Hoy pensaba escribir algunas cosas en son de broma, sin embargo, ayer, al otro lado del mundo, cerquita de la casa de los ancestros de casi todo este país, murió un grande, Nelson Mandela, tanto así que hasta sus enemigos le han rendido homenaje y yo no soy quien para saltarme la norma de rendirle honores a quien pudo reconciliar una nación dividida por el odio ancestral a los blancos quienes creyéndose la gran vaina sometían a la gente de color a esa cosa espantosa llamada apartheid.
La noticia, como todas las malas noticias, viajó rápido y contundentemente a todos los rincones de la tierra, lo que también generó muchas reacciones, la mayoría buenas, la mayoría con la mejor intención, por qué digo esto de ¿la mayoría?, simple, la izquierda siempre aprovechada, siempre oportunista ante los posibles chances de elevar a sus “exponentes” y equipararlos con los verdaderos grandes como Mandela.
Desde anoche andan circulando anuncios, fotos, recortes de prensa y hasta textos que hablan de la cercanía del señor para con el engendro y su combo, esos mismos de la “isla de la felicidad”.
No dudo que en algún momento pudieren haber estado cerca, el marketing político así lo dictaba para esos años en que ya Cuba mostraba las costuras de una revolución que solo le da felicidad a los extranjeros y a los militares de ese país, rápidamente y de manera muy diplomática Mandela puso distancia entre la ahora momia caminante y el, pero los esbirros gratuitos y los pagados pues no pierden oportunidad, para ellos no existe más que derechas e izquierdas, como si el mundo fuese bicolor y si no eres de extrema derecha estás con ellos, una suerte de ilusión que les hace mantener un precario equilibrio mental, así van poco a poco incluyéndose, apropiándose de el embuste, que todo el mundo los quiere cuando los realmente grandes se los han sacudido como las lampreas que son.
Hace unos meses sostuve una discusión con un alto ejecutivo de la actual (des) gerencia gubernamental, el por supuesto mantiene su línea ideológica sin cambio alguno, hace su proselitismo pero vive (por suerte para su familia) en otro país, a la distancia el piensa que toda esta nueva concepción de patria transdimensional (pues quiere decir que nada hay) , en medio de la discusión yo le decía que entre las cosas que me ofenden de este estado extraño es el ensalzamiento de carniceros como el “che”, tirofijo, fidel y otros cuya ideología fue más de sangre que de avances sociales, en medio de mi reclamo también hacía alusiones a la posibilidad más certera de hablar de Gandhi, Mandela, Andrés Bello, Herrera Luque, Vargas Llosa y otros tantos cuyo pensamiento y reconocimiento mundial va más allá de las balas y entra en el camino de la real ideología progresista. El salió con la tontería de decir que los dos primeros que nombré eran de izquierda y los otros pues de la derecha más ultrosa, lo mande al carajo, resulta que tanto el grande que se fue ayer como el otro que se fue hace más tiempo también fueron abordados por la izquierda esa ávida de propaganda para sus desaciertos y barbaridades, esos dos SEÑORES los mandaron a paseo, en el caso del Hindú se sacudió a Stalin y el otro a fidel, de manera muy sutil y diplomática como les correspondía, pero sacudón al fin.
Esta mañana cuando pienso en frío lo que significó para su gente Mandela me entristece la cosa de su partida, aunque estaba viejito y su vida pues nunca fue un lecho de rosas, creo que la vida siguió su camino natural, los realmente grandes se van así, por la puerta del frente, despidiéndose con la frente en alto y seguros de su inmortalidad, los otros pues necesitan de un artesonado de publicidad y propaganda para poder permanecer en la memoria de los pueblos así sea de manera artificial, para mi Mandela es inmortal aun antes de morir, para todo su pueblo ha de ser casi un dios, para los tiranos debe ser un recordatorio eterno de que la debilidad de un régimen se basa en su transitoriedad, que el apartheid fue y será barbaridad más grande que el ser humano ha inventado, así sea por el motivo que fuere, político, económico, social, intelectual y hasta ideológico tal y como por acá está sucediendo desde hace rato.
Sé que ningún sudafricano me leerá, también que ningún representante o real doliente de Mandela me conocerá o sabrá de estas líneas que no son más que un homenaje a quien de verdad lo merece, que tenga buen viaje y mejor acogida a ese olimpo desde donde descansará de su agitado paso por el mundo y adonde espero escaparme cuando me toque solo para conversar y pasar el resto de la eternidad feliz porque los conocí.
José Ramón Briceño, 2013
@jbdiwancomebak
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