Cuando era niño la televisión en Venezuela estaba circunscrita a cuatro canales, por tanto las opciones de entretenimiento estaban limitadas a lo que esas televisoras pusieran al aire. En mi casa había un solo televisor cuyos horarios de uso estaban definidos por la programación, así los niños teníamos tres horas de caricaturas al día, los adultos tenían las telenovelas y los noticieros, la familia en pleno veía la tele, por tanto recuerdo haber sido “obligado” a ver más de una telenovela junto a mi abuela quien prefería tenerme cerca a no saber qué estaba haciendo pues era un niño bastante intranquilo, sobre todo porque era un niño que vivía entre adultos sin más amigos que los de la escuela.
Entre tantas telenovelas de aquellos años (principios de los ochenta creo) hubo una en especial que nos mantuvo en vilo, se llamaba “Estefanía” y narraba las desventuras de una mujer inmersa en la resistencia contra una dictadura, era un drama con ribetes históricos pues estaba encuadrada en la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez cuya caída había tenido lugar varias decenas de años atrás y de la cual muchos cercanos tenían aun recuerdos frescos de haber sufrido alguno de los rigores de la temida Seguridad Nacional que no estaba con muchos detalles para apresar a nadie y muchos menos para torturar a sus presos a fin de obtener información sobre enemigos reales o imaginarios.
Por supuesto eso para mi imaginación infantil era un shock total cuyo resultado fue el de automáticamente tenerle grima a los militares y policías a quienes asociaba inmediatamente con aquellas escenas de dolor e injusticia que proyectaba nuestro televisor de blanco y negro cuya presencia regentaba la sala familiar.
Ahora más de treinta años después puedo asegurar que cualquier cosa que viere en aquella telenovela se queda corta, Venezuela no solo es víctima de las torturas más crueles, la policía, los militares y los políticos son delincuentes de alto vuelo, los presos conforman un sindicato del crimen que deja pálido a cualquier personaje de la TV que a usted se le pueda ocurrir ya que además de malos son socios de todos los niveles del poder gubernamental. Volviendo a la telenovela aquella, había un personaje cuya maldad se le salía por los poros, era un tipo que siempre aparecía bien vestido, traje muy elegante, flor en el ojal, peinado con gomina, cigarrillo con boquilla que aparentaba ser de nacar, de habla modulada sin estridencias pero con un aura de maldad difícil de ocultar, el actor representaba al jefe de la policía política de la época, un tipo llamado Pedro Estrada quien llevó la tortura y la muerte en los presidios venezolanos a extremos de refinamiento tales que todos le temían , tengo la certeza de que hasta sus jefes le tenían miedo pues al final de aquel gobierno ese policía no solo dirigía en persona los interrogatorios, también era el principal censor de los medios de comunicación y mantenía una red de espionaje internacional digna de la CIA o la KGB.
Ahora entre los muchos males, no conformes con estar ligados a cuanta porquería nacional e internacional ligada al tráfico de drogas se pueda pensar, también tenemos a un emulo de Pedro Estrada pero con nombre árabe y dicen que nacionalidad también, a diferencia de aquel otro policía este es (como si fuese poco) vicepresidente cuyo poder va más allá de lo que cualquier bárbaro de esos pueda haber soñado, con el mal sino de que es parte de las mafias carcelarias, el tráfico de drogas y hasta del terrorismo internacional pero con inmunidad parlamentaria y todas las ventajas de la tecnología para tener dominados a los habitantes de mi país.
Si no fuese tan trágico podría ser motivo de chiste, lo que siempre pensamos que era una exageración típica de la mente calenturienta de los guionistas y que jamás se repetiría en un país cuyas instituciones democráticas a pesar de todos los defectos , estaban sólidamente cimentadas en un entarimado legal que no permitía que tales desafueros se repitiesen en la historia, ahora, en pleno siglo XXI no solo se repiten si no que se magnifican por intermedio de un estado de terror que abarca todos los estratos socio económicos con una virulencia que hasta este momento solo pensaba posible en el terreno de la ficción pero que la realidad ha traído con más fuerza de la que nunca pudimos imaginar.
Solo resta rezar para que al igual que en aquella telenovela, exista un nucleo armado de resistencia que acabe con todos los culpables de tales desgracias pero que al igual que esa realidad tenga el coraje de ejercer sin culpabilidad todas las acciones necesarias a fin de que mi país vuelva a ser un hogar para todos los venezolanos, no esa cárcel tropical que ahora es.
José Ramón Briceño, 2017
@jbdiwancomeback
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