Ver
el mundo a través de esta ventana de cristal líquido hace que uno se dé cuenta
de cuan inconforme es el ser humano,
además obliga a revisar las creencias propias, en todas partes del mundo hay
quejas de sus respectivos gobiernos, al parecer a nadie le agradan como van las
cosas en sus respectivos países, todos (al parecer) quieren emigrar hacia otra
parte, con excepción claro de quienes ya lo hicieron y han sentido el halito
fresco de la calma de vivir sin la presión propia de estar en Venezuela por
ejemplo.
A
muchos de esos inconformes provoca decirles cuatro cosas, no por estar
incomodos que al final es buen síntoma pues la comodidad extrema no produce más
que flojera y poca iniciativa, es por quejarse por cosas tan fútiles como que
el tren pasa ahora con tres minutos de retraso, la gente no se baña en invierno
(los panas de verdad huelen mal) , el político fulano o zutano ha dicho alguna
imbecilidad que dicho sea de paso al parecer es una epidemia peor que el ebola
eso de la estupidez de muchos políticos, también se quejan de una inflación de
apenas seis por ciento anual, el sueldo de mil euros mensuales no les alcanza,
vaya uno a saber que más.
El
asunto es que cuando uno contrasta esa incomodidad con la realidad nacional, de
verdad quisiera pasarlo tan mal como otros en otras naciones, por lo menos allá
hay trabajo, no hay escasez, los servicios públicos funcionan, el hampa común
es tan común que sus peligrosísimos hampones parecen niños malcriados de
cualquier jardín de infancia a quienes solo les hace falta un coscorrón bien
dado, si los comparamos con estos matones desalmados quienes han decidido que
tu vida vale menos que el teléfono que usas.
En
base a eso se podría decir que ejercer cargos de poder es un espanto, no
importa la decisión que tomes, nunca le gustará a todo el mundo, siempre habrá
quien le haga ascos a lo que se impulse, sobre todo en la cosa política donde
lo que sobra es gente pendiente de hacerte ver mal para ellos alzarse con los
laureles, el cargo, las comisiones o la elección, siempre existirán los
inconformes. Acá quejarse es un ejercicio de supervivencia, la verdad las
decisiones gubernamentales no están basadas en pragmatismos dirigidos a
resolver los problemas de todos, son más bien parches para “resolver” la situación
personal de los jerarcas jamás de todos.
Eso
que llaman con tanto engolamiento “pueblo” es una entelequia ya que eso de
pueblo deberíamos ser todos, sin embargo las ejecuciones del estado solo
benefician a quienes se enchufan a los núcleos del poder, los otros estamos
jodidos sin posibilidad alguna.
Como
me gustaría estar equivocado, quizás poder ser acusado de ceguera política , no
ver las maravillas por ser un opositor acérrimo que se hace el pobre solamente
para poder incordiar a alguien por gusto, uno de esos que bailan con el diablo
por hacerse el interesante, realmente ese es un deseo profundo ya que de ser
así cualquier psiquiatra medianamente competente podría ayudarme terapia por
medio a ver con ojos imparciales la realidad nacional, para darme cuenta que he
perdido vilmente mi tiempo escribiendo tal sarta de sandeces desde esta
esquina.
Es
una lástima darse vueltas por la ciudad y tropezarse con colas, muertos en la vía,
quejas por escasez, mi hija con su cabellera de bruja por no haber champú, ver
mi nevera casi vacía pues el puto sueldo no alcanza para mucho, mendigar casi
un “tigre” que matar para medio equilibrar la cosa, dejar de ver televisión por
cable pues sabes que la mayoría de las cosas que ves no las vas a encontrar en
ninguna tienda, así sea las de los comerciales de gente idiota que pretende
venderte cosas maravillosamente inútiles.
Causa
espanto darse cuenta, de manera cabal que uno no está loco ni es un necio
inconforme por boberías, es que la cosa es seria, la pobreza generalizada y la
desesperanza es un virus que se propaga de manera involuntaria, no necesita más
canal de contagio que la vida misma, salir a la calle, trabajar, cobrar y
quedar en cero es un ciclo de contagio que se repite en muchas vidas sin
importar mucho el nivel o estatus de vida a que estés acostumbrado, hasta los
mendigos deben estar en crisis pues lo mendigado no debe alcanzarles para mucho
aunque ellos recolecten más en un día que el trabajador promedio en una semana.
Como
decía el poeta “…Esta extraña enfermedad inclasificable, que te quita la
sonrisa, cuyo síntoma es que ya no importa nada…”, así vamos,
mientras la “alta” política se reparte el botín, la “baja” se pelea por migajas,
el “pueblo” por sobrevivir y los inconformes, pues los inconformes solo
intentamos no morir de enfermedad pues sabemos que medicinas no hay, la
esperanza es el bien más escaso.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
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