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miércoles, enero 22, 2014

A puerta de licoreria

Desde hace días pienso, ¿en que nos pareceremos los Venezolanos?, toca hacerse la pregunta al ver lo diferentes que somos, pasen por una licorería cualquiera y verán todo un rosario de miserias regadas con cerveza y quien sabe que más, gente desesperanzada compartiendo sus miserias a puerta de licorería sin ningún pudor, no digo que jamás lo haya hecho, pero debo confesar que cada vez me gusta menos, la verdad es que los restaurantes están fuera de mi posibilidad económica, además esa manía de no permitir fumadores provoca menos la cosa, siempre es mejor la sala de la casa propia o ajena, sin la presión social y sin el obligado roce de otros sitios.

Vuelvo a las licorerías, son sitios terribles, aunque muchos las consideran amables, la verdad yo no, de hecho tengo la impresión de que son el reflejo del país en pleno, ya no se ven muchos comprando licores, es más, en las estanterías solo hay licores baratos a precios de dolar negro, de esos que solo tomaban los jóvenes estudiantes de bachillerato para creerse muy hombres cuando se desmayan de la borrachera o tienen el peregrino sueño de embriagar a la niña más bella, claro hasta que descubren que lo peor que se puede hacer es embriagar a una mujer que no está acostumbrada a beber licor, es espantosa la cosa.

Si alguien hiciera un estudio serio, le recomiendo que se de una vuelta por las licorerias de su zona de residencia, verá que casi no existen diferencias entre las de las urbanizaciones otrora clase media y las de los barrios, claro, la gente en ambos espacios se viste diferente, pero en todas hay desde indigentes, obreros, jóvenes y hasta señores de mediana edad con estampa de profesionales universitarios a quienes les sale más barato beberse algo sin tener que pagar los exagerados precios de los restaurantes y sin el implacable mal gesto de muchas esposas con sus amigotes, de paso, así rinde un poco más el whisky importado que guarda tras el asiento del conductor y del que ahora bebe poco y ni comparte pues eso de pagar más de dos sueldos básicos por un licor está fuera de calculo, si acaso comparte un traguito medido y ligero para que rinda y de esa forma creerse el cuento del estatus perdido.

Entre todas las cosas que he visto, desde gente ejerciendo la prostitución por un par de cervezas, claro, toca imaginar la miseria del rincón para saber de que clase de gente estoy hablando, por cierto ese grupo de la "señora" que cambia besos por cervezas, hay desde piedras (de las que se fuman) hasta recogelatas, todos en un mismo lote, a unos metros, los señores bien vestidos al lado de sus camionetas, un poco más allá otros con estampa de obreros cansados de mediana edad que comparten su botella de caña clara, con la mirada perdida y el animo neutro, como medio apartados se ven grupos de estudiantes haciendo su coleta para la compra de esa tarde, en los puntos equidistantes y estratégicos nunca falta quien pide una limosna para completar su ración de alcohol, lo interesante es que ahora no hay grupos políticos frente a ningún local de esos, no es que sean menos miserables, es que seguramente ya nadie los soporta y en esos espacios venerar políticamente seguramente traerá no pocos problemas a quien lo haga, no creo que toda esa gente sea feliz, por cierto eso es algo que me llama la atención, se supone que el alcohol es un desinhibidor del sistema nervioso, usualmente la gente se alegra, pero no he visto en muchos años ya  la primera licorería que termine en fiesta, por lo menos desde mis años de universitario y vaya que ha pasado un rato de eso, lo que nos deja en el aire una pregunta ¿será que Venezuela está triste? ¿tanto así que ni el licor le sube el animo? , tocará buscar la respuesta, mientras me reservo la mía, a la vista de los acontecimientos no creo que andemos para seguir pregonando tristezas aunque tampoco para olvidarlas, saludos desde esta esquina. 

José Ramón Briceño Diwan 2014
@jbdiwancomeback



1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo cierto es que es un nuevo fenómeno social que debería ser estudiado, gente parada agarrando varices y en ese calor que tuesta.