He
tenido la sensación de que existe una relación directa entre las calles y sus
habitantes, en cualquier sitio adonde he ido lo primero que observo con
detenimiento es cómo funciona el tráfico, la manera de comportarse tanto de
peatones como de los conductores y de ahí he sacado siempre una tesis más o menos
ajustada a la realidad de la forma en que funciona esa ciudad y del grado de
civilismo tanto de los ciudadanos como de los gobiernos locales. Si no me creen
hagan un ejercicio de memoria, salgan a la ciudad y deténganse un rato a ver
alguna avenida principal, visiten una plaza o algún espacio público, verán que
tengo razón.
Venezuela
no es la excepción, en esa relación ya todos conocemos la anarquía de nuestras
calles, entre motorizados, mototaxistas, taxistas y autobuseros hacen que
manejar por las calles sea un acto temerario, de hecho yo me niego a manejar,
alguna vez tuve licencia y en alguna parranda la bité junto a todos mis
documentos, renové todos los papeles excepto la licencia, esa negativa me ha traído
hasta problemas con las distintas novias que, acostumbradas a que los hombres
sean sus choferes se indignan cuando me niego a manejar simplemente porque no
me da la gana, prefiero restar problemas a mi estrés que sumarlos por asuntos
de ego.
En
la ciudad donde vivo no es la excepción, es una locura. En esa onda de hacer
comparaciones entre el comportamiento de las calles y los gobiernos se me ha
ocurrido una alegoría perfecta. En mi ciudad como en todas las ciudades y
pueblos del país hay una Plaza Bolívar, la de Maracay fue por mucho tiempo la
plaza más grande de latinoamerica y hoy mantiene el sitial como la Plaza
Bolívar más grande del mundo, orgullo del estado Aragua. Hace poco fue
restaurada, con algunos errores pues el alumbrado de la plaza que es hecho con
unos hermosos postes de bronce importados por el general Gomez a principios del
siglo XX desde Italia fueron cruelmente pintados de negro por alguna iniciativa
de los muy bestias, en vez de pulirlos y agregarle alguna resina que los
proteja de la interperie prefirieron pintarlos para ahorrarse algo de dinero.
La
plaza está custodiada por unas personas de uniforme, no son policías pero lo
parecen, andan desarmados pero son los vigilantes perfectos, hay como cincuenta
en cada turno y al parecer se esfuerzan bastante en hacer su trabajo, en
principio no tiene gran problema y hasta se agradece la vigilancia en este país
donde los criminales te acechan en cualquier parte, la cosa se pone álgida cuando
comienzan las prohibiciones.
No
puedes pasar fumando ni por la acera del frente, están prohibidas las reuniones
de más de tres personas en la plaza, más de una vez me he peleado con gritos y
demás con esos funcionarios idiotas que no entienden que ando con un grupo de
mis alumnos de fotografía, aprovechando el aura de seguridad que emana del
espacio público para hacer las practicas, no dejan que los niños patinen pues
alegan que dañaran los mosaicos del piso, bien vale la prohibición a los jóvenes
que hacen piruetas y cuyo peso podría fracturar una baldosa pero a u niño de
apenas seis años que si acaso rodará y el mayor efecto lo hará con las rodillas
cuando se caiga de los patines o de la bicicleta no hará daño alguno, hasta los
he visto (a los vigilantes) prohibiendo a la gente que se acerque a la fuente,
quien sabe por cual razón.
Si
hablamos de las glorietas están terminantemente prohibidas para todos, si pasas
a hacerte una foto, sale de la nada un vigilante con un papelito para exigirte
que salgas de allí, que allí no se puede estar, no he hecho la prueba pero creo
que si voy con alguna franela alusiva a la oposición me sacaran de allí a
trompadas sin derecho a réplica. El mensaje pareciera ser, pasa a la plaza, mírala
pero no la uses, no traigas a tus hijos
que la contaminas, no hagas nada en ella pues tenemos que mantenerla impoluta,
si tienes familiares paséate por el frente, no sabemos si ese es un grupo
opositor que viene a matar iguanas y ardillas para acusar al gobernador de
venderlas en el mercado negro como sustituto del pollo o si por el contrario vendrás
a comerte los mangos o a ensuciar la memoria del comandante eterno con tus
pensamientos obscenos.
El
funcionamiento de esa plaza creo que sería una muestra tangible tanto del
civilismo de los habitantes que prefieren no ir antes que pelearse con los “vigilantes”
y mas importante, del talante del gobierno que te prohíbe todo con tal de
lograr sus fines, una parábola del pensamiento de esta izquierda retrograda que
nos ha tocado en suerte, además del retrato de un estado policial donde solo
los pendejos (como uno) es afectado pues estoy más que seguro de que los altos
funcionarios jamás pasarían por el incordio de decirle a sus hijos que no
pueden usar los patines, la patineta o la bicicleta en la plaza pues está
prohibido y vaya que mi papá me llevaba a la plaza a pasear con mi triciclo
hace más de 35 años, era bella y no tenía mil vigilantes ávidos de “poder”,
pero eran otros tiempos y hasta otra República que por cierto me gusta más que
esta en la que vivo.
José
Ramón Briceño, 2015
@jbdiwancomeback
Plaza Bolívar de Maracay, foto: @plurifotos |