Hay
cosas en el mundo que no entiendo, aunque la mayoría de ellas no me mueve a la
ira. Los deportes por ejemplo, no me veo peleando con mi papá por un partido de
béisbol y hasta me hacen gracia los que lo hacen, tampoco podrá odiar con saña
al camionetero por su gusto musical, aunque podrá pensarlo cuando me obliga a oír
un regeton, salsa erótica, salsa brava (excepto Rubén Blades), vallenato
arrabalero o cualquiera de las variantes a niveles de infernales mientras, en
el vehículo, uno va de pie a los 43° a la sombra de los mediodías tropicales, ese caso bien vale un trifulca.
En
estos días “santos” he visto de todo, desde heladeros que a la puerta de una
iglesia cuentan a los que se atreven a conversar con él, que odia a la cuarta república
pues a su esposa la mataron en la “Masacre del Amparo”, con el agravante de que
confiesa haber sido S2 (soplón con carnet militar) como para darle tono de
veracidad a la cosa, luego hace acto de contrición alegando ser evangélico y su
religión le prohíbe todo odio, gente
vestida de Nazareno para pagar promesa , la diferencia es que en algunos casos
las “túnicas” eran copias de ropa de moda de color morado, ninguno me llama a
rabia, más bien algo de curiosidad.
Entre
las cosas que no entiendo es la ceguera política, en cualquier país
medianamente civilizado el presidente dice haber hablado con Jesús (el
crucificado) y mínimo lo recluyen en un manicomio atragantándolo de pastillas “mágicas”,
acá estoy seguro habrá quienes se lo crean a pies juntillas y estén hasta
dispuestos a matarte por defender a su ídolo o lo que a otros acólitos se les
ocurra.
Otro ejemplo de las cosas que me mueven a la
ira en estos días, hablando de la ceguera política que en muchos casos raya en
la necedad absoluta está el caso de la Urbanización “Los Samanes” al sur de
Maracay, el urbanismo tiene dos vías de acceso, una este y la otra por el
oeste, además está rodeada por barriadas donde la violencia es una constante,
así mismo es la violencia causada por el hampa en el urbanismo.
Los
vecinos deciden un día trancar uno de los accesos, solo podían pasar por ahí quienes
caminasen, según he preguntado el hampa redujo su acoso drásticamente pues al
no entrar las motos, ya que si lo hacen están condenados a una sola salida por
donde pudieren ser interceptados, la cosa los espantó, hasta allí todo normal,
lo extraño fue el destemplado reclamo de algunos vecinos, los comerciantes y
hasta gente de las barriadas circundantes pues hasta donde sé, los comerciantes
serian beneficiados pues un sitio seguro es como para que todos piensen en
visitarlo aunque sea para comprar el pan, los vecinos que no están de acuerdo
apenas tendrán que caminar un par de cuadras extras, si el asunto es el acceso
en bus, quienes tienen carro con usar el otro acceso tienen, el caso de la
gente de otras barriadas es insólito, hasta donde sé los que tienen la potestad
de decidir quién entra y quién sale de la urbanización son los propietarios, no
hay otra manera de ver el asunto, los asomados de otras barriadas poco tienen
que ver por ahí. Lo más insólito es que esos vecinos de otros barrios fueron,
apoyados quien sabe por quienes pues el alquiler de un camión nunca es barato,
desbarataron la barricada original y hasta presentaron supuestos documentos
emitidos por la alcaldía para tal fin, amenazaron a los vecinos hasta de
muerte, todo con la protección de la policía quienes en ningún momento alzaron
la voz ni hicieron valer su autoridad con los vándalos foráneos.
Hoy
día la barricada no está, no sé cuándo los vecinos harán otra, los medios de
comunicación no reportan la situación, los organismos competentes tampoco
muestran la cara, hasta donde alguno me ha contado la cosa tiene cariz político
pues quien recluta y maneja los hilos de quienes han hecho valer la ley de los
más fuertes, es gente del partido de gobierno que anda buscando votos en los
barrios, presentando eso como un “triunfo de la revolución para con los pobres”,
sin embargo la realidad es otra, en la ciudad hay otras urbanizaciones
cerradas, pero nadie protesta, la vigilancia policial es escasa por decir poco,
el hampa cada día es más voraz y a nadie parece importarle.
Son
incongruencias como esas las que me descalabran el buen propósito de no
detestar a nadie, están engendrando más violencia con fines políticos a costa
de la indefensión, no se extrañen que los vecinos de todas partes alguna vez
hagan acopio de valor y terminen colgando a más maleantes creando una escalada
aun mayor de violencia, la muerte no tiene justificación y aquí no vale mirar
al cielo y decir “perdónalos señor porque no saben lo que hacen”, lo saben pero
no les da vergüenza, cuando el odio explote nos salpicará a todos.
José
Ramón Briceño, 2015
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