He
visto como unos muchachos piensan cambiar el mundo, he visto un cielo amanecer
azul rabioso mientras miro todo gris, he leído textos “revolucionaros” que
hablan de racismo, de cómo jóvenes de ojos azules se sienten venezolanos como todos,
pero alguien asume que no son criollos y que sus ojos de color claro los hacen
diferentes al resto de los mortales criollos, imagino que los redactores de las
“noticias” son indígenas maquiritares, sin nada más en su sangre, no sé, cuando
ni los mal llamados amos del valle son de sangre pura, no sé.
Soy
un señor cualquiera, peor, un profesor cualquiera de los cientos que ha
vomitado la UPEL, de esos que ganamos menos que la gente que limpia y nos
creemos la gran cosa porque vivimos y morimos por libros que al parecer a la
gente que toma las decisiones no les interesan, por que pensamos que la
educación es la herramienta principal de un país, por eso no nos quieren pagar
los que nos merecemos, nosotros ya resignados pues seguimos incordiando a los imbéciles
por puro gusto nomás. Volviendo al tema de la raza, en este país es difícil saber
de qué etnia uno desciende.
Me
explico, en mi caso tuve una abuela descendiente de vascongados, prima en
tercer grado de una miss universo, prima de un gran maestro como lo fue Jóvito
Villalba, un abuelo descendiente del Diablo Briceño, prócer de la independencia,
un bisabuelo que bajó de las montañas junto al general Goméz, que se enamoró de
una morena de caderas malvadas, de Ocumare del Tuy, que se volvió loca por la
blancura de la tez de un señor de ojos verdes, metro noventa y hablar vicioso
de los andinos, que de paso era compadre de Don Cipriano, de parte materna soy
descendiente de escribas y poetas del
medio oriente, quienes eran los únicos que tenían derecho a usar un apellido
con sabor de sofá y de espacio para la reflexión, esos que eran poetas y
escribas de los poderosos, los del Diván, pero en mi caso se llamaban Diwan,
como lo es mi segundo apellido.
No
tengo dinero ni más capital que mi cerebro, pero tengo una hija que idolatro,
que es rubia como el sol, con ojos tan oscuros como la noche e inteligencia tan
brillante que insola las pupilas, pero igual tengo dos hermanas morenas como la
noche, mi madre parece una hurí envejecida por un engaño del tiempo, uno de los
tatarabuelos fue tan malvado que se escapó de la cárcel de cayena en el siglo
XIX y se vino al centro, sus hijos fueron engendrados de un vientre indígena y
hoy día son de una notable familia a la que no me da la gana de tratar.
En
fin, soy un tipo más del montón, con musiues, próceres, importados de pieles
blancas, indios, negros, musulmanes de las tierras de Mahoma, toda una variedad
que daría para miles de historias, nada fuera de lo común en tierra de infieles
y me tropiezo con un artículo de un diario digital del gobierno impulsando el
racismo, que asco me dan.
Al
final solo somos humanos, la diferencias establecida por el tono se piel, la
nacionalidad de los abuelos, el ancestro incorporado a nuestro genoma, nunca
jamás debería ser tomado en cuenta, el genotipo es un asunto coincidencial, no
es culpa de nade e impulsar el racismo es un crimen de lesa humanidad.
Tengo
claro que la estupidez del racismo es un asunto implantado desde tiempos de la
colonia, no creo que debería ser un asunto de investigación ni de propaganda de
gobierno alguno, este análisis me da como resultado el pensar que son unos
soberanos imbéciles los “señores o señoras” que dirigen las “estrategias” comunicacionales
de este estado represor e imbécil.
Quiero
pensar que nadie más piensa en eso, espero de verdad que lo olviden, que no se
requiera un color de piel o de ojos para poder vivir en el país, si no es así
su bolivarianismo es tan cierto como un billete de quince bolívares, lastima me
dan, ojalá los próceres desde su olimpo los escupan, la historia los orine y el
futuro los olvide.
José
Ramón Briceño Diwan, 2014
@jbdiwancomeback
@neurocaotico
Foto; José ramón Briceño, 2014, Maracay, edo. Aragua 16/02/2014 |