verdad he preferido andar casi con economía de mendigo y gastarme las tres lochas que gano en hacer felices a quienes me hacen feliz, cómo va la cosa va a sobrar espacio para las lágrimas en algún momento.

Alguno de mis lectores me dirá dramático, pero piensen en cuanta gente se ha ido del país, a mi cuando menos solo me quedan unos pocos amigos y todos dicen que apenas puedan se van, en mi caso me ataca la depresión pues quiero llevarme a mi hija y sé de antemano que no voy a poder, me niego a dejarla acá, aunque no se pueda hacer mucho realmente, toca estar presente, eso forma parte del desarrollo de los niños, a mi entristece muchísimo cada vez que mi hija me comenta sobre alguna compañera de clases que no tiene padre, bien por que murió o porque se fue y viene una vez al año, esa vaina no es vida para ningún niño, en mi caso lo viví y se cuan duro es no tener donde refugiarse cuando la vida se te pone chiquitica, no tener donde volver siempre es trágico.

Estoy harto de despedidas, me acojona la tristeza, de verdad me he vuelto algo más radical en mi posición, he dejado de tratar a amigos de años pues sigo sin entender como defienden esta porquería, puedo entender quizás que no tienen de otra, no estudiaron, nunca se formaron y la manera más fácil de ganarse la vida es ser lacayos de sus jefes, pero de ahí a que apoyen la mediocridad con argumentos manidos de marxistas imbéciles hay un camino bastante largo y la verdad no estoy ya para aceptar sus excusas ni sus boberas políticas que no son más que formas de amordazar su entendimiento y cegar su mirada ante la miseria. Es una suerte de “venganza” (la de ellos) con el mundo que nunca los entendió y una demostración evidente de su flojera mental por no intentar entender el mundo.

Cuando era niño tenía cosquillas, odiaba que me hicieran cosquillas pues perdía el aliento y al parecer era muy divertido ver azul al gordito, alguna vez (como a los cuatro años) escuché que si uno se concentraba lo suficiente perdía la sensibilidad y por tanto las cosquillas desaparecían, la verdad no sé qué hice pero nunca más tuve cosquillas, me enteré de la veracidad de eso pues le pregunté a un neurólogo y este se sorprendió diciendo que todo el mundo tenía cosquillas a menos que tuviese alguna anomalía, no seguí con la pregunta pues de seguro me iba a costar un ojo de la cara y no estoy para botar dinero solo por una curiosidad, en fin, todo esto viene al caso pues he intentado por todos los medios concentrarme para ignorar la situación, ser más amable con los politicuchos de medio pelo que pretenden que les crea las patrañas, con los fanáticos chavistoides, con el gobierno imbécil y hasta intentar terminar con la tristeza por el futuro, no he podido.

Mi texto de hoy no era para proponer ni apuntar, es más para descargar esta tristeza que me come y sé que a muchos también los pone en la misma situación, sin embargo, a los chavistas les propongo dividirnos el país, una Venezuela del norte y otra del sur, en diez años hablamos de reunificación cuando el bolívar valga menos que una hoja de mango seca y su situación económica esté al borde de la guerra, mientras que en el lado que nos toque a quienes pensamos en futuro la cosa nos lleve más al futuro y no en esta involución permanente, a quienes se espanten por favor piensen un segundo en sus hijos, familiares y querencias, si de verdad este toque de queda de todos los días, esta hampa desbordada, este eterno peregrinar de miserias entre colas y buhoneros a pesar del trabajo y los estudias vale la pena, si este aislamiento absoluto donde viajar es solo en un solo sentido para nunca más volver, esta eterna persecución a la que estamos sometidos pues déjense de pajas TODOS los que no estamos con el gobierno somos supervisados por el desde todos los frentes posibles con el peligro inminente de dos disparos en la cara “para robarte el teléfono” o un secuestro express directo a la penitenciaria más cercana vale la pena, si no se quieren ir les regalo su parte del país, creo que es una solución salomónica antes de terminar en el suicidio colectivo de una guerra civil inminente, donde nadie ganará, las guerras no se ganan solo es la apariencia del bando que mata más gente.
José Ramón Briceño, 2015
@jbdiwancomeback



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