Ser
jefe es una cosa espantosa, lo sé, he experimentado eso más de una vez, sobre
todo porque siempre vas a ser el malo de la película, tus empleados si les
exiges eres un tirano, para tus jefes a la vez nunca está nada como ellos
quieren, total, jamás o por lo menos muy pocas veces te consideran. Especialmente
en la administración pública, a esos males que señalé arriba toca sumarle la barahúnda
de caníbales políticos, chismes de pasillo, la eterna guerra entre los obreros
bien pagados pero que se sienten miserables por jamás ser jefes, los profesionales
mal pagados que andan pendientes de serrucharle el puesto a su jefe inmediato
(uno) y los politiqueros de oficio que sienten como una afrenta que no se les
acepte como iluminados, aunque más bien sean lo contrario ya que lo usual es
que le deban el cargo a alguna componenda política.
Puedo
entender el caso eterno en el que viven los empleados del estado, peor aun si
por casualidad son gente de recto proceder y con cierto prurito moral por eso
del pillaje y la malversación tan común como indispensable en cada uno de los
departamentos y oficinas del gobierno, sobre todo si por casualidad manejan
presupuestos que deben ser ejecutados sin ninguna fiscalización ni auditoria,
lo peor , nadie sabe cuándo se le voltea la tortilla y termina preso solo porque
el padrino ha caído en desgracia, total una cosa cercana a cualquier círculo
infernal de los que describe Dante en su divina comedia.
No
saber que eso funciona así tampoco permite una comprensión total del fenómeno de
la ineptitud del gobierno, es cierto que la mayoría son unos ignorantes de
marca mayor, cuyo único pensamiento va en función de su beneficio antes que
ejercer con probidad y corrección el trabajo encomendado, todos asumen con
ligereza que para saber están los especialistas y ellos pues con contratar “asesores”
tienen, ahora, que los asesores sean cómplices del jefe es algo también muy
común.
Una
de las cosas que más me sorprenden es lo arrogantes de esos tipejos que manejan
el gobierno, hay cientos de bien intencionados expertos que están a la orden
para asesorar, miles de quienes, como yo, levantamos la voz si no para orientar
cuando menos alertar que lo están haciendo mal y zas, van y ponen la plasta más
grande que se les ocurre, lo peor es que hay miles de imbéciles que los
aplauden, se disfrazan, van a marchas, gritan consignas, trabajan en función de
apuntalar todas las falsedades dichas a voz en cuello sin pudor , con orgullo,
pena dan señores y señoras.
Puedo
creer que la cosa política tenga peso, que las ideologías puedan desbaratar el
pensamiento más lógico y progresista, nadie es perfecto, sin embargo no me
entra en el esquema de pensamiento que aunque sepan que la ponen peor cada día,
no exista rectificación. No hay que ser economista experto para ver los
anaqueles vacíos, las quincenas tristes, las calles desiertas luego de las ocho
de la noche, los negocios sin mercancía, el desespero de tanta gente buscando
escapar del país, esos miles que prefieren ser meseros con calma que ingenieros
con estrés postraumático, la canasta básica que parece un cuento de terror. Basta
mirar las calles y ver puro carro viejo, con algunas excepciones, sin embargo
creo que este es el único país del mundo adonde un vehículo con más de seis
años se considera casi nuevo y vale diez veces más de lo que costó en un
principio.
CARAMBA,
que jamás hayan podido hacer alguna cosa que les salga bien, eso no puede ser, son
una suerte de reyezuelos Midas del trópico pero a la inversa, todo lo que tocan
se vuelve pestilencia y miseria, destrozaron hasta la industria petrolera que a
pesar de los millardos que escupe seguimos con la inflación más grande el
mundo, toda su paja socialista se quemó junto con los deseos de progreso de
muchos.
Al
parecer los únicos beneficiados son los policías y sus similares que viven de
transa en transa con el hampa, los enchufados que dilapidan los presupuestos y
en vuelta de pocos años pasan de obreros sin calificación a potentados con
propiedades en cualquier parte y camionetota 4X4, mientras los que estudian
piensan que pierden el tiempo, las universidades se vacian y hasta los
profesores evalúan la posibilidad de montar un tarantín de comida rápida para
equilibrar el presupuesto, la juventud se va, los adultos lo soñamos, los imbéciles
se conforman con su colita en el supermercado, la cervecita a puerta de licorería
con los mismos miserables de siempre y la esperanza de que “algo pase” así sea
un billete de lotería pues de otra no existe forma de escapar de la miseria.
Señores
del gobierno, coño, oigan la calle, busquen ayuda, acepten de una vez por todas
su incapacidad manifiesta para lidiar con esto, los empleados que saben cómo va
la cosa, levanten su voz pues su silencio los hace cómplices, usted señor o
señora exija que trabajen, que nadie siga escudándose en la “fidelidad revolucionaria”
que con eso seguiremos igual de pobres sin futuro más que el de ser balseros. Todos
conocen la solución pero el miedo a perder el guiso los tiene paralizados,
ojalá escuchen alguna vez para ver si puedo acostarme con la seguridad de que
el dia de mañana voy a volver, sin esta angustia por lo oscuro del futuro, que
mi hija y los hijos de los demás puedan tener futuro más allá de este deseo
insano de huir o de matar que me entra cada vez que hago mercado, cuando sueño
con comprar casa, carro, vacaciones, viajes y hasta libros que son pecados
capitales pues alimentan la desesperanza que me tiene al borde de un ataque de
nervios pero que mi sueldo tampoco me permite ir a terapia y mucho menos pensar
en pastillas mágicas, que ni hay ni podría comprar.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
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