Acabo
de perder mi virginidad, hice 90 minutos de cola para comprar dos miserables
kilos de leche en polvo, la verdad estoy asqueado, neurótico, molesto y el
largo etcétera que describiría el osario de vivir en este país, ¿la razón de
tal cola?, tengo una hija que necesita su leche así que toca tragarse el
orgullo y hacer lo necesario, pero por mí ni de casualidad. La cola, amarga como
todas, tuvo su lado amable, me encontré una señora mayor, de la edad de mi mamá
más o menos (aunque yo diría que más) con la que compartí el carro del
supermercado, atrás estaba una familia, un militar rodeado de hijos, hijas,
esposa y nietos, supe que es milico pues por alguna razón sacó su billetera
desde donde me miró por un segundo su inconfundible carnet del ipsffa, la
credencial que todos usan a diario cuando andan sin uniforme, atrás de él, una
pareja mayor, un señor con acento zuliano y estampa zamarra junto a su esposa que tenía estampa de
abuelita de postal, rubia, sonriente y con mirada viva.
Cuando
mire a mi alrededor, estaba junto a la perfumería del súper, con más de la
mitad de los anaqueles vacíos y a cada rato alguien pasaba preguntando por el jabón
de tocador, el champú o el desodorante que ostensiblemente no había, ni del
malo tan siquiera. Estando ya de mal humor por tener que hacer cola por una
cosa tan común y silvestre como lo es la leche entera en polvo, así, de la
normalita, escuché lo que decía el amigo zuliano y me despepité a hablar mal
del gobierno y los milicos, la cola entera se puso en guardia, el vecino de la
caja de al lado se me unió, el milico buscó unas bolsas, recogió todo y se mudó
de caja rápidamente, espero que asustado, la gente se volvió en grupos, hablaba
sin miedo, gritaba su malestar, no hubo motines, se portaron bien, pero ni un
solo defensor tuvo la revolución, abajo del texto publicaré algunas fotos de mi
celular, muy malas pero que orientan un poco de esa cola malvada que tuve que
hacer.
Mientras
todo sucedía hablé con la pareja de atrás y la señora que me tocó en suerte
como compañera momentánea de infortunio, ellos no sabían nada de los problemas
con las protestas, no habían visto ni una foto o comentario al respecto,
estaban desinformados, que bolas, pensé, les conté lo que sabía. Anoche,
mientras leía el tuiter, le pedí a la madre de mi hija que no llevase a la niña
a la escuela, cuando me preguntó y le contesté, me dijo que ella no sabía nada,
que dejara la vaina pues no pasaba nada.
Entre
lo de anoche y lo de hoy, eso de que en el país no pasa nada, me he quedado de
piedra, ningún canal público ni privado dice nada, resulta que no todo el mundo
anda pendiente de las redes sociales y los que lo hacen al parecer no salen del
chisme y la pendejada de la película del Facebook, la verdad ya mi país parece
una canción de Rubén Blades, es más, todo el soundtrack del disco aquel donde
salía la canción de Ligia Elena, lo recuerdo pues mi mamá me lo tuvo clavado
como un año cuando era niñito, allá en los ochentas.
Volviendo
a la cola, por primera vez me fijé en detalle, habían vecinos haciendo cola
para otros, se llamaban unos a otros, todo un desfile de gente corriendo por
los pasillos en busca de sus dos kilos, reclutaron hasta las abuelitas para la
compra, nadie sonreía, nadie hablaba con ánimo, la bronca se podía cortar en el
aire, hasta los empleados del supermercado tenían una caja y hacían su cola
para llevarse el producto, que horror, dos kilos de leche completa, tratados
como si fuese lomito de res a precio popular, una rebatiña para llevarse la
cosa, hasta un tipo quiso venir a quitarme mi leche porque el alegaba que eso
era de él pues lo había dejado allí, creo que mi cara, mis canas, mi calva y
hasta el lunar de mi nuca le avisaron al joven pícaro que se dejara de cosas
raras pues hoy no era día de andar con delicadezas de ciudadano civilizado, le podía
salir mal la gracia, así que lo dejó de ese tamaño y se fue por donde vino.
Si
tienen una fotocopiadora, hagan un periodiquito de una página, pidan resmas
prestadas, difundan lo que pasa, métanse en las colas, arenguen a los que allí
estén, explíquenle que el país está directo al foso y la mayoría no lo sabe porque
va flotando en el aire, antes de darse el golpe de gracia, el “no creo, eso no
pasa aquí” ya no cabe, está pasando pero nadie lo dice, la mordaza manda y
hasta los milicos van de civil, no vaya a ser que los reconozcan, no se la
calen que solo así volveremos a ser gente civilizada, de compra dominical, periódico
en familia, paseo en la plaza para que los niños jueguen, en fin, aquello que
fuimos pero que podemos volver a ser cuando los barbaros se vayan con sus
cuentas en el exterior y los ciudadanos de a pie, seamos ciudadanos y no estos
sobrevivientes que caminamos por ahí.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback