Esto lo escribí hace rato y lo publiqué en otro blog, sin embargo ante tanto locura en Venezuela toca un respiro y buscar algo de entretenimiento para no morir de un infarto.
Esta mañana el mundo amaneció diferente, no sé qué es, se siente algo raro en el aire, está como enrarecido, el autobusero me sonrió, los vendedores ambulantes que antaño se montaban en los autobuses ahora ponen una cestica en la parada del centro y se paran junto a un cuartel, no hay evangélicos a las puertas del centro comercial con su aura de bonhomía y sus panfletos de tigres besándose con corderitos, claro, de watch tower. Algo pasa, estoy camino a mi nuevo empleo, de repente se oscurece el cielo y desde un relámpago fulgurante se oye una voz que dice, mi hijo ya está entre ustedes, mosca con una vaina que los quemo a toditos, nada de crucifixiones, si nada le pasa algunos conocerán la gracia divina, del susto me desmayé.
Desperté en el hospital, en una
habitación limpia, con aire acondicionado, televisión por cable y hasta
teléfono a un lado de la cama, mientras volteo a buscar de donde sale ese
espantoso timbre, lo descubrí, era de parte de mi hija que llamó preocupada
pues un muy amable señor le comunicó que venía de parte del hospital a
notificar que yo estaba en observación, solo tenía un shock producto del
impacto cataclismo de la llegada del nuevo mesías, sin embargo me tenían en
observación solo por precaución. Lloramos ambos de alegría y todo estuvo bien
hasta que mi bebé me recomendó muy seriamente rezar 15 avemarias y seis
padresnuesntros para hacerme perdonar la última mentada de madre que pronuncié
en voz alta antes de desmayarme, además claro recomendarme que era de muy mal
gusto bucear señoritas que podrían ser mis hijas, que dejara de pensar cómo
hacerle propuestas indecentes a las enfermeras, un mal vicio este de andar
imaginándome cualquier cosa.
A todas muy sorprendido le pregunto,
¿Cómo sabes tú esa vaina?, ella me responde no sin antes regañarme por usar la
palabrota, que en este nuevo orden cualquier pensamiento impuro, soez, mal
intencionado y lujurioso, era retransmitido telepáticamente a todos los seres
queridos del sexo femenino y en el caso de las mujeres era al revés, la verdad
yo no sentía nada de eso, seguro fue que la cosa mágica del asalto celestial en
la invasión me pasó por encima cuando estaba desmayado y me salvé.
Mientras descansaba y tomaba mi
celular para llamar a mi novia, pero no existía servicio, pregunté a una
enfermera y me comentó que ahora todos era marca Celestialringtones, ya no
habían otras operadoras y además mi modelo era digital de vaina, lo que lo
hacía un poco más arcaico e inservible.
Salí a dar un paseo por el pasillo
del hospital mientras esperaba que una enfermera me trajese mi ropa de la
lavandería, miro por la ventana y veo mis montañas, la avenida, el parque y
hasta el estacionamiento, sin buhoneros ni gente vendiendo empanadas fritas en
aceite de camión, era el norte de mi ciudad, mis montañas queridas y según esa
mirada estaba en el hospital central de Maracay, caramba, algo pasó y no me di
cuenta, en la habitación de al lado estaba una hermosa señorita quien al
parecer le ponían sus primeras prótesis cosméticas y había una suerte de tribu
de muchachas de unos 21 diría yo, como salidas de un
calendario Playboy, en ese momento, mientras comienzan a salir imágenes
poco pudorosas de lo que se podría hacer, siento un golpe eléctrico en la nuca
y se me apaga la luz de nuevo.
Despierto algo adolorido y una amable
abuelita me da una pastilla y un jugo, estoy en un sitio con barrotes, sonaba
en el ambiente la tercera estación de Vivaldi, a volumen muy suave, relajante
pues, tocan la puerta de lo que ya me doy cuenta es una celda, pasa un
centurión, de faldita y demás, en vez de lanza portaba una garrocha eléctrica y
en la otra mano una Tablet que consultaba constantemente, se presenta y dice
ser del cuerpo de la compañía de Jesús, la guardia de honor del mesías quien
requería de mi presencia de inmediato.
Allí me montan en una cava policial,
tenía aire acondicionado, asientos de gobelino francés y más Vivaldi aunque me
comentaban que preferían a Mozart, salimos del hospital hasta el nuevo palacio
presidencial, ese estaba en la cima del Henry Pittier, en plena selva húmeda,
podría jurar que era la estación biológica pero limpia y con muchos animalitos
en todos lados, al parecer había una fiesta y en el jardín entre faisanes,
pavos reales, ardillas, un oso palmero, unas cuantas serpientes, venados y un
par de tigres a cada lado de los músicos que tocaban unas piezas de Bizet
excelentemente orquestada, eran un octeto de cuerdas y vientos. Había mucha
gente de Smoking, mujeres hermosísimas y otras no tanto pero de igual manera
acordes con el paisaje, en ese momento el centurión ese de la faldita blanca me
dio un lepe, por pensar de manera lujuriosa de una dama de vestido azul,
piernas de infarto y un escote trasero que se le perdía en la espalda con pecas
y todo, bella pues.
Seguimos caminando y nos recibió otro
pero de librea y peluca, que me conminó a acompañarlo por unos pasillos que
parecían sacados de una pesadilla de Liberace cuando durmió con Truman Capote,
todo impoluto y de un lujo difícil de esperar, buena, al fin me dejaron frente
a una puerta y desde adentro una voz me invitó a entrar.
Era una oficina gigantesca, con techo
de vidrio y una verdadera selva tropical adentro pero con clima de montaña, en
un escritorio de oro con incrustaciones de algo que parecían ser diamantes
engastados en monturas de platino, estaba sentado un señor joven. Diría yo de
unos 35 años, rubio, en forma, vestía un traje blanco sin corbata y calzaba
unas sandalias que aparentaban ser rusticas, pero muy disimuladamente se podía
leer Nike Air. Se presentó como Jesús de Nazareth, presidente vitalicio y
eterno de Venezuela, al ver el sarcasmo dibujado en mi mirada, me reprendió y
me aseguró que él era el Mesías, sin embargo yo era el único en este país que
por algún misterio divino no me encontraba bajo el encantamiento del dios padre
para arreglar un poco la cosa por acá.
Me hizo sentar en un pupitre, muy
cómodo, pero pupitre al fin y me dijo que mi penitencia era escuchar su
historia pues sabía que apenas llegase a mi casa la escribiría, que era un
vicio muy arraigado en mí, gracias a esa dispensa podría fumar, tomar café y
todos los caprichos que me provocase, total, solo no hay chance de cometer
fechorías y si por telepatía mi novia e hija se enteran ahí la cosa se
complica.
La planificación de la invasión
comenzó un mes atrás, cuando en el despacho de relaciones públicas del cielo,
seccional Suramérica, capitulo Venezuela, había un desastre de relaciones
públicas, los evangélicos de pare de sufrir se fueron del país porque el diezmo
de sus acólitos no alcanzaba para las prostitutas del señor obispo., la cosa
pintaba mal, pero peor les dejaba eso del “tiempo de dios es perfecto” frase
que todos repudiaban y con él a la santísima benevolencia
celestial, eso no podía ser, acto seguido y por órdenes superiores se organizó
una reunión de santos locales con el alto gobierno del éter, analizaron las
ultimas cuatrocientas noventa y tres millones de suplicas de los últimos tres
años, revisaron los miles de dibujitos, letreritos, foticos y cosas que rodaban
por Facebook y twitter de temas católicos y las respuestas debajo de cada
posteo era infame para la política celestial, se discutió la posibilidad de un
tsunami que acabase con la plaga de venezolanos pero San Silvestre abogó por la
vida de los animalitos, San Gerónimo trazó un plan de contingencia para la
evacuación de la fauna, igualmente San Silvestre se molestó por los arbolitos,
ahí José Gragorio lo secundó y se acordó del Avila y las montañas de sus andes
natales, ante tal suplica de un santo que al parecer es el más venerado y de
paso con don de gentes, Jesús puso a la orden su ejército y le planteó el plan
de invasión a la comunidad del santoral local y a su mamá quien también es
reverenciada por muchos de estos lados.
Dios padre, recordando lo mal que lo
pasó su hijo la última vez que anduvo por la tierra, decide darle una ayudita
con sus supermega poderes, arregló todo lo que estaba mal en el país,
desapareció la contaminación, las drogas, el alcohol, botó a todos los infieles
que no eran católicos le puso un grillete cerebral a todos los venezolanos para
que por esa interconexión no les diera por volver a joder, desapareció todas
las armas y hasta las blancas, reformó las leyes y solo se permitía el consumo
de marihuana en horario extra laboral (en honor a Jesús quien fue el inventor
real de la mentada yerba) , limpió calles y avenidas, en fin, Venezuela se
transformó en un ala pobre del paraíso, todo en una noche, yo no lo supe pues
estaba desmayado e inmune por alguna maligna razón.
Jesús llegó a Venezuela, resolvió el
asunto de la presidencia, se trajo como ministro de defensa y gobernabilidad al
arcángel Gabriel y para todo lo demás una pléyade de altos oficiales, para
educación se trajo del cielo a Aristóteles, finanzas a otro Aristóteles pero
Onassis a quien tuvo que pedirlo en préstamo del limbo pues era un real hijo de
puta pero muy buen negociante, ese servía para reflotar la industria nacional y
abrir nuevos mercados sin matar al país, otros más que ahora no van al caso, el
asunto malo es que muy a pesar de la bondad divina, una cláusula que se inventó
el dios padre fue la del libre albedrio y ya por el monte andaba satanás
jodiendo el parque, las almas estaban inquietas pues les hacía falta de eso que
les quitaron en nombre de la paz celestial.
