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lunes, julio 14, 2014

La Batalla Urbana



Entre tanta violencia en este país, uno anda siempre como espantado y pendiente de todo lo que nos rodea, una mirada, un gesto, una postura te pueden indicar a ti quienes andan por la vía con malas intenciones, los de a pie, como yo, perdimos el placer de ignorar a los compañeros forzosos del bus pues toca hacer un paneo visual entre los viajantes para intentar medir la catadura de algunos y así decidir si bajarse en la próxima parada o no, los que tienen su carro también andan avisados pues en las colas o los semáforos cualquier motorizado puede ser el indiciado de robar cualquier cosa al conductor y sus compañeros.

De dejar el vehículo estacionado en descampado ni hablar, puede que cuando vuelvas no encuentras la batería (de paso escasean), el reproductor, los cauchos y hasta el carro mismo, no importa que sea muy viejo, igual vale para vender por separado los repuestos que no existen por estos lares y si es de los nuevos igual suerte por iguales razones. En tu casa pues, ya es común que los vecinos cierren las calles con puertas y muros, toda casa clase media que se precie tiene un cercado eléctrico y los pobres son maestros en el arte de reforzar con cadenas, candados, barras y soldaduras todas las fisuras que puedan permitir a los amigos de lo ajeno colarse y mudarte, en todos los casos anteriores la vida está en peligro pues acá te matan si tienes (para que no digas nada) como si no tienes (para que en la próxima vida tengas y te dejes robar imagino).

Todos estos pensamientos siempre me rondan con cierto espanto, últimamente me ha dado por intentar imaginar que se sentirá verle la cara a la muerte sin tener medios para escapársele, he llegado a la conclusión que debe ser la peor experiencia que un humano podrá tener  jamás, de paso y para más maldad, será la última que tengas. Ese padre que ve la bala llegar mientras sus hijos no han crecido, la madre que se descubre sola luego de enterarse de la muerte de su esposo, los jóvenes que se van sin haber llegado a los 20 años solo porque algún desgraciado se enamoró de sus cosas, la joven que ha sido vejada antes de darle el zarpazo final de la bala o el puñal, los secuestrados que nunca dejan de tener la esperanza de ser rescatados y hasta quienes caen presos por delitos fútiles y terminan sus pasos en algún penal sobrepoblado y pleno de tanta maldad como la suma de todos los círculos infernales juntos a sabiendas incluso que los grandes criminales tienen protección estatal para sus fechorías y pillajes.

Cosa distinta debe ser para aquellos que han crecido y vivido entre la violencia extrema toda la vida, esos que viven en países en guerra perenne, los soldados que de tanto recibir órdenes terminan por no ser más que monigotes a la orden se “mi sargento” y así mismo toda la cadena de mando, no en balde Garcia Marquez  pone en boca de uno de sus personajes en cien años de soledad que la muerte a bala es “la muerte natural para los militares”, pero para los civiles de a pie, que trabajan a diario, que han estudiado, que juran que han progresado a punta de esfuerzo y que por ello han de tener protección extra, no vale.

Salir de la casa ahora es un asunto de indiferencia, si, no se sorprendan, toca ser indiferente pues si nos ponemos a pensar en las múltiples posibilidades y la altísima probabilidad de pasar a ser uno más en las estadísticas nos morimos pero de hambre pues ni a comprar saldríamos a menos claro si pudiéramos todos tener un ejecito de guardaespaldas que nos escolten a cualquier lado sin necesidad de estar pensando en las posibilidades de poder ser atracados, robados, vejados, saqueados, asesinados a bala o a puñal , sin pensar que nadie se va a colar en mitad de la noche para robar la casa y con ello lo que se le atraviese, en fin todas las historias de horror que leemos o escuchamos a diario, esas de verdad las tengo vetadas en mis conversaciones, sé que existen pero una cábala personal me impide nombrarlas no vaya a ser que se hagan corpóreas.

A riesgo de encender candelitas yo creo que una de las grandes soluciones, en principio cuando menos, para combatir el hampa en todas las urbanizaciones y barrios deberían organizarse y combatir entre todos ese flagelo, no matarlos pero si darles un buen escarmiento y entregarlos a las autoridades, así sepamos que luego lo soltaran pero solamente cuando el miedo acabe acabaran los abusadores y vagos que sin trabajar pretenden arrancar el fruto del trabajo de los demás y los imbéciles que los defienden desde las palestras políticas les tocará callarse la boca y colaborar no vaya a ser que la organización vecinal termine por destituirlos a él y a sus compañeros de fechoría, mientras sigamos todos alerta para hacer lo más difícil posible la labor de los criminales venezolanos, que dicho sea de paso es la única materia en la que se ha evolucionado en este país que con solo 30 millones de habitantes tuvo 25 mil muertes el año pasado y tiene tres ciudades en la lista de las 20 más peligrosas del mundo, solo en revolución.
José Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback




1 comentario:

José Sánchez Mayo dijo...

Pocas veces he disfrutado una lectura, en tanto concordancia, arrogancia y tesitura, encantara tanto a mis sentidos; llevando línea a línea a entretejer ideas, tanto más claras como no... algunas solapadas y otras derrapadas. Nunca me vi en un espejo similar, sin el menor sonrojo por pecar yo igual de arrogante. Lo aprecio, amigo, tanto su valor político como literal. Salud.