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martes, abril 19, 2016

Cuando toqué el “Muro de Berlin”

Las historias propias mutan cada vez que se recrean. A finales de los años ochenta me hice amigo de una familia,  cuyos hermanos fueron compañeros de farra, unas muy normales, algunas épicas, pero en fin, por aquellos años, una tarde de sábado en la que imagino no teníamos nada interesante que hacer, me mostraron un trozo de piedra que venía con un certificado pegado a una esquina, aseguraba que era un trozo del infame “Muro de Berlín”.

Para mí fue el evento de ese año, había tocado un pedazo de esa pared sin haber salido jamás de mi país. Al preguntar como obtuvieron eso (no había e-bay en aquellos años) me contaron que su papá fue activista político para algún partido de filiación comunista, para esa época trabajaba como diputado del extinto Congreso Nacional, en fin, ha de haber sido un cuadro político de los ideológicamente más firmes, trabajó como médico en Nicaragua para el gobierno sandinista , cuando joven agitaba los montes desde el Moján hasta la orilla misma del “Lago de Maracaibo”, quien sabe que más hizo por la causa de la revolución.

Cuestiones aparte haber sido amigo de esa familia me fue quitando el halo que le otorga el poder a los políticos, para desmitificarlos y saber que son humanes comunes y silvestres, aunque en su mayoría tienen éxito gracias a la mala fe de su accionar, pero ese es otro asunto, perderle el miedo al poder (más no el respeto en algunos casos), hubo ocasiones en que compartimos trago y conversa con algunos de los altos jerarcas del partido socialista del momento, gente que luego fueron gobernadores, alcaldes, decanos, profesores universitarios sin la pompa que ahora se dan (los políticos), no había escoltas ni policías, mucho menos extrema vigilancia en los alrededores, ni siquiera excesos con licores o lujos, de hecho era una casa muy clase media sin mayores lujos a pesar de que el señor se codeaba con el alto gobierno, no como ahora que aparte de parecer un cuartel las reuniones de muchos, son una competencia de egos transformados en licor y lujos, por algún tiempo , nos topábamos con toda una fauna a la que no tenía acceso más que en contadísimas ocasiones forzado por compromisos familiares que por lo general son bastante rígidos y de otra naturaleza.

En aquel tiempo para mí la novedad era la fulana piedra, veía los documentales y entre una y otra cosa terminé leyendo los relatos de la época soviética donde se colaban relatos igual de espantosos de la vida en la República Democrática Alemana, las barbaridades, la locura de los dirigentes hasta la idiotez de las masas que a pesar de casi morir de hambre todavía mostraban  cierta devoción al partido, no podía entender como los militares o alguien nunca puso coto a la situación de los pobres seres que vivían bajo ese régimen de hambre, muertos, pobreza y militares , donde los niños eran aleccionados para que delatasen a sus padres, todos eran sospechosos del pecado original de no creer y protestar.

Hoy a más de veintitantos años de aquella época, me he despertado recordando la fulana piedra, por más que lo pienso no encuentro el recuerdo del origen del guijarro histórico, quien se las había mandado, si la compraron, si fue algún ex empleado del señor que en esos años trabajaba en alguna embajada, algún colega que estaba por allá en el momento del suceso , una amante o algún compañero de los tiempos del partido, quizás algún condiscípulo que estuvo en el mismo campamento de ideologización del PCV que los mandaba a la Patricio Lumumba a beber vodka y corretear catiras .

Por estos tiempos en que todo aquello que aquejaba a los comunistas de todo el mundo, de hecho, lo mismo que el último bastión de la salvajada política “Cuba”, ahora que no tengo nada y el sueldo no me da (literalmente para comer) que el miedo está en las calles, que ser opositor es una blasfemia dentro del estado, que un par de zapatos es un lujo gigante, que la comida escasea, sin medicinas, papel higiénico y hasta cordura, tal como cuentan miles de historias que pasaba en Alemania hasta  que cae el “Muro de Berlín”, quiero creer que se la mandó un compañero de algún campamento de ideologización que terminó viviendo allá.

El hombre a quien llamaremos Luis, se enamoró de una Walkiria rubia de ojos azules que se deslumbró con un latino con ganas de marcha (como corresponde a cualquier caribe de 21 años),  el partido le dio el empleo de médico de emergencias con el compromiso de beca para posgrado, dacha en algún suburbio de Berlín y el orgullo de formar parte del glorioso partido comunista ayudando a su país a ser la más grande patria de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Ambos galenos habían perdido todo contacto hasta que el doctor , padre de mis amigos, comenzó a figurar en la prensa y hasta a Berlín fue a dictar una conferencia sobre medicina tropical, lo que sirvió para que los amigos se reencontraran, se volvieron a emborrachar, se fueron de fiesta y al volver, el doctor llegó con menos ropa de la que se llevó, incluidos desodorantes, colonia, afeitadoras y un par de cosas que siempre tenía por partida doble pues es un hombre muy celoso de su aseo personal.
Unos años después aún se seguían escribiendo, el doctor para practicar su alemán y el venezolano en Alemania para idear alguna manera de hacerle saber a su amigo que se quería devolver a Venezuela con urgencia pues el hambre y el frio estaban matando a la familia, a lo que el doctor, hábilmente como buen político jamás se dio por enterado.

Al caer el muro su amigo le envió la piedra por correo expreso como un gran regalo, iba envuelto en una caja blanca con ribetes dorados , descansando en na almohadilla blanca y sobre esta, más bien en la tapa de la caja pero del lado de adentro un certificado de autenticidad expedido por el museo de Berlín cuyo lujo es difícil para un falsificador, la carta adjunta era un rosario de bendiciones para la familia y que pronto vendría hasta Maracaibo a visitar a la familia , pidiéndole al doctor que se encontrasen para recordar viejos tiempos.

Ahora para más especulación, quiero creer que toda la alegría de la carta, la pompa del regalo, lo laudatorio del discurso escrito y lo espectacular que además era un pedazo de historia , todo eso era para que el doctor, amante del comunismo y cómplice de toda aquella barbaridad que vivió pues negándose a ayudar al amigo en desgracia para no caer en mala cosa con los jefes, lo hizo coparticipe directo de la tragedia de vida que llevaba el pobre hombre en Alemania, todo eso era una vedada manera de burlarse del doctor ´pidiéndole subliminalmente que lo usara como remedio para curar su manía comunista (el paciente escogería su uso si se lo tragaba o lo utilizaba como ayuda para el estreñimiento que quizás le taponeaba las neuronas) y que además, seguro lo pondría a la vista de todos para vanagloriarse sin saber que muestra un insulto anti-comunista y no un pedazo de historia contemporánea.
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José Ramón Briceño, 2016

@jbdiwancomeback


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