Me siguió contando cosas y los
prodigios fueron tantos y tan increíbles que terminaron por aburrirme, acto
seguido me acordé de cuando estaba casado y mi esposa se ponía intensa, fijaba
la mirada justo entre los ojos de ella y así pensaba que le estaba haciendo
caso, cuando la verdad pensaba en la teoría aristotélica del cielo o en las
piernas de la secretaria de la oficina del jefe. Así pasaban las horas, como
tenía el cerebro en blanco el hombre pensaba que yo tenía pensamientos beatos,
que es igual a no pensar mucho.
Se despidió no sin antes decir que
esta noche dormiría con Mesalina a quien su pana satanás le prestó un rato como
agradecimiento por dejarle pasar unos kilos de cripin por la frontera con
Colombia, aunque estabo prohibida la yerba alterada el presidente sentía una
debilidad por ella, pero en su caso, el origen divino de su genética lo hacía
inmune a sus perversos efectos, pero los humanos no.
El mismo transporte me trajo hasta la
escalera de mi casa, donde me esperaba mi gato, y una calle igual pero
diferente, sin motos, smog, salsa erótica, vallenatos ni malandros jugando
basketbol, todo muy limpio y blanco, eran como las dos de la madrugada y habían
niños jugando al escondite en plena calle, todos muy felices, sanos,
desaparecieron los gordos y las viejas feas. Muy rara la cosa. A la mañana
siguiente no me pude contener y fui al supermercado, todo era barato, había
leche en 900 presentaciones, mantequilla, margarina, cervezas a granel, carne,
azúcar, café descafeinado por toneladas (guacala), carnes, pollos, corderos
gorditos y tiernos, gansos, faisanes. La sección de delicatesen era celestial,
a precios de cielo para pobres, hice mercado, casi por gula, como los niños, me
cobraron un 95% de descuento por mi carnet de cronista presidencial, sin
embargo a los demás se los daban por lástima y los más orgullosos vociferaban
que querían pagar todo completo y si no lo querían donaban la diferencia a los
pobres, así mismo el centro comercial era otra cosa, de vuelta, mareado por la
impresión pare en la bodega de la cuadra, por primera vez olía bien, la señora
era amable, me sonrió, coño, me sonrió, parecía un minisúper lo que antaño era
un monumento a la miseria y la desidia, caramba, la cosa pintaba bien, aunque
no sé por qué sentía un malestar en el pecho, algo no me cuadraba, con todo y
que la señora me regaló tres cajas de mis cigarros preferidos, de los que nunca
antes había venido la muy malvada.
Bueno, una vez en mi casa mezclé el
café descafeinado con unos paquetes de verdad que había en mi despensa por
aquello de la escasez y me hice algo parecido al café que siempre me había
tomado, encendí un cigarro y me relajé, acto seguido un profesor de mi
universidad, muy buen amigo y compañero de tertulias y vodkas, quería hablar
conmigo, extrañamente tenía un sombrero de ala ancha, de medio lado y
zapatillas para ir volado, además lentes oscuros que me dijo eran para que
nadie viera hacia donde iba su mirada. El sombrero ocultaba una gruesa capa de
papel aluminio, era según él, la única manera de escapar a la supervisión
telepática, me hizo uno en una gorra de béisbol que me puse y nos dispusimos a
tomar un poco de vodka barato que tenía por acá, al tercer trago se dio cuenta
que era inmune al encanto celestial, se rio , carcajeo y celebró, solo para
luego ponerse triste y contar que estaba esperando la muerte pues vivir de
manera tan perfecta lo estaba matando en vida, el de la carcajada fui yo, le
dije, pana ero ¿tú no eras súper religioso?, a lo que me respondió, que virtud
sin fiesta, tragos y amigos no tenía sentido, ahí fue que me di cuenta de lo
que fallaba, no tenía panas a la mano, todos andaban en otras cosas, muy sanos,
rectos, sabios, aburridos, menos mi pana profesor de historia.
Entre vodka y vodka me comentó de una
red secreta de bebedores y conversadores clandestinos, además aceptan fumadores
y tomadores de café, que a mí me quedaría perfecta por mi cualidad multi vicios
legales, así tomé el camino de la insurgencia anticelestial, me pasé a la
clandestinidad, adonde espero pronto traerme a mi gente amada para lograr hacer
de Venezuela lo que antaño fue, solo que sin malandros regeton, vallenato y
demás cosas odiosas de aquellos tiempos.
José Briceño 2014
@jbdiwan