La guerra ya nos alcanzó, la verdad hace rato de eso, sin
embargo cada día está más cerca de todos, no es que los milicos se hallan
lanzado a la calle con tanques y soldados, ni la contrarrevolución esté tomando
cartas en el asunto y realizando la lucha armada para recuperar el país de
quienes andan haciendo desastres con su franelita roja y su discurso aprendido
al caletre para saquear los fondos públicos como ya es costumbre, no, la guerra
está llegando de manos del hampa común y de la organizada.
Ya andar en el transporte público es un asunto de valentía
pues en cualquier esquina se pueden subir dos pasajeros que resultan ser
atracadores que con la anuencia de los choferes y la inexistencia de policías saquean
cualquier pertenencia que lleven los otros pasajeros, hasta los mendigos que
suben a pedir que les regalen “lo que salga de su corazón” a veces no son más
que una suerte de observadores y quien no les de plata son seguras victimas de
sus amigos los atracadores. Mismo modus operandi en los autobuses de rutas
extraurbanas pero sin mendigos, nadie está seguro en ninguna parte. Nunca había
visto a tanta gente con fobia de viajar en bus, estrés postraumático que le
dicen, sin embargo no queda de otra para los miles de peatones que vivimos en
esta ciudad.
Quienes me conocen (no son muchos realmente) saben que no
manejo, ni licencia tengo, creo ser el único hombre mayor de cuarenta en
Venezuela que ni licencia tiene, no me gusta manejar, no me atrae eso de tener
carro, me parece que la vida es más tranquila sin el drama de andar pendiente
de los miles de detalles que trae tener un carro, esa vaina es como tener un
hijo, siempre pide cosas, se daña alguna vaina que de paso jamás es barata y
como entenderán la cosa económica no está para gastos extras. Sin embargo estoy
pensando muy seriamente comprarme aunque sea una moto para moverme en esta
ciudad, se ha hecho menos peligroso andar en moto, en una de esas automáticas
que no le gustan a los malandros, pues si te compras una baratona de las que
cuestan lo mismo que una bicicleta y tienen apellido socialista igual te pones una
navaja en el cuello pues a los malandros les gustan esas y les importa nada
darte un tiro por quitártela.
Todos los días me toca buscar a mi hija a la escuela, por no
tener carro sale hacerlo en bus, a veces pago un taxi pero es un gasto muy
grande a fin de mes hacerlo muy seguido, por tanto tengo que bailar en esa
cuerda floja a diario, ya he pasado varios sustos con toda la fauna que se sube
al bus a pedir dinero y limosnas, el ritual de quitarse el reloj para no
tentar, dejar el celular en vibración para no provocar, eso de andar con los
ojos abiertos y muy alertas para ver a cuanto pasajero sube por si le adivino
las intenciones y antes de que les de por asaltar bajarme con mi hija sin que
esta se dé cuenta, ya me tiene agotado, es un ejercicio de guerra que a diario
sale hacer en estas calles.
Lo peor, la indiferencia de las autoridades quienes se
debaten entre los votos y la seguridad, no puedo creer que la violencia no
tenga salida, muchos intentan hacer cosas pero con panfletos, afiches y
eslogans muy poco hacen contra las balas, las drogas y el dinero fácil. Ciertamente
siempre hemos tenido delincuencia, en cada época los modos van cambiando pero
en estos tiempos la muerte ha tenido una súbita popularidad.
Se vale no andar en la calle a altas horas de la noche, no
tentar a los amigos de lo ajeno con puertas y ventanas abiertas o luciendo
accesorios caros, pero coño ahora hasta por ser pelabola te jode alguno, tanto así
que la policía de Mérida titeo en su cuenta la recomendación de cargar un
paquete de billetes de baja denominación para entregárselos a los atracadores
en caso de asalto, ¿qué vaina es esa?, se supone que las policías son para
cuidar a los ciudadanos, no para recomendarles cómo evitar ser lastimados en un
asalto dándoles a los ladrones lo que andan buscando, dinero, así sea poco, uno
se gana eso, no tiene por qué carajo andar regalando el producto de su trabajo a
un vago de mierda que por serle más sencillo atracar y consumir hasta semilla
de guayaba molida con jabón azul para sentirse bien, roba a los peatones a fin
de tener fondos para su vicios.
La impunidad tiene cotas irreales, por tanto estar preso es
cuestión de mala suerte, aun así hay sobrepoblación carcelaria, si el gobierno
fuese efectivo ya tendríamos que abrir cuando menos cien cárceles nuevas , ya
no es asunto de vivir en buenas zonas, ni que la capital es peligrosísima, es
que todo es peligroso, ya matan hasta en los liceos y escuelas, en los
callejones, los restaurantes y hasta en tu cama pues alguna bala “fría” te
puede caer.
Ya no vivimos, sobrevivimos, nuestro hijos difícilmente conocen
la dicha de jugar en las calles sin supervisión, la paranoia anda suelta, la
desesperanza cunde por la ciudad como un virus muy justificado por cierto,
nadie se puede salvar.
Quienes no hemos sido heridos ni atracados tenemos que darle
gracias a todos los santos y las religiones por si las moscas alguna de verdad
es cierta pues todos los días hay cientos de relatos de horror con sangre
incluida e ir a trabajar es un asunto de valentía, sobre todo si tienes que
hacerlo en ruta publica y peor aun si esta es larga o es de noche, tanto así
que he comenzado a escribir a ver si alguien me contrata y me comienzo a ganar
la vida desde la sala de mi casa para procurar llegar a viejo y ver crecer a mi
hija sin el estrés de andar por ahí con una cámara al hombro rifándome dos
tiros todos los días, al final esa vaina es como un Kino, nadie sabe quién se
lo gana hasta que te toca, que horror de país tenemos.
Los últimos acontecimientos carcelarios y hasta los
políticos llevan a pensar que en estos tiempos el malandraje manda, cuando
vemos y leemos que el estado negocia con los dueños y señores de las cárceles,
cuando apoya grupos armados que cometen cualquier trapacería con inmunidad incluida.
Tanta gente que se ha ido del país por miles de razones, pero entre otras por
la posibilidad de llegar a viejos, de hacer familia y de tener la seguridad de
estar seguros en sus casas hasta que el tiempo y no las balas los hagan pasar
al otro mundo, ese adonde todos iremos pero por ley natural y no por que algún vicioso,
ocioso, vago o desesperado le provoque darte dos disparos, cuando no una
puñalada para quitarte la vida por un celular o lo que sea que pueda cambiar
por drogas.
Todo eso sin contar los secuestros expresos, los secuestros clásicos,
la trata de mujeres, la venta de órganos, las balas perdidas, además de estar
en un mal sitio a una mala hora y recibir por equivocación una bala, ojalá este
purgatorio llamado Venezuela se calme algún día, que todos mis amigos,
familiares y allegados lleguemos a viejos, mi mayor deseo es que mi hija sea una
mujer de bien y que mi país vuelva a ser el sitio preferido por los inmigrantes
y no esta tierra de emigrantes en que nos hemos convertido por obra y gracia de
quienes más allá de sus ideas políticas han terminado por confundirse con el
malandraje para ceder el poder a aquellos a quienes solo les importa la vida
propia y los demás no somos más que carne de cañón a la espera de que nunca nos
toca la rifa de plomo y acero que cada día se ganan más ciudadanos de a pie y
lo que no son de a pie.
José Ramón Briceño,2013
@jbdiwancomeback
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