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martes, enero 21, 2014

Vida de balas



Desde esta esquina siempre he tenido una duda. ¿Cuál será la razón para que los venezolanos parezcamos estúpidos ante el resto del mundo?, me explico, teóricamente somos una potencia energética, gas natural a borbotones, navegamos en un mar de petróleo, pero estamos quebrados, tanto así que se necesita de la “ayuda” de países amigos para poder explotar esta riqueza mineral.

En cuanto al tema petrolero, todos saben que es mejor mercadear productos terminados que crudos, sin embargo la industria manufacturera de derivados petroleros es inexistente y la que hay vive de materia prima importada en vez de ser al contrario, no estamos hablando de materiales exóticos para uso espacial, es mucho de lo cotidiano, desde suelas para zapatos hasta  chasis para aparatos electrónico o cualquier otra cosa hecha de plástico, la verdad es un misterio pues en el mundo somos famosos por nuestro ingenio, aunque al parecer para cosas serias no lo somos tanto. La gasolina más barata del universo la tenemos acá pero se destila en el extranjero, de paso desde el alto (¿?) gobierno nos dicen que estamos en la lucha por la independencia tecnológica, eso de la gasolina es lo único placentero en esta nación del “no hay” del “en tal supermercado hay pero toca hacer cola”, de resto todo lo demás es un rosario de quejas y terrores.

Ya parecemos una república de comiquita, donde lo que falta es Rambo o Chuck Norris en las calles, la política se ha convertido en un cáncer terminal en suspensión indefinida pues avanza hasta casi matar al paciente pero por un misterio no se decide a matarlo del todo, solo lo mantiene en una eterna terapia intensiva sin que su agonía lo termine de matar, la verdad es desesperante la cosa.

En las calles es cotidiano escuchar historias de horror de muertos, secuestros, atracos, disparos, puñaladas plenas de drogas, alcohol, policías inútiles, políticos complacientes e indignación pasiva, nadie se toma la molestia de molestarse en serio, de quemar aunque sea un periódico viejo, de gritar más allá de su indignación, usted dirá querido lector que yo con tan buena voz y mandando a cantar, sin embargo eso de pararse solo en una acera a gritar la bronca no es lo más sano, pues nos hemos convertido en un país donde nadie mete la mano por nadie, donde quien ve un atraco prefiere voltear la mirada, la policía te aconseja que seas complaciente con el ladrón, lo que falta es que recomiende tener un envase pequeño de vaselina para hacerle más sencilla la tarea si el hampón anda con algún deseo no satisfecho y de esa manera salvar la vida.
Puedo pensar que son bien intencionados los consejos de las autoridades, pero se supone que están allí para que los ciudadanos estemos seguros y tranquilos, no para apuntalar esta sensación de vivir en guerra soterrada, sin frentes ni enemigos reales, digo sin enemigos reales por que todos se parecen, uno no sabe si el motorizado es un ciudadano sin dinero para un carro y le toca andar acaballado en su moto para ganarse la vida de manera honesta o es un malandro más, de esos que atracan desde su moto, disparan a mansalva y nunca son atrapados por la policía, nadie sabe si el peatón que se sube al bus esconde una pistola al cinto y te quita el celular, ese mismo peatón puede apuntarte mientras metes el carro al garaje, brincar la cerca de tu casa, entrar a tu edificio , matar a tu familia, golpear a tus viejos, dispararle a tu hijo por un par de zapatos, en fin, todas las cosas terribles de las que puede ser capaz un ser humano, mientras, en el universo paralelo, hay un centenar de tipos y tipas cubiertos con varios escoltas, haciendo sus vacaciones en Miami, panamá o cualquier otro destino del mundo, negociando el futuro de la patria y haciendo alianzas con los mismos que nos tienen ahogados entre esta mierda de miedo y la incertidumbre de un futuro que se niega a mejorar.

Cada día, por los aeropuertos de este país se va quien puede, quien no, pues se queda soñando, los menos, como yo, con la rabia a flor de piel y el miedo  en la columna vertebral, haciendo malabares para vivir con poco sin claudicar, pero con la certeza de que por ahí hay una bala con mi nombre buscándome el cuerpo sin que yo pueda hacer nada más que evitarla, pensando en no pensar en ella, en mirar siempre sobre mi hombro, en disfrutar cada segundo con mi hija, mis amigos, mi novia, mi familia y hasta los cofrades de las tertulias políticas, literarias, artísticas o las de la nada habitual de tragos  , que la vida es una sola, que ojalá tanto libro místico tenga razón y hay vida después de la vida, si eso de la vida de ultratumba es en serio espero que la próxima vez reencarne con toda mi gente querida, mis afectos y mis anhelos para probar como se siente renacer con todo a favor para disfrutar con calma la dicha que este país nos niega.

José Ramón Briceño Diwan, 2014
@jbdiwancomeback



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