Hace
poco volví al país luego del fallido intento de emigración que suspendí por
motivos de salud, los detalles los estoy escribiendo en un texto que espero
termine en libro, además claro de la genuina aspiración de conseguir que alguna
editorial seria lo publique y genere alguna compensación en dólares o euros
preferiblemente, en vista de eso no hare ningún comentario por esta vía sobre
la experiencia, lo que si hablaré es de una cosa que me tiene espantado y que
en este periplo por toda Suramérica nunca vi que ni leí en periódico alguno que
se replicase ese fenómeno en ninguna otra parte.
La
primera noticia de eso tan espantoso lo encontré como meme en Facebook e
Instagram, como sé que acá hacen bromas hasta con cosas macabras no le hice
mucho caso, sin embargo en la primera oportunidad que tuve le pregunté a una
colega docente que si ejerce en educación básica (no sufre de la misma alergia
a los adolescentes que sufro) si era verdad lo que había visto como broma, ella
me afirmó que si, que en realidad había escuchado de parte de sus alumnos sobre
fiestas donde todos consumían eso y lo comentaban como la gran cosa. Como de
los comentarios uno no debe fiarse mucho pues los jóvenes inventan muchas
tonterías para hacerse los interesantes seguí buscando información a través de
los hijos de mis amigos, su respuesta me dejó frio.
Cuando
yo era adolescente no fui lo que se dice un joven modelo pues había descubirrto
que me gustaba el alcohol y abusé de él en todas las formas que se me
ocurrieron, por fortuna me encontré una novia que me rescató del seguro destino
de alcohólico conocido cuyas bases me había labrado muy a gusto, aunque mi
abuela no le gustase mucho el asunto, pero hasta ahí. La noticia horrorosa no
es que aun los jóvenes sigan tomando el espantoso anís, es que ahora lo
combinan con jarabe para la tos, específicamente un opiáceo que solo ya causa
dependencia, mezclado con alcohol es la antesala del infierno, en el transcurso
de mi vida he conocido varios personajes cuyos demonios son gobernados por el “inocente”
jarabe para la tos, hasta hoy consideré eso como casos aislados, sin embargo la
realidad me ha dado de frente en la nariz para mostrarme que siempre puede
haber algo peor.
Quiero
pensar que ese invento relativamente novedoso de mezclar alcohol con jarabes es
una moda pasajera (se dé casos donde además le suman antialérgicos o
antigripales para reforzar el efecto), eso destroza el hígado más rápido que
años de bebida consecuente , así que estamos en presencia de un fenómeno pronto
a matar a más de uno a una edad en la que si acaso debería emborracharse hasta
tener la resaca de su vida que le enseñe a no volver a abusar, si acaso a fumar
algo de marihuana como forma de “colocarse”, total esa adición se ha demostrado
que no es física si no mental así que en el peor de los casos sería mejor,
cuando menos previenen el cáncer que es otro flagelo humano.
Quizás
la alternativa de gastar diez mil bolívares (toda una fortuna para el liceísta
promedio) entre seis y sumarle otro poco por el jarabe para tener la certeza de
emborracharse con poco licor sin contar la posibilidad de que la “alegría”
contagie algunas niñas bonitas para liberar el yugo hormonal que tantos
estragos hace en las duchas solitarias de los quinceañeros , hasta ahí todo
normal, el problema está en el enganche que los dejará inútiles en poco tiempo,
si ellos se mueren al final no pasa nada, a diario matan a muchos venezolanos
sin que parezca que la cosa cambia mucho, el asunto es de salud publica.
Digamos que Juanito , perencejito, fulanito y menganito se escapan un viernes
en la mañana , se van a casa de luisita que junto a la menganejita, la
menolcita, la yurkelvis y la maygalet también han desertado esa mañana mientras
sus padres andan laborando (en el mejor de los casos) arman la fiesta, todos
entre 13 y 16 años, sacan la respectiva botella con su jarabe incluido más la
ración de pastillas, se prende la fiesta que termina en las habitaciones y
camas de la casa, nueve meses después hay cuatro niños de niños que son criados
por los ya atribulados abuelos, sus padres terminan de cuatreros para poder
mantener al bebé que cada día sale más costoso hasta que se cansan del asunto.
En el escenario “optimo” las cuatro parejas suspenden los estudios para criar a
los hijos pero esa suspensión los ata a un mal empleo de sueldo básico cuando
no a la vida de cuatreros que por lo general hace que los niños que van
creciendo se queden al garete repitiendo la historia, tendremos un crecimiento
poblacional vegetativo precisamente del tipo de gente que ningún país necesita,
si solo se murieran luego de mucho ingerir esa mezcla sería triste pero en todo
caso no un drama, el cuento es si sobreviven.
Lo
peor es que me imagino la reacción del ministerio de educación prohibiendo que
los jóvenes tomen anís, haciendo campañas que nadie oirá sobre los peligros del
alcohol mezclado con esas cosas, haciendo que los antigripales se compren con
receta lo que encarecería más el asunto ya difícil de las medicinas, cuando al
final (me parece) que resolverían más legalizando la inocua yerba (marihuana)
que al final es menos dañina, estableciendo clínicas móviles de planificación
familiar donde las jóvenes puedan obtener una inyección anticonceptiva que no
evitará que fumen yerba pero sí que sigan haciendo niños sin padre, que en muchos
casos terminan siendo los dilectos hijos de la patria a lomo de moto con
pistola e historial delictivo incluido, acelerando la espiral de violencia que
ya nos tiene acorralados, en diez años más será peor y créanme que siempre
puede ser peor.
Creo
que es hora de dejar la mojigatería boba que nos mantiene en este retraso
abismal de pobreza mental, física y espiritual que no es si no alimento para
los politicuchos de medio pelo que se aprovechan de la pendejada colectiva para
llenarse los bolsillos mientras el país arde por los cuatro costados.
José
Ramón Briceño, 2017
@jbdiwancomeback
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