Hoy
es mi cumpleaños, aún no he salido a votar, la verdad es complicado salir a la
calle con este sol, además, mi hija está acá conmigo disfrutando el ocio
cumpleañero del padre, saldré después de mediodía a hacerlo, no tengo
intenciones de dejar que otro tome mi lugar, la verdad no creo en la seriedad
de quienes odian que se les contraríe y de paso son felicísimos haciendo ver su
poder para quebrar las leyes sin que alguien pueda ponerle el cascabel al gato.
Había dicho que por acá no volvía hasta mañana, sin embargo me atreví a
encender mi computadora y revisar el tuiter, craso error, ahora no puedo dejar
de escribir sobre algunas cosas que me molestan del venezolano promedio y que
días como hoy se ponen en evidencia.
Eso
que me molesta de muchos compatriotas es el deseo de “ser algo” y si ese “algo”
les da aunque sea la ilusión de poder tanto mejor. Hace unos años ostenté un
cargo administrativo de mediano nivel, en esas labores se nos encomendó, a mi
equipo de trabajo, organizar la carnetización de toda la empresa, hasta allí
todo normal, el levantamiento de la data, el diseño de los carnets y hasta asignar
el horario para dichas acciones, cuando la cosa se puso rara fue en el momento
que el personal se enteró. Fue un desastre donde hasta regaños llevaron los
desesperados por una “chapa”, ese carnet (pensaban) los libraría de todo mal,
lo más “gracioso” era que los más desesperados eran los obreros quienes por naturaleza
no ostentaban ninguna autoridad imaginaria o real, los empleados
administrativos se conformaban con que en la entrada los vigilantes no los
fastidiaran para el acceso a las instalaciones, pero los obreros casi hacen
motin por su carnet. Es más, hasta la señora de la limpieza que por razones
económicas iba de uniforme, pero miliciano, deseaba poder demostrar en su
barrio que era una persona importante y de alguna manera poder ejercer su
imaginación desaforada de “ser alguien” no quitándose el uniforme de milicia,
nunca entendí.
Eso
llama la atención pues por lo general son los mismos que vemos de lunes a lunes
con su franelita roja, gorra y afichito en la sala de su casa, se agrupan en
manadas para conversar, no tienen un céntimo pero hacen colas kilométricas y
por días enteros con su uniforme para (en la mayoría de los casos) entrar a ver
que se pueden comprar en una tienda de esas que el estado ordenó rematar su mercancía.
Hoy, dia de las elecciones los miras con su disfraz, sus puntos rojos frente a
los sitios de votación, sus motorizados de igual disfraz y hasta los ministros
con sus respectivos símbolos partidistas, jactándose de ser algo más, de eso
que no se gana en la universidad, ni en la escuela y mucho menos tiene razones
prácticas o que respondan a algún fin más allá de mostrar al mundo que son “algo”,
pero si el contario lo imita pues va preso, hoy no es día de hacer proselitismo
político, reforzando así la sensación de estar por encima de las leyes.
Qué
bonito sería el día que la gente solo se considere humana, que deje la soberbia
de creer tener la razón, que los políticos no se crean la gran vaina ni estén
por encima de las leyes de los hombres y la lógica, que ese “ser algo” esté
reservado para tramites burocráticos y no para pasearse por ahí creyéndose la
gran cosa, que los carnets sean para autorizar accesos y no para aflojar
tramites, que los militares estén en sus cuarteles y no en las oficinas, que
este odio de ignorancias reales y las ilustradas no siga acrecentando una
brecha que amenaza con ser insalvable, que los defensores de la “seguridad del
estado sobre las ideas del individuo” encuentren un pasaje sin regreso a las
tierras donde serán bien vistos , pero por sobre todo que mañana mi mapa sea
otro y que de regalo de cumpleaños la providencia me regale una nueva
administración producto de las primeras elecciones realmente transparentes y no
con la tramparencia acostumbrada.
José
Ramón Briceño, 2013
@jbdiwancomeback
Modelo : Miranda Briceño, foto José Briceño (su papá) |
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