En estos días, entre tragos, hablaba con unos colegas profesores sobre Uruguay, sobre la legalización de la marihuana y sus razones, para pasar a discutir las posibilidades de que esa legalización llegase a Venezuela, el aforo se dividió entre quienes la apoyarían y quienes decían que este país no estaba preparado para tal cosa, pues con lo desatados que somos quizás el país se volvería una suerte de zombilandia tropical con todo y muertos. Como siempre pasa en las discusiones de tragos, entre hombres, terminamos hablando de la reducción de los témpanos de hielo en Groenlandia, es que hablar cosas serias en un bar es de muy mala educación, sobre todo por acá que los motivos para relajarse toca inventarlos.
Esa conversa me dio que pensar y entre mis divagaciones llegué a la conclusión que deberían legalizar hasta las pastillas para tranquilizar caballos, todo eso deberían venderlo en la bodega de la esquina a precio de chicle de menta, sin límite de edad ni de consumo, seguro más de un lector, en este punto se pregunta si estoy loco, quizás sí, pero la verdad es que en estas calles hay tanto miedo y tanta angustia que viéndolo desde el ángulo del terror-país sería muy válida la cosa, sobre todo para quienes como yo, el camino del aeropuerto se ve muy difícil.
Si uno que tampoco es que se cree la gran cosota, conoce por lo menos 15 personas (entre familiares y amigos) que sufren del estrés postraumático, que no pueden oír una moto porque tiemblan, que al caer la noche ya están encerrados a cal y canto en sus casas, le temen hasta a su sombra, salir en autobús es todo un reto para sus nervios, tanto que más de la mitad de ellos ya han hecho su pasantía en el consultorio de algún psiquiatra, me imagino que el bulto de gente que anda por ahí con los nervios hechos un desastre debe ser monumental. Si a lo anterior le sumamos la escasez de alimentos, medicinas, repuestos, casas o apartamentos de alquiler a buen precio en zonas más o menos seguras, la pendejada política, la violencia apoyada e impulsada por quienes tienen el deber (teórico claro) de protegernos, la inflación desmesurada, la devaluación descontrolada y toda la caterva de plagas bíblicas, creo que han de ser causales para que la psique del venezolano no esté todo lo bien que debería ser.
Es cierto que siempre han existido locos, que los nervios le juegan malas pasadas a más de uno, la depresión pues es un fantasma siempre buscando a quien atacar así vivas en Suiza, no importa, pero ahora esas cifras tradicionales deben estar disparadas a la estratosfera. Me atrevo a afirmar eso por la gente que me rodea ya que cifras oficiales no existen, sin embargo una tarde le pegunté a un psiquiatra conocido quien por cierto es jefe del servicio de psiquiatría de un gran hospital y me confirmó la tesis, aunque con las reservas propias del científico que se niega a afirmar categóricamente nada que no esté en un estudio serio, sin embargo coincidimos que la sociedad está enferma de miedo y estrés.
Como son estos tipos del estado seguramente ya alguno debe estar pensando en la misión “Haití adentro” por aquello de tener zombis, todas las drogas legales e ilegales a precio de mercal, para que esta pretensión de locura colectiva, la epidemia del miedo la llamo yo, pase, la gente se sienta feliz y de paso no le importe que desaparezcan la leche, la carne, la harina pan, la harina de trigo, las medicinas y la plata no alcance, si andas drogado seguramente debe ser como andar borracho y feliz, si duermes en un cuartel, en la acera o en tu cama no debe importar mucho llegando al extremo claro, si amanecemos con las fronteras cerradas, mejor así, no compartimos las drogas con nadie y como según el plan de la patria somos una nación de imbéciles que necesita de la “ayuda” de otros países para producir lo que hasta hace unos años era normal pues , esa misión lo resolverá al modo chavista, ese mismo que en vez de resolver el problema del agua reparte tanques de agua para que recojas tu miseria y medio resuelvas lo que ellos que pueden no hacen ni quieren hacer.
Con esa misión muchos militares y políticos podrán franquiciar sus negocios, ayudar a sus familiares, dejar esa incomoda sensación que imagino sienten con ese lio burocrático de lavar el dinero, aumentaría el turismo foráneo, pues un país lleno de gente feliz siempre atrae a todo el mundo, total una sensación de alegría inducida que demuestre que verdaderamente la revolución es amor.
José Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback