Siempre
me ha disgustado quejarme , pero en estos últimos tres años es muy complicado
no hacerlo, es verdad que nada parece funcionar, no hay sitio adonde esté que
no escuche alguna cosa terrorífica, las calles hablan solas no hace falta
volver la mirada a los periódicos ni a los noticieros para saber que realmente
algo apesta en Venezuela y que al parecer a nadie le importa, mucho menos a los
que teóricamente debería importarles más pues hacen lo posible por poner al
país más en desgracia que otra cosa, lo peor es que esa tarea la sacan con
sobresalientes méritos siempre.
Mientras
me decidía por cual tema abordar hoy para escribir en el blog, he decidido
hacer un acto extraño, intentaré escribir sobre las cosas buenas que me han
pasado para ver si con la buena vibra atrae algo bueno, como dicen los
santones, tarotistas y astrólogos que al parecer son los empresarios más
exitosos en este país de locos.
La
verdad en cosas materiales no tengo mucho, jamás he tenido vehículo desde que
un hampón se robó mi bicicleta del patio de una casa donde viví, además toca
confesar que no me agrada en lo absoluto manejar aunque se hacerlo y cuando
exista una emergencia pues lo haré, mientras soy bastante feliz sin las
angustias promedio de la gente que tiene un carro pero su sueldo no le alcanza
para mantenerlo como debe ser. En contraste he descubierto que tengo amigos
brillantes, gente con la que reunirse es un placer, que tiene conversas
interesantes y que anda más pendiente de trabajar y progresar que de otra cosa
menos productiva (o más según el cristal con que se mire). Tengo miles de
lectores en todo el mundo, aun me sorprendo cuando estoy en una reunión y
alguien que no conozco me da la mano para felicitarme por el blog, desde las
redes me llegan aún más comentarios halagadores por algo que a decir verdad no
me da más provecho y que comenzó más por abrirle una espita a mi depresión que
por hacerme “famoso” sin embargo la tarea al parecer no se me da tan mal y he
acumulado conocimientos sobre la escritura periodística que ni sabía que poseía,
tanto así que muchos no me creen que no soy más que un profesor de castellano
como muchos, cuya profesión fue el resultado de muchos años de ocio nocturno y
dominical donde los libros fueron los principales instigadores para pasar horas
en la cama sin atender a nada más, en algunos casos ni al sueño si la lectura
era muy buena, eso demuestra que hay vicios realmente productivos como este de
la lectura.
Tengo
un empleo cuyo único mal asunto es el sueldo, la verdad ya casi nadie habla maravillas
de su empleo, trabajan por obligación como el médico que está obstinado de ir a
no hacer nada al hospital pero se niega a renunciar para dedicarse a la práctica
privada pues siente que falta a su deber como especialista, el otro amigo fotógrafo
que ha renunciado a su empleo pues gana más alquilando inflables a los niños o
vendiendo jugos en la esquina de su casa, el otro artista plástico con varios
galardones nacionales que ante la inviabilidad de las ventea se decidió por
montar una tienda junto a su esposa para vender adornitos y vinilos
decorativos, así un bastante largo etcétera de gente que odia lo que hace para
vivir, yo soy tan afortunado que hasta me gusta mi empleo, el detalle del
sueldo pues se resuelve con cosas adicionales que uno se inventa en el camino,
el dinero la verdad no da felicidad pero si da calma que ya bastante ayuda.
Tengo
una hermosísima hija que ya va para diez años y quien se ha vuelto una niña
bastante inteligente, despierta y curiosa, cosa que desespera a las maestras y
a la gente de corto entendimiento, me he trazado la labor de tenerla cerca
mientras crece para ayudarla a pasar el mal trago de la incomprensión de los
adultos promedio que son tantos que hasta la torpeza intelectual es considerado
como algo normal. No es fácil pero tampoco imposible, creo que si uno tiene un
hijo la obligación es velar por todo lo que le suceda, así nos curamos en salud
cuando crezca, evitando que termine como un bobo más de Smartphone y regeton de
esos cuya única lectura fue la gaceta hípica o la revista Cosmopolitan.
He
tenido conversaciones con mucha gente sobre diversos temas pero ese de las parejas
me espanta cada día más, hay tantos tan infelices con sus parejas, historias
muchas como para llenar un libro, gente aprisionada en relaciones que más
amargan que otra cosa solo para no sentirse solos que me parecen en su mayoría casos
clínicos de demencia por aquello de someterse a la tortura diaria solo para “mantener
la relación”, en mi caso soy tan afortunado que tengo una bella mujer que no me
estresa con sus cosas, que comparte una copa de vez en cuando conmigo, no me
molesta por que fumo o tomo café, que me deja ser y de paso no me estresa con
las cosas que a otros si.
En
resumen, a pesar de las arbitrariedades de vivir por acá y mi escasísimo bolsillo,
tengo cosas invaluables que muy pocos afortunados tienen, desde lectores
formidables, amigos (virtuales y reales) que merecen absolutamente todo mi
respeto y admiración, una hija hermosa, un padre que obstina de tan atento y
preocupado que es, unos lectores fieles
que se toman el tiempo de leer mi visión de país , unos contactos excepcionales
en redes como LinkedIn con cargos que dan hasta vértigo y cuando gente así
voltea la mirada para que un mortal como yo los tenga entre sus contactos toca
agradecer, una hija excepcional y una mujer cuyos méritos propios pasan muy por
encima de los míos y para cerrar un empleo que me pone contento pues dar clases
en una escuela de artes te libera del yugo de las escuelas de Comunicación
social o de cualquier otro programa universitario, tengo la certeza de que el
empleo es como las mujeres, en lo que te da flojera ir a trabajar toca
cambiarlo igual con las parejas, cuando ya no quieres salir con ellas es el
momento de pensar seriamente en criar gatos, no dan besitos pero tampoco te
estresan y son de bajo mantenimiento.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
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