Soy de los que piensa que los domingos son días neutros donde cualquier obligación sobra, además, viviendo en Venezuela toca hacer algún escape de vez en cuando para no verse seducido a caer en la tentación de la neurosis por causas políticas, económicas, de salud o sexuales pues todo se ha puesto tan complicado o peligroso que la neurosis está a la vuelta de la esquina, basta un mínimo descuido para terminar loco o suicida por aquello de la impotencia de no poder hacer nada a corto plazo.
Hoy les traigo el segundo capitulo de una novela que escribí no hace mucho y que he puesto a la venta en Amazon, el primer capitulo junto con la introducción les recomiendo leerlo acá mismo en el blog ( Capitulo uno) , acá los dejo queridos lectores con algo más de las aventuras de este profesor suicida.
2 Historia
(el diario)
Cuando pasó el escándalo que se produjo cuando sucedió lo del arzobispo
de la capital y mi posterior divorcio , el jefe, en vista de la situación me ha
otorgado todo un año sabático, terminé poniéndome en terapia con uno de los mejores
especialistas del país, también tuve que dejar el alcohol.
A los tres meses, cuando la
depresión por fin cedió espacio a la tranquilidad relativa de la medicación
constante, me embarqué en un crédito con un banco para viajar por el mundo,
estuve en Jerusalén, donde visité los lugares santos y otros no tanto ya que
viaje sin bohemia no tiene sentido.
Después de conocer la ciudad
santa me fui a Roma, a mirar de cerca la otra cara del cristianismo , todo
comenzó a cambiar cuando, en compañía de unos colegas comunistas y luego tres
litros de aguardiente de grappa, hicimos una competencia en la fontana de
Trevi, para orinar a los angelitos que la adornan, me alcé como ganador, la
celebración llegó hasta que un
carabinieri, porrazos por medio me sacó de ahí, el asunto no terminó mal por la
intercesión de un joven cura venezolano, a quien la cosa le hizo gracia, me
llevó a lo que después supe era su apartamento para comer, ducharme y esperar que bajase la borrachera.
El religioso tenía su alojamiento en un callejón, no era muy grande pero
si acogedor, tan pequeño es el habitáculo que le comenté con sorna entre la
nube alcohólica que parece más bien un closet con ducha en vez de una vivienda,
lo que le saca un par de carcajadas a Ramiro, ahí me mandó a darme un baño y me
prestó ropa mientras la que tenía puesta se lavaba y secaba, al salir de la
ducha vestido con ropa prestada, mi anfitrión forzado sirvió un expreso triple
tan oscuro que bien podía servir para
pintar paredes, esperó a que lo
tomara, acto seguido invitó un
cigarrillo.
Al preguntarme que hacía en Roma, y por qué razón tenía tal estado de
perdición alcohólica, no me quedó más
remedio que contar toda la historia, al terminar la síntesis de los últimos
meses propuso encontrarnos al día
siguiente para continuar la conversa pues, él tenía no pocos resquemores sobre
la fe que abrazaba.
Ramiro pasaba por una gran duda de su religión, esa era la razón de su
estancia en esa ciudad, no estaba en misión de su iglesia, es que como era
descendiente de una familia muy pudiente,
se pudo dar el lujo de un año de vacaciones para dedicarse a
estudiar, ver si por fin miraba el fondo
de su vocación, un último recurso antes de abandonar los hábitos, su estancia
en el vaticano era una suerte de acto de
penitencia para no ofender a su madre ya que no quería lastimarla.
Le pregunté sobre sus
preferencias sexuales pues si no era heterosexual hasta ahí llegaba la
conversa, el cura muy risueño le dice que no es homosexual, entre muchas, esa
es una de las razones para abandonar los hábitos, el celibato en Venezuela es
cosa imposible y sus hormonas lo tienen atormentado, ya ha claudicado con tres
viudas, dos liceístas, cuatro monjas, seis señoras entre madres y representantes
de otros tantos primo comulgantes, dos catequistas eslovacas y un par de amigas
de su hermana, sin hablar de las “amigas de alquiler” pagadas de vez en cuando
a fin de acallar las hormonas, todo un rosario de tentaciones difíciles de
evitar.
Es que Venezuela es una tierra caliente donde quien no la da la presta,
la expresión nos sacó carcajadas , fijamos la cita en un café venezolano,
propiedad de unos antiguos amigos, quienes se vinieron tras una beca de
investigación pero al terminar el trabajo decidieron darle a los Romanos un
poco de Venezuela en comidas y tragos, sitio de refugio para la nostalgia de
tanto exiliado que anda de paso por Europa, sin embargo le pedí al cura que se
fuera sin traje religioso, con ropa
seglar, para poder conversar pues mis
convicciones prohibían hablar con curas por muy buena gente que parecieran.
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