Hoy
Con sumo placer descubro que hoy, un día cualquiera de este año, amaneció con un cielo brillante, azul, limpio. Donde la combinación de luz solar en contraposición con el verdor de las montañas causa la impresión de ver un cuadro de gauguin, donde lo único que faltaría para completar esta vista son las frenéticas pinceladas de vibrantes verdes, amarillos y naranjas que caracterizan las piezas de ese pintor post impresionista, especialmente las que creó en sus últimos años de vida , en las soleadas islas del pacifico, donde murió rodeado de las bellezas naturales que ofrece ese paraíso tropical perdido en los confines del mundo.
Como es natural, en un día tan esplendido, me niego a atender el sinfín de obligaciones que la vida me asigna sin compasión alguna y me refugio en intentar recrear alguna tela de uno de mis pintores favoritos e intento soñar despierto que estoy en alguna isla perdida y que mi única labor urgente, es crear. En este momento caigo en cuenta que el soñar no paga las cuentas y debo bajarme de la cama a comenzar el día para descubrir que sorpresas me depara el mundo hoy. A regañadientes me levanto, y mientras preparo el desayuno coloco la radio desde donde la música del argentino genial causa suficiente alboroto para mantenerme despierto mientras cuelo la primera taza de café, infusión que me saca del sopor matutino resultado del sueño interrumpido gracias a los alaridos que desde la mesa de noche me larga el maldito despertador, el cual causa tal estridencia que fácilmente podría funcionar como ruido ambiental de cualquiera de los círculos del infierno de Dante, ya que la combinación de ruidos graves y agudos son la tortura obligada de cada mañana.
Mientras me tomo mi hirviente y reconfortante café, enciendo mi primer cigarrillo del día, descubro que aun es muy temprano para salir, decido hojear el diario de ayer para ver si hay alguna noticia que me saque por lo menos una sonrisa, pero nada, solo encuentro las mismas pendejadas que a diario escucho y algún que otro esbirro del régimen de los perros verdes que afirman que la propiedad privada es tuya solo hasta que alguien decida, por ejemplo, lograr votos quitándotela para ganar milagros con escapulario ajeno, sin importar cuanto esfuerzo te halla costado levantar eso, solo importan los votos ganados a punta de fusil, ya lo decía Herrera Luque, el poder lo tiene el más fuerte y solo las balas hablan, solo los amos del plomo se hacen dueños de las verdades, vidas y haciendas de los que, obligados, terminamos siendo actores de esta opereta en que se ha convertido mi país, por obra y gracia de los mil perros verdes, otra vez.
Mal presagio para este día me trae este periódico, aunque viejo, de seguro es muy parecido al de hoy, siempre lo mismo. Siento un agudo dolor en el alma, como si alguien o algo me pinchase el espíritu y poco a poco se escapan las ganas de seguir luchando por un futuro cada día mas oscuro, donde los perros verdes, henchidos los pecho de medallas ganadas en batallas imaginarias, cuyo valor real viene dado por el nivel de sumisión que tenga cada uno al perro mayor, gobiernen olvidando y manipulando las leyes a su conveniencia, aceptando como verdades, ideas ya muertas cuando se popularizaron y que la historia con su sino fatal ya ha demostrado su caducidad. Lo que reimpulsa a despotricar, maldecir y hasta blasfemar como único escape para no morir ahogado de rabia e impotencia, en este instante suena el reloj de la sala advirtiéndome que ya son las ocho de la mañana y que debo colocarme la mascara para salir a ganarme la vida con lo poco que los perros verdes dejan a la gente.
José Ramón Briceño
2006
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