Hoy
amanece igual que todos los días (afortunadamente) para mí, quizás con la
novedad de que no toca salir temprano pues en mi ciudad, Maracay, estamos de
aniversario, fecha en que tradicionalmente no se labora y este año cayó como
una suerte de bono pos carnaval, me he levantado y como de costumbre enciendo
mi computadora para saber que está pasando en el país, claro también está este
feo asunto de la censura que no permite que uno tenga tranquilidad real pues al
no saber nada, puede estar pasando de todo mientras uno muy orondo se toma su
café pensando que todo es normal.
Una
vez revisado someramente el panorama he comenzado a buscar tema para mi artículo
diario, es que ya es un vicio terapéutico para evitar un infarto, busco las
palabras y solo aparece el miedo como común denominador.
Hoy
algunos andan de celebración (¿?) por cumplirse un año de la muerte del galáctico,
vale que hay algunos que lo quieran no se critica, total Franco, en España fue
un dictador terrible que por más de 30 años sometió a esa nación y todavía
existe gente que lo defiende, igual con Hitler, Stalin y por acá hasta velas le
ponen a la tumba del General Gómez, cada cabeza es un mundo, el asunto es que en
esos otros casos son minorías y los estados no se meten en esas cosas tan poco
elegantes, en Venezuela pues la cuestión es de otro tenor.
Puedo
hacer un esfuerzo mayúsculo y acercarme a una explicación lógica del tal
festejo, sin embargo un escalofrío me recorre la espalda cuando recuerdo que el
año pasado solamente se fueron 24 mil compatriotas por manos del hampa, este
año deben ir más de mil, si de las protestas pacíficas hablamos van ya trece
muertos, más de mil detenidos y quien sabe cuántos desaparecidos y contando,
nadie está feliz en estos días, sin hablar del drama de la comida, el dinero,
el empleo, las nulas inversiones, el peligro de la guerra y el país trancado
por los cuatro costados.
Que
poca elegancia la de esta gente, que horror que a pesar de todo lo que pasa
sigan pensando en desfiles militares, invitados internacionales que parecen
mendigos pues todos sabemos que vienen por su cuota de petróleo para poder
mantener su asqueroso silencio ante las vejaciones cometidas por un estado represor
tan culpable por acción pues todos los muertos, heridos, presos y desaparecidos
tienen como signo la acción de los cuerpos de (in)seguridad del estado. También
culpable por omisión ya que en estos últimos 14 años van muchos más de 260 mil
muertos por el hampa que de paso ahora es aliada del estado gracias a los “colectivos”
que a lomo de moto, matan, secuestran y roban en nombre de la “revolución”, con
su bendición traducida en inmunidad para delinquir flanqueada por soldados y
tanquetas.
Si
alguien me pregunta que palabra definiera mejor mi estado anímico, le respondería
sin pensar mucho que es el miedo, tengo miedo de que en cualquier esquina
aparezca un carro negro, sin placas que me invite a dar un paseo y nunca más
volver a ver a nadie, tengo miedo de que una bala “perdida” le dé por alojarse en mi cuerpo, que a media
noche unos golpes tumben mi puerta para salir de casa y tampoco volver, que en
cualquier momento algún bárbaro de estos decida que ya basta de que yo escriba
y me pongan preso bajo alguna acusación loca
(como casi todas) que diga que soy un terrorista mediático patrocinado por no sé
qué agencia de “inteligencia”. También me da miedo que a algún amigo o conocido
le suceda cualquiera de las cosas arriba descritas. Todo sumado a los miedos
cotidianos, esos de atracos, robos, disparos, puñaladas, enfermedades sin
medicinas, accidentes sin insumos, visitas forzadas a hospitales que cada día
se parecen más a un círculo infernal, en
fin, esas otras cosas que en apariencia no tienen nada de político, pero que
son tan trágicas porque el trasfondo si lo es.
Otro
miedo es que terminemos como ELLOS sueñan, con guerras abiertas de verdad,
donde algún día me toquen el hombro y me pongan un fusil al hombro, donde no
pueda proteger a mi hija y familia, donde ya mis vecinos dejen de ser vecinos
para ser potenciales enemigos, por obra y gracia de la guerra podamos tocar el
fondo siempre amargo, cenagoso y pestilente de una miseria sin escapatoria más
allá que la sangre y la rabia, donde la reconciliación sea un verbo imposible sin
vuelta atrás, donde mis amistades ya menguadas por el asunto de la migración forzada
por escapar de esta barbarie sean aún menos por que varios serán enemigos de a
bala.
Total
el miedo cunde por doquier, nadie se puede salvar, hoy en la mañana agradezco
que ningún ser cercano está preso, muerto o desaparecido pero eso no exime de
la posibilidad de que mañana si puede amanecer la noticia en las redes, eso da pánico,
además siento que quizás hasta uno puede ser parte de esas cifres, como relatan
muchos de los que se han ido a la guerra, el disparo que te da es ese que nunca
escuchas.
Esta
mañana mi esquina está de luto por los caídos, los desaparecidos, los presos políticos,
aquellos desempleados por motivos políticos, los que no tienen con qué comer porque
no les alcanza el sueldo, los enfermos sin solución porque no existe ningún insumo
para sanarse, por aquellos que han perdido un ser querido a manos del hampa,
por los lesionados a manos de los colectivos y la guardia nacional, en fin, por
todas las víctimas de los gorilas de rojo y verde.
El
hecho de tener miedo no debe ser incentivo para dejar de actuar desde nuestras
esquinas, sigamos, que el miedo sea un incentivo para poder cuidarnos más,
miren que sin miedo no hay valor posible, esperemos con ansiedad que una mañana
de estas amanezca diferente, no guardemos el valor que ese no gana intereses,
además aún falta camino por andar.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
Foto: José Briceño @plurifotos |