He
sido un parrandero impenitente mientras se pudo, nunca me he negado a una
conversa regada con cualquier alcohol que se aparezca, la verdad mi hígado está
entero de milagro, los riñones cíclicamente, cada diez años protestan tirando
piedras que el medico muy amablemente diagnostica como “cálculos” pero la
verdad es que yo sé que son piedras lanzadas desde mi interior para protestar por darle tanto alcohol que
procesar, desde el de peor calidad hasta el más excelso de los caldos europeos
o sureños como corresponde al bolsillo de amigos y familiares que invitan, en
el caso de los más humildes es gracias a mi bolsillo de poeta siempre al borde
de la catástrofe económica, aunque últimamente eso del licor ha bajado casi a
su expresión mínima pues el bolsillo de nadie está para esos gastos superfluos.
En
esas épocas en las que andaba de parranda en parranda, desde muy joven debo
aclarar, ya me negaba a compartir mi tiempo con gente poco inteligente por
mucho buen licor que invitase, perder neuronas y tiempo discutiendo idioteces
como la moda, los carros , mecánica , música que no entiendo o farándula jamás
ha estado en mi radar por muy ebrio que terminase, ahora de viejo (44) soy peor
y las canas (como dice el maestro Wilson Prada) me han dotado de un chaleco
antibalas para los odios o comentarios insidiosos, sin algo no me parece lo
digo de la manera más amable posible y si no manera amable pues lo suelto como
balas , total si no me tratan no pasa nada, mejor dejar atrás gente que no aporta
nada al intelecto.
Entre
esa poca gente que hoy día frecuento debo admitir que hay una muestra bastante
variopinta, desde poetas excomunistas, algunos de vieja escuela , de esos que
alguna vez discutieron con Neruda allá en París, otros de menos abolengo pero
igual de inteligentes (a pesar de su manía socialista, nadie es perfecto),
periodistas que hasta corrigen textos para la biblioteca nacional, insignes
médicos cuyas esposas me tragan con sonrisas resignadas, ingenieros creyentes
en el evangelio cuyo misión al parecer es hacerme volver al redil de la senda
de Jehová pero que no entienden que mi ideario excluye todo aquello que me
prohíba intentar enmascarar la bronca regándola con alcohol, cigarrillos , café
y alguna vez hasta otras cosas menos aceptadas socialmente, hasta un carpintero
que me contó que alguna vez le hizo la cocina a la casa de los Bekham en Miami,
así un largo etcétera de gente interesante cuya conversa agradezco y aún más
que hasta me soporten de a ratos.
Pensando
en toda la lista de gente con oficios interesantes y discusiones edificantes
que no puedo comentar por acá pues se haría excesivamente larga para un blog de
esta naturaleza, sobre todo porque toca también incluir a esa nueva categoría
de amigos virtuales (y los que la distancia ha tornado en esa categoría) que
también he ido ganando con los años, cuyas residencias están regadas por todo
el mundo de habla hispana y en algunos casos hasta en países donde los únicos
que hablan español son esos con quienes me escribo. Me he dado cuenta , no muy
sorprendido en realidad, que no tengo ni un solo amigo en las esferas del
poder, ni militares ni furibundos defensores del régimen y sus desmanes, que
vergüenza para mí sería ser amigo de un Samper por ejemplo, que espanto ser
amigo de Diosdado, de la familia imperial de sus sacarra majestad los
Flores-Maduro o cualquier Boliburgués de esos que defienden a capa y espada sus
comisiones mil millonarias, alguna vez tuve amigos ahí pero a la tercera
discusión me borraron de sus redes, los familiares hasta negaron su filiación
conmigo, todos los prochavistas se borraron de mi memoria, en el caso de la
familia hay un ADN compartido que ojalá pudiera eliminar para ahorrarnos
encuentros bochornosos entre primos que se tratan solo por la cortesía social,
en el de los conocidos toca agradecer que la gente insignificantemente
inteligente desaparezca de la vida, uno no puede andar cargando el único
estigma válido de ser relacionado con gente estúpida, en esta crisis de todo y
hasta de inteligencia toca atesorar la poco que queda.
No
me puedo imaginar haciendo malabares dialecticos para defender la escasez, la
violencia, el abandono y hasta el pillaje tan común entre los afines al
adefesio ideológico que esa gentuza defiende, no me creo con estomago para
escuchar a un militar hablando su media lengua de campaña pretendiendo que me agrada, tampoco tragarme
mis palabras para evitar sanciones por parte de los jefes. De hecho varios
amigos me han pedido que deje de escribir por acá ya que tristemente nadie me
lee ni me hace gran caso, ellos saben más que yo, sin embargo de no hacerlo la
verdad todo sería peor, así como no tener amigos inteligentes o ser amigo de
Samper, una vergüenza total.
José
Briceño, 2016
@jbdiwancomeback
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