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viernes, enero 14, 2022

El Metro, la providencia y los pastores evangélicos.

Durante los años que llevo siendo usuario castigado de ese servicio he peleado con policías por groseros, militares por la misma razón y con un par de pastores que tuvieron el mal gusto de comenzar su ministerio a la siete de la mañana mientras la unidad se llenaba, habiendo salida le grité con el alegato correcto que por no ser evangélico tampoco estaba obligado a escuchar gritos de nadie mientras acepto el castigo de escuchar su discurso, no hay modo alguno en el que alguien pueda hacerme creer que para estar a tono con el entorno hay que soportar tamaña falta de respeto, si alguien quiere escuchar el evangelio imagino que hay espacios para tal fin, todo el alegato  fue pronunciado con el suficiente mal humor como para sacar partido a mi barba cana, tanta es mi  incomodidad que inventé un villano con súper poderes que convierte a los pastores en un embutido tan cotizado como el jamón Ibérico , cuyo primer acto como súper villano fue hacer que a un Pastor particularmente insoportable le estallase la cabeza en la estación Zona Rental en hora pico. Toda la historia surgió un día donde los fulanos estaban coordinados, cuatro pastores se rotaron por todo el metro desde Las Adjuntas hasta Zona Rental, con el agregado del coro de señoras defendiendo la libertad de culto a costa de mis tímpanos, tres horas espeluznantes en las que tuve que huir de mi miseria haciendo ejercicios de imaginación, con tanto disfrute que desde el día siguiente comencé a usar mis audífonos para  escuchar música, eso de conjeturar como un asesino con súper poderes convierte seres humanos en butifarra de lujo no es nada edificante. Sin embargo, no pudo más que convertirse en el villano más longevo y curioso posible de Arepa Weed (pronto en Amazon KDP).


Liberado del yugo del empleo oficial no tengo que morar la mitad de mi vida, cinco días por semana odiando un vagón del tren y con ello a muchos de mis paisanos, ahora igual toca visitarlo de vez en cuando. Cierta ocasión subí en Bellas Artes , en el mismo anden estaba un señor que viajaba cargado de bolsos , hasta ahí no hubo mayor problema pues me fijé en el hombre ya que cargar tanto equipaje  es normal, lo que no, fue el instrumento (un cuatro) que traía terciado en su espalda, perdido en la conjetura de cómo sería el repertorio, fui muy lento al no ver la biblia que llevaba el señor bajo el brazo derecho, si salía del vagón era esperar una hora el otro tren, no hubo escapatoria, el hombre sacó la biblia y comenzó su perorata plena de acusaciones acompañadas de historias con moraleja sobre los fallecidos por COVID que murieron llorando por no haber sido salvados por Jesús, cuando no servía al interés del público terminaba  por hoyar en lo obvio, tarde o temprano moriríamos y era mejor hacerlo en la gracia de Dios que de vulgar infiel que el infierno es malvado, tragándome las ganas de escupir bilis en do mayor a granel, solo pensé en los modos en los que mejoraría a salazón de los pastores vueltos jamón si tuviese los poderes del gran Matías Pascal, cuyos poderes mentales superan por mucho a Darth Vader pero con la actitud del ilustre Aníbal Lecter ,tal cual Sir Anthony Hopkins, solo que   de Maracay.




No contenta la providencia con el hecho de enfrentarme a un personaje de ficción que inventé como el más retorcido de los pastores evangélicos que podía encontrar alguna vez, esos que con una sonrisa te encomian amablemente a entregarte a su fe por el solo hecho del pecado original y la superioridad de Jesús frente a las tribulaciones de este país, por suerte el señor, cuando forzado por la circunstancias buscando la atención del público cambió la estrategia justo cuando llegué a la estación donde tocaba salir (La california, ocho estaciones y cuarenta y cinco  minutos escuchando la perorata) al salir del tren lo último que escuché fue el sonido del cuatro que el pastor tenía terciado en la espalda, chan.chan.chan…

Hice la diligencia, una hora más tarde vuelvo al Metro, subo a un vagón que va en sentido inverso, faltaban dos estaciones para llegar hasta la última de la línea, donde los trenes se devuelven así que si iba a sufrir la vuelta, irme hasta la última estación si bien me ocuparía media hora más también permite bajar de vuelta sentado y en un vagón con mejor aire acondicionado, la vuelta no tenía apuro, todo normal, cuál no sería mi sorpresa fue que el mismo pastor  que dejé hora y media atrás subía a mí mismo vagón cuatro en mano chan.chan.chan… otra vez el tañido del cuatro satánico a darme el espectáculo que me había perdido. ¿Cuantas probabilidades hay de que coincidas en el mismo vagón? (casi vecinos de asiento) con un pastor evangélico que viaja por toda la línea dando la buena nueva, en esta ciudad donde al menos cien mil personas usan el servicio cada día, más aun hacia Petare donde termina la línea, necesariamente la providencia quería mandarme un mensaje, o bien debo meterle más cariño a Matías Pascal, a lo mejor es que debo abrazar el evangelio pero si mi abuela no me pudo reclutar para la santa  iglesia católica, apostólica y romana con su pedagogía del siglo XIX, dudo mucho que la sabia providencia solo está señalándome el camino para sacarle punta a dos personajes que me gustan.

Los villanos son divertidos, personifican la manera en la que podrías resolver las cosas imposibles para el humano normal, en este caso es el azote de los pseudo mensajeros de la palabra, sin embargo , pensando el asunto con profundidad no es difícil atribuir sino satánico a cualquier personaje de esos que pululan biblia en mano y al primer impulso aprovechan la infausta imposibilidad de huir de tal tormento, atormentar al vecino de gratis así sea por lo que consideramos su bien debería estar calificado como ofensa criminal, vale que tener una conversa sobre lo que le provoque no es pecado, gritar destempladamente por cuarenta minutos (o más) sin tener la delicadeza de permitir que los no interesados podamos pasar de largo es una maldición innecesaria. Encontrarse frente al personaje imaginado como si de una realidad absoluta se tratase, no deja de impresionar, dicen que las casualidades no existen, sin embargo este relato da fe de que no solo son posibles, seguramente bastante populares a pesar de lo imposible que pueda parecer.


 


Prof.José Ramón Briceño Diwan

13/01/2022


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