Hacer
memoria es algo interesante, sobre todo para gente como yo, que abuso de la
facultad del olvido, todo lo que me incomoda lo relego a un espacio de mi
cerebro por el que muy pocas veces me paseo, en algunas ocasiones cuesta un
poco más pero al final lo logro. Estoy trabajando en un texto autobiográfico, obligándome
a recordar lo bueno, lo malo y lo interesante que he hecho en estos 43 años de
vida, intentando deslastrarme del asunto político para quizás encontrar algunas
respuestas, con el añadido de tener la excusa para fabular.
Ese
ejercicio crea algunas cuestiones marginales, reflexiones que si bien no caben
en la dimensión de mi intención, no pueden ser desechadas y buscarle acomodo en
otros espacios como este por lo menos. Haciendo memoria me he dado cuenta no
sin cierta sorpresa que soy el único de mis amigos de adolescencia que continúa
soltero, entre esos casados hay algunos que viven en el eterno terror de que su
esposa los atrape en alguna cosa que ellas consideran “malas” desde la clásica
intención de infidelidad hasta la inocua conversa regada de licor que como
mucho los hará trastabillar en la escalera de su casa y si acaso vomitar el
impoluto baño de la casa, nada grave.
Lo
de la infidelidad es algo más que criticable, no pongo resistencia en ese
punto, además si vas a ser infiel por lo menos cuida las formas, es mejor
divorciarse y ser feliz que vivir casado con una mujer que no te provoca más
que obligación, eso ha de ser espantoso. Lo otro, eso de salir con los amigotes
alguna vez no es nada malvado siempre y cuando no sea para gastar todo el
ingreso familiar, quizás la reflexión de todo esto es que esos panas viven
aterrorizados, en una eterna adolescencia donde cualquier desliz es visto como
una afrenta a la autoridad materna, se supone que crecer significa marcar tus
propias reglas y hacer lo que nos venga en gana, siempre y cuando el respeto al
prójimo, así como la honestidad deben ser las piedras angulares de nuestro
proceder, toca dejar a los hijos un buen ejemplo.
Lo
más sorprendente es la aceptación de su situación, ese eterno justificar el
proceder de sus esposas, ese bajar la cabeza ante la “autoridad” indiscutible
de una mujer que te administra desde la cuenta bancaria hasta la vida, sin que
tengas escapatoria más que vivir como un espía, cuidándote de lo que dices, lo
que haces y hasta de lo que piensas, en fin, una condena que pagas sin cometer
más crimen que ese de proponer matrimonio, obedecer tácitamente las reglas
sociales y sonreír aun sin ganas para no faltar el respeto a los ritos.
Todo
esto viene a colación por la situación del país, tengo la idea de que entre
otras cosas la resignación nos tiene jodidos, al igual que los maridos
sometidos, los venezolanos estamos bajo la egida constante de la búsqueda de un
“líder” que nos señale el camino, no hemos superado la costumbre de la horda,
esa que manejó las estrategias de la guerra de independencia y de las muchas
otras que siguieron, todos somos muy pájaros bravos, muy machotes pero en
asuntos con el poder simplemente bajamos la guardia y nos justificamos de
cualquier manera. En la MUD se piensa en “política” manipulando la cosa hasta
que se pueda hacer manejable, desde el Psuv se saben fuertes pero son en el
fondo la misma porquería , en ambos extremos del espectro se manejan las mismas
formas, la ganancia es lo buscado, lo otro simplemente es una excusa para
defender el cargo.
Los
militares, de esos no quisiera no acordarme, todos son unos lacayos de quien
les da las ordenes, se dejaron montar a los cubanos como jefes sin protestar,
de otra, si fueran gente pensante las academias militares se quedarían desiertas
como lo están las universidades, ya nadie
puede alegar ignorancia, ni decir que eso es una exageración, los cadetes ven
eso desde el primer día, además, quien se resigna a vivir a las órdenes de
cualquier energúmeno, no puede ser considerado gente, me disculpan los
familiares y amigos de gente así, no hay excusa posible para ser eso y sentirse
gente.
La
costumbre es una cosa espantosa, no reflexionar sobre ella es peor, ya muchos
saben los días que les toca hacer compras, muchos guardan lo que pueden para
lograr tener algo en el bolsillo para esos momentos, los que más pueden pues
hacen acopio de contactos para conocer quienes les puedan surtir desde el
mercado negro, los que no pues nos jodemos y terminamos amoldándonos a mal
vivir sin mucha resignación. Desde que caí en cuenta lo de los esposos
maltratados que hacen malabares para que la gente crea que son absolutamente
felices o que son felices a su manera por un asunto de costumbres, me he dado a
la tarea de pensar en mi país como un matrimonio imposible donde ambas partes
de la pareja serán felices realmente después que se decidan al mal trago del
divorcio con todo lo que conlleva, hasta que eso no suceda siempre seremos los
maltratados, de eso no hay escapatoria, esas situaciones nunca mejoran, solo
empeoran hasta que el tiempo, la vida o la paciencia se agotan pues los
abusadores nunca tienen suficiente, siempre quieren más.
José
Ramón Briceño, 2015
@jbdiwancomeback
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