Nunca
entendí la razón de que el día festivo fuese el 25 de diciembre, si yo esperaba
con ansiedad el 24 para ver que cosa me regalaría el niño Jesús, con quien por
cierto siempre tuve un reconcomio profundo pues jamás me trajo ni el Atari, el
avión o barco a control remoto, ni siquiera una cámara réflex (ahora sé que se
llaman así), es más, siempre me acostumbraron a que el fulano me traería
cualquier cosa, al final, niño al fin me conformaba con cualquier cosa, quizás
el mejor fue aquel en el que me trajo una bicicleta de cross, esa fue la
culpable de que me enterase de la verdad, antes que descalabrase al primo que
tuvo la genial idea de decirme que la había visto guardada y yo, ofendido,
defendiendo mis creencias le zampé un gancho de derecha en pleno estómago, ante
esa situación de violencia infantil, mi padre no tuvo más que decirme que él
había comprado la fulana bicicleta. Ese día se formó definitivamente mi asco
total a las mentiras, fue la gota que derramó el vaso.
Ahora
de adulto entiendo perfectamente la razón de que me tocase conformarme, nunca
fuimos gente de dinero y mi viejo hacia lo que podía, no había de otra, además
la cuestión navideña no son los estrenos, las fiestas ni los fuegos
artificiales. En casa la navidad fue siempre por y para los niños, quienes son
los depositarios realmente de los regalos.
Como
no soy perfecto, he caído también en la trampa de mentirle a mi hija con el
asunto ese del niño Jesús. Hace dos
navidades casi me deprimo cuando ella aseguró haber visto una pierna infantil
saliendo por la ventana justo cuando ella descubrió los juguetes, por suerte su
mamá se asumió la tarea de decirle la verdad, yo no podría. Siempre hemos hecho
lo posible por que los regalos sean si no lo que pide, cuando menos algo que le
guste bastante, nunca se le han guardado juguetes, así cuesten más de un sueldo
de profesor, se supone que los juguetes son para usarlos hasta que no den para
más, este será el primer año en que papá y mamá le harán regalos, el niño Jesús
ha quedado atrás junto con su primera
infancia, ha comenzado a transitar el camino cercano a la adolescencia, menos
mal que soy calvo, de otra me hubiesen salido más canas este mes, aunque me
niego a dejarme la barba que ha dejado de ser negra para tornarse gris (como
corresponde a un señor de más de 40).
Hace
dos días escribí sobre el asunto del agradecimiento, sé que a muchos les ha
gustado y eso ya es , en principio, algo importante que agradecer pues entre la
inmensa cantidad de gente que publica cosas en internet, me he tropezado con
lectores que comparten mis venturas y desventuras por esta ventana electrónica.
Hoy,
además de agradecer que aún tengo cosas que agradecer, ligando todas mis
vibraciones a que el pernil que estoy cocinando quede tan bueno que nadie se
queje y no toque dárselo al perro o al gato, que la patineta que le regalaré a
mi hija esta noche le guste tanto como a mí a su edad, que la cena no me caiga
mal ni el alcohol se me pase muy rápido a la cabeza para poder disfrutar al
máximo la noche de navidad, que las balas cesen por una noche.
Mi
deseo para todos es que el amanecer nos encuentre riéndonos, que volvamos a ser
niños, (si la infancia no fue lo que hubiésemos querido pues nos la inventamos
de nuevo), olvidemos por una noche los dramas de diario, que la violencia haga
mutis por el foro, que sus regalos sean más de lo que esperaron, que la calle
no se vacíe a media noche, es más, espero que nadie duerma en una orgia de
felicidad y hermandad, donde niños, adultos, ancianos y hasta los animalitos
festejen sin pausa ni violencia, que toda esa buena vibra inunde todos los
hogares, oficinas, negocios, playas, campos y montañas para que hasta los que
no creen se sientan bien, así, de puro milagro nomás.
En
fin, que la felicidad los intoxique más que cualquier licor, droga o pastilla,
que la mañana los sorprenda en la mesa compartiendo las maravillosas sobras de
la noche anterior, que los hermanos vuelvan a ser hermanos, la familia olvide
los bandos, recuerden a sus muertos con más alegría que nostalgia, que los
exiliados vuelvan, los presos políticos vuelvan a sus casas, la economía deje
de ser este sufrimiento tortuoso, en fin, que esta navidad sea el preludio de
un futuro prometedor en vez de este abismo que nos traga, que Buda, Calderon de la Barca y hasta Coelho
tengan razón, la vida es un sueño y a nosotros nos toca olvidar las pesadillas
y despertar alegres.
José
Ramón Briceño, navidad del 2014
@jbdiwancomeback