Entre
los misterios del universo está eso de la relación precio-beneficio, se supone
que mientras más caro es el producto o servicio, mejor será este, ahora, en Venezuela
eso no es del todo cierta, entre las vueltas de fin de año y navidad, esas
donde toca hacer las compras de último minuto o simplemente los procastinadores
como yo dejamos para el último momento. Por ejemplo, en mi ciudad hay una panadería
bastante famosa que tiene hasta nombre
de Rey francés “Luis I”, allí el traro de verdad deja mucho que desear, puedo
entender que existe gente de todo tipo y es complicado saber quién anda con
malas intenciones y quien no, uno que pertenece a este último lote de gente no debería
pasar por el escarnio de la grosería de la revisión de tickets y facturas.
Una
joven que imagino ha de ser hija de los dueños se puso como loca a revisar
facturas pues hicimos más de una compra al mismo tiempo ya que mientras andábamos
ahí nos dio hambre y pedimos una piza extragigante para comer y traer el resto
a casa a fin de que quienes se habían quedado comiesen antes de la cena de
navidad, para la cual faltaban más de seis horas (no hay estomago que aguante
esa espera) , en fin, al salir llevábamos pan de jamón, panetone y hasta licor,
mientras pagaba la cuenta la señorita en cuestión notó que yo pagaba una
factura, entre mi novia y mi hija tenían otros paquetes que no estaban en la
cuenta que estaba cancelando, entró en pánico y exigió de la manera más grosera
posible que le mostrasen los documentos que demostraban que lo que llevábamos no
era robado.
Hasta
allí todo normal, el asunto es que la grosería no lo fue tanto y una vez
comprobadas las facturas ni siquiera se disculpó, desde ese momento por mi que
se metan su negocio por donde mejor les quepa, la educación jamás ha de estar
reñida con el trato al público y la verdad creo merecer (al igual que todos) un
trato amable en donde sea que decida gastar mi dinero.
Otras
experiencias feas las llevamos en sitios como “Tiendas Macuto” donde a la
salida de la tienda estaban dos fulanas desarmando las bolsas de la compra y
cotejando las facturas con una pantalla en un PC, en iguales condiciones de grosería
pues la forma en que llevan su acto deja muy claro desde el primer movimiento
que ya te están acusando de culpable, con todo y la hora de cola en la caja
para pagar.
Quizás
la peor demostración de servicio la tiene el “Centro Médico Maracay”, clínica de
rancio abolengo y costos principescos que está en mi ciudad. El primero de
enero mi novia decidió ponerle atención a un cuadro febril que mezclado con un
extraño dolor ya la tenía una semana molesta y a punta de analgésicos para
engañar al cuerpo y no aguarse la fiesta, en fin, ella tiene un excelente
seguro, a la siete de la noche nos aparecimos por la clínica, una vez adentro,
antes de la evaluación médica por supuesto hubo que pasar por admisión para
dejar claro quien cargaría con la cuenta, una vez que las jóvenes de admisión
ya tienen todos los datos del seguro, así como la luz verde para aceptar al
paciente nos invitan a sentaros y a esperar que nos atendiese un médico. El asunto
es que entre el momento en que entramos por la EMERGENCIA y el que nos
atendieron pasaron casi cuatro horas, en ese interludio hubo no menos de dos
escaramuzas entre pacientes molestos por la espera y el personal, incluyéndome a
mí.
A
las tres horas de espera, mi novia que ya le dolía en exceso (aún no sabemos
con exactitud donde pues adivinar con ciertos órganos es difícil) y se recostó
en una camilla que estaba libre, cuando el joven residente la llama para
atenderla la reprende pues en ese sitio no la podría revisar y se retiraba,
como la verdad ya estaba harto de la espera le pregunté (de modo no muy amable
ni en tono conciliador) si no la iba a atender, me dijo que ya volvia y que se
moviese de allí que ese no era sitio de revisión, la cosa subió de nivel, hubo
gritos, salieron dos médicos cuya estampa y edad los ponía como los jefes,
todos discutían y al final volví a intervenir solicitando que se dejasen de
pendejadas y atendieran a la mujer, que gritando no íbamos a llegar a ningún lado,
los médicos asintieron y el joven decidió a atender a la señora, salí de la
consulta para luego enterarme que al final la atendió una jovencita con estampa
de recién graduada quien la revisó y le recetó algunos medicamentos que le redujeron
la dolencia., ya eran las tres de la mañana.
Los
casos citados fueron amargas experiencias en sitios donde se supone que por el
precio te atenderán mejor, cosa falsa. Uno quizás pueda entender que en el caso
de las tiendas, el trabajo es excesivo, la temporada a pesar de lo escaso de la
oferta así lo exige, en el de la clínica no hay excusa que valga, si la
EMERGENCIA tarda tres horas para recibir un caso que de paso le genera dividendos
al centro médico, a nadie le da placer ir de noche a una emergencia para pasar
el rato y gastar el seguro, se supone que si hay gente allí es porque algo les
duele y quien sabe qué pueda ser, sus procesos de admisión han de ser revisados
y optimizados.
Para
todos, el cliente paga, si va a su negocio, clínica, zapatería, carnicería ,
supermercado, farmacia, bodega o abasto es porque lo prefiere, va a gastar su
dinero, nada les cuesta ser amables pues los clientes serios se espantan y
ustedes viven de ellos, allá los masoquistas que no les hacen mucho caso al
maltrato solo por la faramalleria de decir a sus amistades que compró tal o
cual cosa en tal sitio, yo por lo pronto no volveré por allá, ojalá alguien
cercano a esa gente me lea, por favor muéstrenle este texto y si quieren me
escriben que no modificaré mi posición , ser antipático en tu empleo equivale a
que no te gusta lo que haces, es como que yo voy a maltratar a mis alumnos
porque el sueldo de profesor es una porquería, a mí me gusta mi trabajo, me
quejo, me molesto, lo grito pero cumplo con mis alumnos.
Saludos
desde mi esquina.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
No hay comentarios.:
Publicar un comentario