Las
historias propias mutan cada vez que se recrean. A finales de los años ochenta
me hice amigo de una familia, cuyos
hermanos fueron compañeros de farra, unas muy normales, algunas épicas, pero en
fin, por aquellos años, una tarde de sábado en la que imagino no teníamos nada
interesante que hacer, me mostraron un trozo de piedra que venía con un
certificado pegado a una esquina, aseguraba que era un trozo del infame “Muro
de Berlín”.
Para
mí fue el evento de ese año, había tocado un pedazo de esa pared sin haber
salido jamás de mi país. Al preguntar como obtuvieron eso (no había e-bay en
aquellos años) me contaron que su papá fue activista político para algún
partido de filiación comunista, para esa época trabajaba como diputado del
extinto Congreso Nacional, en fin, ha de haber sido un cuadro político de los
ideológicamente más firmes, trabajó como médico en Nicaragua para el gobierno
sandinista , cuando joven agitaba los montes desde el Moján hasta la orilla
misma del “Lago de Maracaibo”, quien sabe que más hizo por la causa de la
revolución.
Cuestiones
aparte haber sido amigo de esa familia me fue quitando el halo que le otorga el
poder a los políticos, para desmitificarlos y saber que son humanes comunes y
silvestres, aunque en su mayoría tienen éxito gracias a la mala fe de su
accionar, pero ese es otro asunto, perderle el miedo al poder (más no el
respeto en algunos casos), hubo ocasiones en que compartimos trago y conversa
con algunos de los altos jerarcas del partido socialista del momento, gente que
luego fueron gobernadores, alcaldes, decanos, profesores universitarios sin la
pompa que ahora se dan (los políticos), no había escoltas ni policías, mucho
menos extrema vigilancia en los alrededores, ni siquiera excesos con licores o
lujos, de hecho era una casa muy clase media sin mayores lujos a pesar de que
el señor se codeaba con el alto gobierno, no como ahora que aparte de parecer
un cuartel las reuniones de muchos, son una competencia de egos transformados
en licor y lujos, por algún tiempo , nos topábamos con toda una fauna a la que
no tenía acceso más que en contadísimas ocasiones forzado por compromisos
familiares que por lo general son bastante rígidos y de otra naturaleza.
En
aquel tiempo para mí la novedad era la fulana piedra, veía los documentales y
entre una y otra cosa terminé leyendo los relatos de la época soviética donde
se colaban relatos igual de espantosos de la vida en la República Democrática
Alemana, las barbaridades, la locura de los dirigentes hasta la idiotez de las
masas que a pesar de casi morir de hambre todavía mostraban cierta devoción al partido, no podía entender
como los militares o alguien nunca puso coto a la situación de los pobres seres
que vivían bajo ese régimen de hambre, muertos, pobreza y militares , donde los
niños eran aleccionados para que delatasen a sus padres, todos eran sospechosos
del pecado original de no creer y protestar.
Hoy
a más de veintitantos años de aquella época, me he despertado recordando la
fulana piedra, por más que lo pienso no encuentro el recuerdo del origen del guijarro
histórico, quien se las había mandado, si la compraron, si fue algún ex
empleado del señor que en esos años trabajaba en alguna embajada, algún colega
que estaba por allá en el momento del suceso , una amante o algún compañero de
los tiempos del partido, quizás algún condiscípulo que estuvo en el mismo
campamento de ideologización del PCV que los mandaba a la Patricio Lumumba a
beber vodka y corretear catiras .
Por
estos tiempos en que todo aquello que aquejaba a los comunistas de todo el
mundo, de hecho, lo mismo que el último bastión de la salvajada política
“Cuba”, ahora que no tengo nada y el sueldo no me da (literalmente para comer)
que el miedo está en las calles, que ser opositor es una blasfemia dentro del
estado, que un par de zapatos es un lujo gigante, que la comida escasea, sin
medicinas, papel higiénico y hasta cordura, tal como cuentan miles de historias
que pasaba en Alemania hasta que cae el
“Muro de Berlín”, quiero creer que se la mandó un compañero de algún campamento
de ideologización que terminó viviendo allá.
El
hombre a quien llamaremos Luis, se enamoró de una Walkiria rubia de ojos azules
que se deslumbró con un latino con ganas de marcha (como corresponde a
cualquier caribe de 21 años), el partido
le dio el empleo de médico de emergencias con el compromiso de beca para posgrado,
dacha en algún suburbio de Berlín y el orgullo de formar parte del glorioso
partido comunista ayudando a su país a ser la más grande patria de las
Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Ambos
galenos habían perdido todo contacto hasta que el doctor , padre de mis amigos,
comenzó a figurar en la prensa y hasta a Berlín fue a dictar una conferencia
sobre medicina tropical, lo que sirvió para que los amigos se reencontraran, se
volvieron a emborrachar, se fueron de fiesta y al volver, el doctor llegó con
menos ropa de la que se llevó, incluidos desodorantes, colonia, afeitadoras y un
par de cosas que siempre tenía por partida doble pues es un hombre muy celoso
de su aseo personal.
Unos
años después aún se seguían escribiendo, el doctor para practicar su alemán y
el venezolano en Alemania para idear alguna manera de hacerle saber a su amigo
que se quería devolver a Venezuela con urgencia pues el hambre y el frio
estaban matando a la familia, a lo que el doctor, hábilmente como buen político
jamás se dio por enterado.
Al
caer el muro su amigo le envió la piedra por correo expreso como un gran
regalo, iba envuelto en una caja blanca con ribetes dorados , descansando en na
almohadilla blanca y sobre esta, más bien en la tapa de la caja pero del lado
de adentro un certificado de autenticidad expedido por el museo de Berlín cuyo
lujo es difícil para un falsificador, la carta adjunta era un rosario de bendiciones
para la familia y que pronto vendría hasta Maracaibo a visitar a la familia ,
pidiéndole al doctor que se encontrasen para recordar viejos tiempos.
Ahora
para más especulación, quiero creer que toda la alegría de la carta, la pompa
del regalo, lo laudatorio del discurso escrito y lo espectacular que además era
un pedazo de historia , todo eso era para que el doctor, amante del comunismo y
cómplice de toda aquella barbaridad que vivió pues negándose a ayudar al amigo
en desgracia para no caer en mala cosa con los jefes, lo hizo coparticipe
directo de la tragedia de vida que llevaba el pobre hombre en Alemania, todo
eso era una vedada manera de burlarse del doctor ´pidiéndole subliminalmente
que lo usara como remedio para curar su manía comunista (el paciente escogería su
uso si se lo tragaba o lo utilizaba como ayuda para el estreñimiento que quizás
le taponeaba las neuronas) y que además, seguro lo pondría a la vista de todos
para vanagloriarse sin saber que muestra un insulto anti-comunista y no un
pedazo de historia contemporánea.
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José
Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback
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