Desde
que esto comenzó he visto con horror cientos de avisos que anuncian que tal o
cual persona es un “sapo”, lo que más me espanta es que bajo ese adjetivo puede
encajar cualquiera, la verdad no sé qué sucede con esas personas pero imagino
que mínimo tienen que mudarse del barrio o urbanización so pena de ser linchado.
Puedo entender la rabia de muchos al ver que el vecino, el compañero de clases
o hasta el heladero son los confidentes de las “autoridades”, que las balas,
bombas y perdigones tengan su inicio a causa del dato que les da la persona a
quien todos los días le damos los buenos días. Hasta he oído de casos donde los
delatores son los mismos familiares, que horror.
La
desconfianza se ha disparado a otros niveles, por ejemplo, yo he borrado de mis
contactos a todos los pro oficialistas, no por que piense que pueden ser “sapos”,
es que uno no sabe a quienes tienen agregados en sus redes que si lo pueda ser,
sobre todo en este país donde al parecer casi todos se mueren por tener un
carnet que los libre de todo mal y si a eso le asomas las posibilidades de
tener acceso a ciertas prebendas estatales pues se desbocan buscando datos que
aportar a quienes se los pregunten.
En
los barrios existe una cosa llamada “inteligencia social”, todos son vigilados,
nadie sabe desde donde saldrá la pista que los pondrá presos, ni saben si la
bala que les pueda cegar la vida sale de algún integrante de una banda de esas
que llaman “colectivos” quienes por cierto pertenecen a esa rama exótica de la “inteligencia
social” una suerte de espías del estado, ellos impiden que muchas barriadas se
expresen sobre lo mal que la están pasando por obra y gracia del gobierno y sus
estupideces, ya he escuchado muchas veces que en tal o cual zona popular no se
pueden hacer reuniones con los lugareños pues son amenazados por esos
colectivos, que por cierto, cada día tienen más libre la vía con su patente de
corso. Parecieran tener más poder que los mismos cuerpos de (in)seguridad del
estado.
Imagino
que los premios por andar contando la vida ajena han de ser interesantes, no
sé, quizás le suman cuatro kilos de café, unas cuantas pastillas de jabón,
champú, aceite, azúcar, harina de trigo, mezcla para galletas y toda la larga
lista de cosas que no se encuentran en ningún lado, esas seguro se las han de
regalar cada vez que atrapan a alguien por un dato dado por esas personas, debe
ser una suerte de tabla de bonificaciones según el grado de “peligrosidad” de
los detenidos, así será el premio para los bocones. Es complicado ser ecuánime
en situaciones como esas, una vez que se comete la falta es difícil recoger lo
andado.
Siempre
han existido los soplones, en épocas pasadas muchos tenían esos vicios de andar
contando a las autoridades lo que oyen o ven si les parece sospechoso, sobre
todo si les daban un carnet que los libraba del mal y les otorgaba cierta “autoridad”
esta manía de los venezolanos de tener que creerse alguna vaina importante para
poder vivir en paz, con cierta práctica uno los identificaba, al igual que él o
la vecina ociosa(o) que vivía chismeando sobre el hacer de sus vecinos, inventándose
historias y repitiéndolas al que quisiera oírlas, muchas veces exageradas y
falsas pero al final no hacia el gran daño a nadie, recordemos que en este país
la reputación tampoco es que la cuidamos tanto. Por ejemplo, en otras naciones
emborracharse en público es una cosa espantosa, acá nos reímos y hasta
disfrutamos con eso, nadie se avergüenza
de alguna borrachera épica en conjunto de sus amigotes, todos los hombres (por
lo menos un gran numero) han terminado la farra en algún burdel por más
juiciosos que sean y eso no presupone ningún delito, más bien en esta sociedad
machista eres sospechoso de otras cosas si no lo has hecho por lo menos una vez
en tu vida, es más, hemos tenido varios presidentes con queridas públicas y
bares portátiles que se tomaban íntegros, nadie hizo ningún asco a la cosa.
Volviendo
al tema de los “sapos” mal nos veo como sociedad con esta caza de brujas,
aunque ninguno ha caído linchado no creo que falte mucho, quizás lo que más me
desagrada evitando lo obvio de la violencia, es que no hay pruebas concretas de
que tal o cual sean realmente lo que se les acusa, seguramente cuando esto
llegue al climax, lo cual creo no tardará mucho, comenzaran a cazarlos de
verdad, quemaran sus casas y si los atrapan a lo mejor terminaran colgados de
un poste con su respectivo cartel anunciando la causa de su ejecución, creando
así otro nicho más para el odio.
La
solución no es fácil, es difícil decirle a un padre cuyo hijo está preso, a un
vecino cuya esposa, madre, abuela, hija, tío, primo, cuñado, cuñada, abuelo,
abuela o simplemente conocido ha sido golpeado, vejado , preso o muerto que lo
olvide, que el odio no lleva a ninguna parte, que toca construir el país que
queremos, cuando todo lo desencadenó la llamada del vecino, el vendedor de periódicos,
el heladero y hasta la conserje, en los barrios será peor pues el fulano sapo
es otro tan pobre como todos pero con la lengua más afilada que los demás.
Este
es uno de los temas en los que decir algo constructivo es complicado, sería más
fácil decir “que los quemen en una pira”, “ahórquenlos por desalmados”, sin
embargo no creo en esa violencia sin juicios ni testigos, lo único que puedo
hacer es decir que se cuiden, que hagan las cosas como se deben hacer, que no
sean ingenuos y crean solamente en la gente que realmente conocen, borren de
sus redes a cualquier sospechoso de ser oficialista, no les pongan la cosa
fácil, defiéndanse de los colectivos y sus similares, tengan a bien
resguardarse y continúen en las calles que la protesta ha funcionado aunque no
se vea demasiado, hagan ruido, informen, comenten y si por casualidad saben de algún
colaboracionista ignórenlo, jueguen con él , díganle planes falsos, que para la
causa vale más la desinformación hacia el estado que quemar a algún sapo o
matarlo, después simplemente vendrá otro, pero por sobre todas las cosas cuídense.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
Foto: José Briceño @plurifotos |