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miércoles, abril 24, 2013

Encuentro imaginario entre un emigrante y un boliburgues



Dos  amigos se encuentran en un centro comercial en Miami, uno es emigrante y el otro anda de paseo, el emigrante es ingeniero electricista, graduado con honores en una universidad de las más prestigiosas del país de origen, el otro pues solamente culminó el bachillerato y de ser taxista se convirtió en uno de los hombres más importantes del régimen.
El emigrante trabaja en una cadena de comida rápida, allí hace de todo, en las noches además trabaja en un bar cercano a su casa sirviendo tragos, total como doce horas diarias más las que gasta en ir y venir de su casa a los trabajos, agotadora la cosa, el día que ambos se tropiezan, resulta ser un lunes cualquiera en que mi amigo el emigrante está libre, esos días usualmente se queda encerrado en casa chismeando por internet y disfrutando la dicha de no hacer nada, sin embargo le dio por salir a comer alguna cosa afuera, ya estaba harto de la comida precocida en casa y como en su casa materna no hizo más que estudiar pues nunca aprendió ni a freír un huevo, razón por a cual su nevera rebosa de pre cocidos, de esos para calentar en el micro ondas.
En fin, cuando mi amigo hacia su cola para esperar mesa en un pequeño restaurante venezolano, oyó una voz bastante familiar a su espalda, esa que le recordaba sus tiempos de adolescencia cuando salía de la universidad y con cualquier pretexto se quedaba con algunos amigos fumando marihuana y bebiendo cualquier vaina que su escaso presupuesto de estudiante mantenido le procurase, en efecto era su pana de la lejana ya adolescencia quien regañaba en un español muy claro, no exento de un sonoro “coño” acompañado de “nojoda carajito tu si jodes”, así voltea y se encuentran, saltándose las reglas de urbanidad que tanto respetan los norteamericanos se gritaron y abrazaron, encontraron mesas conjuntas , se presentaron con los miembros de la familia del hombre que iba de visita a ese país.
Acto segudo se pusieron al día, eran más de diez años sin hablarse, por supuesto tenían bastante que contar, el emigrante inocente de la ocupación y fiel a su creencia de que los panas están tan o mejor que él, le pregunta sobre la situación del país, el otro fiel a su costumbre le cuenta que todo está de maravilla, que fíjense, si el, un pobre taxista se permite un viaje a Miami con la familia en pleno , hotel de lujo, carro alquilado y hasta niñera para que cuide a los niños mientras el matrimonio sale de farra pues el país no podía estar mejor.
Cuando el emigrante le cuenta no sin vergüenza que el tiene dos empleos que distan años luz de su preparación académica, el visitante con un  sonoro “que bolas” lo regaña y le dice que se vaya otra vez a Venezuela, que el tiene contactos arrechísimos para encontrar empleo muy bien remunerado y que le permitirá aparte hacer ingresos extras en vista de que hay7 toda la posibilidad de encontrarle trabajo como alto gerente de una empresa estatal, que como ´plus se le permite hacer compras sobre preciadas para poder redondearse la quincena.
En ese instante se ensombrece la faz del emigrante y como por encanto endurece la mirada, le pregunta a boca de jarro, si eso es cierto que es una hecho aceptado lo de la corrupción, el otro que anda distraído con los niños le dice muy alegre que sí, que eso no es gran problema, que si le está diciendo eso es porque realmente se puede hacer y en virtud de que están lejos de los cuerpos de seguridad el se permite hacer ese comentario, el emigrante más molesto le dice que “que bolas” y lo dices así tan tranquilo, el otro le responde , claro mi pana, es mejor andar en esa que ser pelabola como esos apátridas que hablan mal del legado de mi comandante, que el no ve mal alguno, ¿si otros lo hacen por qué razón él no puede?.
El emigrante que ya está cansado de la tensión, se toma un jugo de mango para refrescarse los recuerdos de su casa allá en Venezuela y cambia el tema, preguntando si eso de la inseguridad es cierto, el otro dice que son patrañas para desacreditar al gobierno, sin embargo y por si las moscas el contrató un servicio de escoltas y una alambrada buenísima en su casa, para estar tranquilo pues para él la familia va primero.
Francamente molesto, el emigrante le espeta que si la vaina es tan buena en Venezuela por qué carajo de venia al imperio que tanto dicen odiar, el otro aun desconcertado con la molestia del amigo responde que no tiene nada que ver, pero que sin embargo con eso del dólar negro y las limitaciones para importar, el aprovechaba de salir y comprar lo que necesitan para vivir allí pues con todo y el sobrepeso en las maletas le salía más barato que en su país, además el como buen gerente nacional tenía unos negocios con empresas de allí que le reportaban sus comisiones en dólares razón por la cual vivía bastante holgado.
En es e4instante pierde la paciencia mi amigo el emigrante y a pesar de su costumbre, le grita que mejor está allá pelando bolas pero seguro que en su querido país inseguro pero pelando bolas de igual manera pues el no estudió tanto para andar de jala bolas y si la plata vale más que sus estudios y su honra pues a la mierda, en ese momento se hizo un lio inmenso en el restaurante pues muchos de los que allí estaban oían la conversa con la misma repulsa, sin embargo por un asunto de cortesía no se metían, pero en vista de que la cosa se salió de control intervinieron.
Al final dejaron de ser amigos, llegó la policía y se acabó el problema, sin embargo queda la reflexión en el aire, esa es la razón (dice mi amigo) por la cual no vuelvo, acá tengo casi todo lo que soñé, allá aun lo estuviese soñando.
José Ramón Briceño. 2013
@jbdiwancomeback



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