Hoy estoy casi contento, entregué la “rustica” de mi tesis de posgrado, estoy a un mes de entregar los ejemplares definitivos y solo restaría esperar la fecha para la defensa, la verdad todavía no sé qué voy a hacer con un título de posgrado en “Literatura Latinoamericana” pero ya descubriré en que utilizarlo.
Como todo venezolano sabe, la burocracia en parte integral de cualquier cosa, los estudios superiores no son la excepción, sobre todo en las universidades públicas. El caso es que entre una y otra cola para sellar, legalizar, bajar notas y hasta entregar un depósito bancario por diez bolívares para que me dieran una planilla, tuve el chance de pasar bastante tiempo frente a las ventanillas de eso que llaman control de estudios.
Lo que me sorprendió fue la gran cantidad de gente buscando documentos, la conversa en la cola invariablemente iba desde quienes conversaban sus planes de emigración, algunos con estampa de estar a las puertas de la tercera edad, en esos casos eran profesores con muchos años de servicio.
Había uno en especial que se salió de la cola para hablar con una conocida que estaba delante de mí, le explicaba que había vendido el carro en dólares y que ya tenía visto el apartamento que iba a alquilar en otro país donde lo estaban esperando para comenzar a dictar clases en una universidad privada que le ofrecía 100 dólares por hora académica, decía con cierta rabia que no se quería ir pero que acá el sueldo no le daba para mucho, que estaba harto de todo y que después del último atraco donde casi matan a una de sus hijas, la familia entera había decidido venderlo todo para irse.
Otra profesora le comentaba a alguien que estaba a su lado que estaba en proceso de legalizar todo, que su prima le había dado una habitación en su casa y que se iba apenas pudiera, al preguntarle su acompañante a que se iba a ir, la otra le contestó que la verdad no sabía pero que cualquier cosa era mejor que morirse de cualquier vaina acá, que aunque le gustaba su tierra la verdad el miedo podía más que otra cosa, decía que la decisión la tomó cuando a su primo lo mataron por robarle un carro que tenía por lo menos 10 años rodando, además que su sueldo de profesora era menor a lo que ganaba alisando las cabelleras de sus vecinas así que no tenía mucho sentido enorgullecerse de títulos y estudios cuando la verdad ganas más haciendo oficios “menores” en la sala de su casa.
Mismo caso en muchas conversaciones que transcribir acá seria redundar. Todo ese panorama me quitó un poco la alegría del asunto este de terminar por fin una maestría que tenía en debito hace rato, que la verdad terminé la escolaridad hace casi un año y si no aprovechaba esta ultima oportunidad me quedaría fuera, tendría que repetir por lo menos un semestre, con el añadido de perder mi beca, pero seamos realistas, ¿Quién va a tener ganas de hacer nada en este país?, podemos hablar mucho de éxito y demás pajas de autoayuda pero la realidad nos da un bajón.
Siempre he creído en que el esfuerzo y la dedicación dan frutos, que el estudio va primero, que sin formación académica eres un cero a la izquierda, sobre todo después de los cuarenta años que la fuerza y el aguante son menores por tanto ya toca comenzar a ganar dinero con tu esfuerzo intelectual y no con el físico, pero en Venezuela todo parece ser de otra materia.
Alguna vez fuimos así, quizás yo esté equivocado pues me criaron en el pensamiento de que si estudias bastante, haces bien tu trabajo, te mantienes fuera de los líos de la ley y no te metes con nadie, podrías tener casa, familia y algún futuro para la vejez. El país te dice otras cosas, cuando los colegas andan buscando otros rumbos, familias desperdigadas, hijos que crecen sin alguno de sus padres pues se van con la mamá a otro país y el padre se queda “preso” pues su sueldo no le alcanza para planificar una visita anual a su hijo o hija, matrimonios que se rompen ante la inminencia de que alguna de las partes se quiera exiliar y la otra no, en fin, miles de cosas que sumadas a la miseria de quince y ultimo, contrastada con la barbarie de las autoridades aliadas con el hampa donde se demuestra que ser mala gente es lo que conviene a quien quiera tener cuatro cosas en esta tierra de gracia.
Hoy terminaré mi escrito recordando a Buda “solo vine a decir como comienza, no como termina” aunque yo puedo adivinar nuestro futuro, solo me atreveré a decir que habrán muchas balas en el aire, espero que todos podamos sobrevivir y en el mejor de los casos podamos encontrar la manera de irnos de acá con todo y familia a encontrar otro rumbo, que el país se termine de ir a la mierda de donde al parecer ninguno de los integrantes de 90% de este país que vive en situación de infrapobreza (todos somos miserables pero hay peores) les gusta vivir.
P.D; si por casualidad vives en un economía donde puedas darte el lujo de donar, le será muy agradecida cualquier contribución